Time goes by
Carlos Olalla*. LQS. Octubre 2019
El exilio es la única patria del exiliado y de los que finalmente deshacen la maleta que, cuando partieron, pensaron que nunca desharían porque no iban a tardar en regresar
Time goes by, el tiempo pasa, y de qué manera. En los lejanos días de nuestra infancia no es que pase lento, es que ni existe. Cuando jugábamos y andábamos enfrascados en nuestro mundo las horas duraban segundos, pero cuando nos aburríamos en aquellas interminables clases de menos de una hora nos parecía que duraban meses, si no años. Y luego, conforme crecemos, vamos tomando consciencia del paso del tiempo que, llegada la madurez, empieza a acelerarse a un ritmo frenético e imparable. Apenas hemos dejado la playa nos encontramos comiendo turrones; apenas celebramos nuestro cuarenta cumpleaños nos vemos apagando ya cincuenta velas. Y, lo peor, esto cada vez corre más y más desde el momento en que tomamos consciencia de que ha empezado la cuenta atrás y de que nuestro hoy es el mejor de los días que nos quedan. Es entonces cuando la compañía de la soledad se hace más presente y nos trae a todas aquellas personas que fueron más o menos importantes en nuestro viaje, y que, por una u otra razón, dejaron su huella en nosotros. Hay objetos o situaciones que facilitan ese encuentro con lo que perdimos, con lo que quedó atrás. Pocos como Vinicius de Moraes o Pablo Neruda para hablarnos de ello. Vinicius lo hace revisitando aquella vieja mesa de escuela en la que vivió sus primeros amores y escribió sus versos primeros; Neruda, en cambio, lo hace a través de un metafórico viejo tren vacío que le trae la presencia de las soledades compartidas con las que ha recorrido el camino de su vida.
Francisco, el hermano menor de Federico García Lorca, tuvo que vivir la experiencia del paso del tiempo desde otra realidad mucho más dura: la del exilio. Cuando asesinaron a Federico huyó de España y tuvo que abandonar su carrera diplomática ya que había sido un legítimo representante de la República. Se refugió en Estados Unidos para dedicarse a la docencia. Cuando murió, en 1976, encontraron en su mesa una carpeta llena de poemas que le había escrito a su hermano. No se los había enseñado nunca a nadie. Fue su forma de crear un universo particular e íntimo donde poder reencontrarse con él.
Luis Cernuda, fue uno de nuestros más grandes poetas que, como tantos, tuvo que huir al exilio para escapar a la dictadura franquista. El exilio es un doble destierro del que nadie puede volver. Por un lado es el espacio el que nos separa de la tierra que dejamos atrás: nuevo país, nuevo trabajo, nuevas amistades, nuevos amores, nuevas costumbres… Por otro es el tiempo el que nos impide regresar a la patria que dejamos atrás porque, aunque regresemos algún día, ya no quedará nada del mundo que dejamos atrás. El exilio es la única patria del exiliado y de los que finalmente deshacen la maleta que, cuando partieron, pensaron que nunca desharían porque no iban a tardar en regresar. El tiempo pasa siempre sí, pero nunca de igual forma para todos.
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