Tío Tom ataca Siria
Cuando un negro juega a ser blanco, y consigue el suficiente poder como encarnación del Tio Tom, sin raíces profundas en sus orígenes, puede que el desvarío producido por ese poder le lleve a querer ser más blanco que un relámpago republicano “wasp”. Y, a partir de ahí, le patinen las neuronas.
A Barach Obama, presidente de los EEUU, parece aquejarlo la misma anomalía megalómana y acomplejada que a Michael Jackson. Estando en en la cúspide del éxito, teniéndolo todo, les falta la piel blanca para conseguir la "perfección" y ser aceptados en el Olimpo de los indiscutibles "urbi et orbi".
Obama logró ser presidente con el eslogan “we can” que se anunciaba como una Nueva frontera en la política. Si hubiera sido sincero tal vez tendría que haber dicho "we cannot"; aunque así no le habrían votado. No sería espectáculo. El caso es que ya va por el segundo mandato y no ha conseguido gran cosa de peso. Pequeños logros cosméticos sin importancia real. Nada de verdadera trascendencia. Ni ha cambiado los EEUU ni cambiará el mundo. Eficaz retórico, artífice del simulacro, al final nos damos cuenta de que detrás de sus discursos no hay hechos de importancia estratégica, sóĺo luz de gas, meras parábolas publicitarias prestadas por los oficiantes de humo de la Casa Blanca.
Obama se presentaba a sí mismo como paloma garante de la paz y un talante de diálogo. Le dieron el Nobel de la Paz. Al halcón Henry Kissinger, artífice de los bombardeos más crueles de Vietnam y los golpes de Estado fascistas asesinos de medio mundo, también le concedieron el premio Nobel de la Paz. El prosionista Kissinger es un pilar fundamental para el Estado hebrero de Israel.
Alfred Nobel inventó la dinamita y quizá eso produzca una tara en la concesión. El error no es cuestión de razas; a tenor de la realidad, ese premio de la Paz parece estar gafado por un error permanente. Que quizá tenga que ver con sus orígenes.
Cuando las cifras de la crisis no cuadran y no vienen las ideas, la letania de un presidente de los EEUU es buscarse un enemigo exterior. Así lo hizo George Bush con Sadam Hussein en Irak. El diablo de Obama se llama Bachar Al Assad. Damasco será destruida para mayor gloria guerrera del error. Pero Siria está fronteriza con el Irán de los "mullahs" que tienen la bomba y los misiles amenazantes contra Israel y su sionismo expansionista.
Ahora mismo Obama ha ido demasiado lejos y no puede retroceder sin dar imagen de debilidad en el liderazgo, algo que no se perdona en la política de Wahsington. Obama está preso de su retórica, que lo envuelve como una tela de araña. Los lobbys del complejo militar-industrial, petrolero, representados en el Congreso le presionan para que “haga algo” (productivo). Ni siquiera ha sido capaz de cumplir su promesa de cerrar la base de Guantánamo. Pero, para salvar su imagen de estadista, Obama no duda en colgarse de la noble figura de Martin Luther King o de buscar hacerse la foto de prestigio con un Nelson Mandela agonizante.
Tal vez para emular al capital estratega republicano Henry Kissinger, Obama va a la guerra contra Siria de la mano de los peores halcones del Pentágono. Para demostrar que, como dijo Luther King, en EEUU un negro podría llegar a ser peor que un republicano blanco. Por el momento, la mayoría de los reclusos de las cárceles del sueño americano siguen siendo negros. Y los condenados a muerte también.
* Director del desaparecido semanario "La Realidad"
