Televisión Española y su propaganda anti rusa
Mikel Itulain*. LQSomos. Enero 2018
Operación propagandística anti rusa en un programa de viajes de Televisión Española
Comentaba en artículos anteriores que el siglo XX se enfrentó al problema creciente del poder corporativo, es decir, a la expansión de los monopolios. Ésta chocó contra las ansias democráticas de unas poblaciones con necesidad de más libertad y de ser dueños del destino de sus vidas. Para paliar y finalmente acabar con estos deseos populares, las familias más ricas promovieron y se hicieron con el mando de los medios de comunicación, convirtiendo las noticias, los filmes o los programas de entretenimiento en una apología de sus intereses y en difamación de sus adversarios, distrayendo al personal de su labor de pensar y cultivarse, abandonándose a la superficialidad y consumismo promovidos. El periodista, como pueden comprender, tras venderse y perder su dignidad, se convertía en una prostituta intelectual.
Hoy en día en el que las transnacionales dominan cualquier aspecto de la actividad social, desde la música al deporte, pasando claro está por lo económico y lo político, que determinan todo lo demás, no nos extraña, aunque no nos agrada, ver un programa de viajes pensado para hacer la más descarada y repetitiva propaganda de tópicos, tan conocidos como falsos, sobre la Unión Soviética o Rusia. Y se hace porque estos eran y son competidores de los magnates propietarios de los medios audiovisuales, que tratarán de crear indignación y odio del público hacia sus rivales.
Lo hemos visto muy recientemente en la serie Diario de un nómada. Operación Plaza Roja, presentada por el viajero Miquel Silvestre. Coincidió con el reciente aniversario de la Revolución Rusa de 1917, se utiliza una ruta en moto a lo largo de Europa llegando a Moscú, para tergiversar, alterar y denigrar la realidad pasada y también presente, cuando interesa, de lo que fue la URSS y los países que la sucedieron.
Llegar a Ucrania y aprovechar para contarnos uno de los mitos de la ignorancia occidental sobre el pasado de esa nación, la imaginaria campaña de hambruna promovida por el gobierno de Stalin sobre este país, conocida como Holodomor. Cayendo en las más burdas manipulaciones emocionales de historias tan imposibles como inventadas, de gente muriendo por millones y madres matando a sus hijos. Cuando la canallesca entra en el periodismo puede ocurrir de todo. Esto puede hacerse solo ante un televidente tan ignorante como carente de sentido común, que abunda sentado e impensante frente a los televisores.
Si quieren conocer con cierta sensatez esta campaña de Holodomor, promovida originariamente por los dirigentes nazis para justificar una deseada invasión a Rusia y que posteriormente se utilizó en los Estados Unidos, como hoy se hace en todo el mundo de nuevo, para que los trabajadores occidentales odiasen a esos sistemas políticos que distribuían los bienes de producción entre todos y no en unas pocas egoístas manos, mediante la colectivización. A los que se asociaba con matanzas, penurias y otros horrores.
Es decir, al trabajador se le hacía y hace odiar a quien defendía realmente su bienestar y abrazar al que es comúnmente su verdadero enemigo, que lo explotará y abandonará sin escrúpulos a su suerte cuando no le convenga. Todas estas patrañas que se nos narra en una escenificación teatral bien pensada para llegar a los incautos, fue desmentida ya en los años 30 del pasado siglo por verdaderos reporteros del mismo Estados Unidos. Hoy, casi un siglo después, vuelven las entonces desmontadas falsificaciones, aprovechando el desguace cultural e intelectual de nuestro tiempo. Fue entonces, como en estos momentos, una manipulación emocional de la prensa.
Ante esta falta de ética de los productores y divulgadores de este tipo de programas de consumo rápido e irreflexivo, ustedes tienen precisamente esto, la serenidad, sensatez y reflexión que pueden hacer para dilucidar lo que tiene calidad de lo que no y lo que es cierto de lo que no lo es.
El lugar de la verdad no es la simple proposición, sino la argumentación, cuya concatenación y coherencia hay que averiguar. Esta tesis y esta advertencia de Hegel son todavía más pertinentes en la época actual, cuando la verdad, más que una proposición simple y elemental, se reduce a una percepción que pretende ser inmediata e incontrovertible, pero en realidad es provocada por una imagen hábilmente manipulada o por lo menos seleccionada cuidadosamente con un fin (1).
El abuso de las emociones es moneda corriente y se emplea con fines políticos y económicos bastante turbios.
El mal de Silvestre y compañía no solo está en mentir sobre el pasado de Ucrania, también en hacerlo sobre su presente, ocultando la vuelta del fascismo a Ucrania y haciéndolo pasar como un triunfo de la democracia. La violencia existente se carga contra la policía, incluso se deja caer que fueron ellos los francotiradores responsables de los disparos contra civiles, cuando la realidad fue la contraria. La violencia venía de manifestantes nazis muy agresivos y es bien conocido, ya desde 2014, que los asesinos estaban a sueldo de la oposición y de potencias extranjeras, lo reconocían hasta el titular de Exteriores de Estonia Urmas Paet y la Jefa de la Diplomacia de la Unión Europea Catherine Ashton.
Lo que fue el Euromaidán no es lo que nos contaba una suplicante y embustera Yulia. Los hechos no eran nada similares y se mostraban una y otra vez a pesar que las organizaciones mediáticas los intentasen maquillar u ocultar.
El motero Miquel Silvestre estuvo en Odessa, pero pasó de largo ante una de las más horribles masacres en Europa y la más documentada, perpetrada allí en mayo de 2014.
No se dejen engañar por todos estos tramposos de la comunicación que se aprovechan del desconocimiento y la buena intención, pese a que ya prácticamente no exista el periodismo serio, el decente, no dejando lugar ni espacio para el análisis racional, ético y riguroso, porque no les conviene, ya que los descubre.
Estamos en presencia de una técnica de manipulación que (2) “limita gravemente la libertad de elección de los espectadores”; “los espacios para el análisis racional se reducen al máximo, sobre todo explotando el efecto emotivo de la rápida sucesión de imágenes” (Dotori, 2011, pp. 43-44).
En esta explotación amoral continúan, hasta utilizando programas de viajes, haciendo odiar y entrar en ira contra otras personas como usted y como yo. Que no les confundan, no caigan en la trampa.
Referencias-Notas:
1.- Domenico Losurdo. La izquierda ausente. El Viejo Topo. 2014. p.110.
2.- D. Losurdo. p.112.
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