Teoría de la posibilidad
Por Lilith Rojo*. LQSomos.
Hemos asumido que lo imposible no será posible si no le interesa a la guardia pretoriana de la estructura de detritus pétreos del reino de España
Me gustaría saber en que momento se ha pasado de corear “nada es imposible” al pragmatismo político sin pestañear. Cuándo hemos renunciado a los máximos para mendigar los mínimos. No hablo de en qué minuto de la historia, ese podríamos establecerlo en pactos con Mefisto por sillas envenenadas. Pactos con quien se cobra el alma de proyectos, que supuestamente salieron de la indignación de la calle. Pactos donde solo se desgasta quien se puso la pinza en la nariz para que los de siempre sigan rentabilizando el esfuerzo ajeno. Pactos con aquellos que se desgañitan pregonando ¡eso es imposible! hasta que las estrategias de sus siglas y por arte de sus intereses lo hicieron posible sin vergüenza alguna. Principios finalistas. Dónde ha quedado aquello de la política es el arte de hacer lo imposible posible en beneficio del vulnerable, no del rédito de partidos que siguen apuntalando la transición, la corrupción y la corona. Cuándo nos rendimos sin darnos a penas cuenta de que ampliábamos con alegría las inmensas tragaderas, que a base de presionarnos sin descanso, hemos desarrollado. Cómo podemos salir a defender sin sonrojo de nuestra coherencia pequeñas concesiones, que casi siempre vienen acompañadas de una letra microscópica, que casi nunca acabamos leyendo, esa que demuestra que hecha la ley hecha la trampa.
¿Cómo nos han domesticado hasta este punto y por qué lo estamos aceptando con tanta pasividad? ¿Por agotamiento, desencanto, miedo, o por todo junto? Son las preguntas que me hago cada día y la respuesta me descorazona, a pesar de no haber sobrepasado mi autoimpuesta utópica última línea roja. El límite de abrazar el pragmatismo posibilista como solución política a los problemas que nos crean cada día. Todo esto en uno de los momentos históricos más críticos de los últimos tiempos, no tanto por la concatenación de acontecimientos nefastos que nos asolan, que también, si no por la falta de respuesta ciudadana a tanto cínico despropósito. Ese es el verdadero problema, la ausencia de cabreo del personal o que la indignación del que se siente pisoteado se disipe en un abrir y cerrar de ojos. Si delegamos sumisos el cumplimiento de nuestras reivindicaciones únicamente en las urnas y asumimos la decepción de ver desaparecer la ilusión de luchar por lo justo fuera de los colegios electorales, todo seguirá igual. Si lo votado sirve para acabar engrasando la máquina bipartidista, que no ha desaparecido por muchas siglas que hayan entrado en el parlamento, parte de la culpa es nuestra por omisión de acción. Igual mis reflexiones son fruto de mi pesimismo, o no sé valorar lo conseguido, o tengo falta de realismo político, quizá esté desfasada y no entienda que ahora la izquierda es así. Igual es que a la incipiente vejez soy cada vez más una inconformista disidente de alineación con toda sigla por indisciplina congénita. Quizá me falte sentido del humor para apreciar el circo de intercambio de cromos en nombre del mejor menos que nada, aunque ese menos ponga puertas a la protesta, tan necesaria para no estancarnos en la complacencia del menos da una piedra. Olvidando que el valor de una piedra depende de las manos que la sostengan y el manual de usuario, véase argumentario, que la acompañe. Lástima que hayamos acatado aquello de dos piedras con tanta resignación.
Y así asistimos a ver como aquellos partidos calificados de antisistema, de terroristas, de rompeespañas, se han aclimatado al hábitat del juego político nacional. Rebeldes sin rebeldía, que venden a sus parroquias sus logros ufanos por haber arañado superficialmente al monstruo. Un bicho insaciable que les permite presumir lo justo para que puedan seguir legitimando que el estado español es democrático.
Hemos asumido que lo imposible no será posible si no le interesa a la guardia pretoriana de la estructura de detritus pétreos del reino de España. Y así nos pastorean, con más o menos garrota, desde un tiempo al que no alcanza nuestra debilitada memoria. El camino que nos marcan es el del precipicio de su ambición y si no reaccionamos acabaremos vencidos, una vez más, bajo una lápida de triste epitafio: Aquí yacen los que renunciaron a lo imposible.
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Cómo no asumir los convincentes y sentidos párrafos precedentes. Que, al menos, no nos abandonen ni la lucidez ni la memoria. Esta última hace ya años que algunos, en su momento jóvenes y conspicuos rebeldes, la fueron perdieron por el camino hacia las “instituciones”. Ejemplo: ¿ qué fue de aquellas vitriólicas referencias a “la casta”, omnipresentes en los discursos de aquel , ya lejano 15-M , origen de … ? Evidentemente, hoy , curiosamente desaparecidas, son ajenas a “esas ministras” y a “esos ministros”, otrora tan indignados debeladores del sistema y hoy …