Sorolla: el color del mar
Javier Coria*. LQSomos. Junio 2014
El mar es el tema por excelencia de la pintura de Joaquín Sorolla. Nacido en Valencia, en 1863, su vida estuvo estrechamente vinculada a los paisajes de la costa valenciana, de las islas Baleares y del norte de España, que supo captar con extraordinaria maestría.
La exposición Sorolla: El color del mar indaga sobre la mirada del pintor, su particular modo de pintar el “natural” y de utilizar el color, centrándose para ello en un grupo de obras dedicadas al que fue el tema favorito y más popular de su pintura: el mar. La muestra está compuesta por 80 obras, la mayor parte de ellas lienzos, y se completa con tablas o cartones, fácilmente transportables, en los que Sorolla tomaba sus apuntes del natural y que resultan imprescindibles para comprender sus métodos de trabajo. También se exhiben algunos objetos personales del pintor y distinta correspondencia. La muestra, organizada por la Fundación Museo Sorolla en colaboración con la Obra Social ”la Caixa”, se ha podido ver previamente en Madrid, Santa Cruz de Tenerife y Las Palmas de Gran Canaria, y llega a CaixaForum Barcelona en una versión ampliada expresamente para la ocasión. A las obras del Museo Sorolla se añaden las de los fondos del Museo Carmen Thyssen Málaga y de distintas colecciones particulares, en un recorrido por la obra del pintor valenciano bajo un hilo conductor: el viaje de Sorolla desde la naturaleza hasta la pintura.
La fama de Sorolla se ha cimentado especialmente sobre dos aspectos de su producción: el tratamiento de la luz, que parece irradiar desde sus cuadros con el mismo calor vital que la luz del sol real que representa; y sus escenas de mar, donde el trabajo de los pescadores o el alegre baño de los niños se producen en el escenario donde esa luz tiene un campo más ilimitado, y donde el agua la multiplica en sus reflejos y la hace vibrar y resplandecer.
Nacido junto al mar, Sorolla debió de percibir muy pronto su fuerza como espectáculo, la fascinación visual del movimiento incesante del agua y de las nubes, del continuo sucederse de las distintas luces de horas y estaciones, el poder envolvente de sus atmósferas y la potencia emocional de sus grandes masas de color.
Arrastrado por el deseo de capturar en su lienzo ese espectáculo siempre huidizo, el artista desarrolla una técnica rápida que va haciendo cada vez más visibles las marcas del pincel sobre el lienzo, la huella de su mano transcribiendo, veloz, lo que sus ojos ven. En ese ejercicio de pintar, inmerso en su trabajo como los niños en el agua, Sorolla transforma su visión apasionada en otro espectáculo distinto: el de la propia pintura.
El espectáculo incesante
Nacido junto al mar, pero alejado de él la mayor parte de su vida, Sorolla conservó siempre una añoranza intensa por las playas de su niñez, sin duda unida al recuerdo del juego infantil, la libertad y el doble placer del calor del sol y el frescor de las aguas.
Pronto debió de percibir también la fuerza del mar como espectáculo, la fascinación visual del movimiento incesante del agua y de las nubes, el sucederse de las distintas luces de horas y estaciones, el poder envolvente de sus atmósferas y la potencia emocional de sus grandes masas de color.
En su afán por entender el “natural” para reinterpretarlo con sus pinceles, Sorolla observa el mar desde la misma orilla: esa mirada baja, cercana, le revela en el agua efectos tan atractivos como fugaces. La necesidad de captarlos le obliga a una técnica rápida, abreviada. El mar empuja a Sorolla hacia la pintura moderna.
Las horas del azul
Tras esas intensas observaciones del agua, Sorolla levanta la mirada para abarcar el mar como paisaje y respirar su color en las distintas horas del día: amanecer, atardecer, mediodía e, incluso, la noche.
Las horas del día, las distintas geografías y condiciones atmosféricas, le ofrecen cambiantes atmósferas de luz, donde las grandes superficies del mar y el cielo se acompasan en “acordes” de color que Sorolla persigue, insaciable:
“… he empezado otro cuadro, y van 21, de una barca en el mar que será bonito, así que estoy contento, pues son sesiones bien aprovechadas; tengo un hambre por pintar como nunca he sentido, me lo trago, me desbordo, es ya una locura.” De Sorolla (Valencia) a Clotilde (Madrid), 1907
De la naturaleza a la pintura
“… es que la obra la voy comprendiendo más a medida que avanza, o que me hago ahora más cargo de las bellezas del natural y pinto, mejor o peor, pero haciéndome gozar más la contemplación del bendito sol, que amo más cada vez, aun comprendiendo la pobre miseria de los colores…”
“Yo lo que quisiera es no emocionarme tanto, porque después de unas horas como hoy, me siento deshecho, agotado, no puedo con tanto placer, no lo resisto como antes, es que la pintura cuando se siente es superior a todo; he dicho mal, es el natural lo que es hermoso.”
De Sorolla (Alicante) a Clotilde (Madrid), 1918
Sorolla persigue el “natural”, y nunca se aparta de él, pero hace pintura. Toda su vida ha luchado contra la “pobre miseria de los colores”, los pigmentos que en su opaca materialidad no hacen justicia al esplendor de la luz. Esos momentos de la luz y el color, los ha ido atesorando a lo largo de los años en apuntes o pequeños cuadros, donde el color asume un total protagonismo. Pinturas de una poética intimista que acaba invadiendo por completo su obra madura.
Sorolla: El color del mar. Organización y producción:Exposición producida por la Fundación Museo Sorolla con la colaboración de la Obra Social ”la Caixa”. Comisariado: Consuelo Luca de Tena, directora del Museo Sorolla, con José Manuel Pascual como comisario adjunto.Lugar: CaixaForum Barcelona (av. de Francesc Ferrer i Guàrdia, 6-8). Fechas: del 12 de junio al 14 de septiembre de 2014.
* Javier Coria.Publicado en la Revista Rambla