Toro de la Vega, entre el aldeanismo fanático de la España negra y la cutrez de una analfabeta TV
El que vive de las tradiciones jamás progresa, dice un viejo aforismo, aunque el compositor francés Maurice Ravel fue más lejos: “La tradición es la personalidad de los imbéciles”. Y algunos imbéciles apelan a la tradición para mantener determinados festejos de dudoso buen gusto. La cofradía de aldeanos en el siniestro pueblo de Tordesillas, que cada año conmemoran el lanceamiento y muerte de un animal, nos retrotrae a la España del tradicionalismo medievalista, a la de la hoguera y al oscurantismo. Parece como si el progreso se hubiera detenido ¿Qué sentido tiene celebrar y promocionar públicamente un espectáculo bárbaro? ¿Qué interés tiene para la mafia política reaccionaria del PPSOE (incluida esa secta llamada UPYD) en seguir defendiendo un espectáculo donde se acribilla con sádica satisfacción a un animal hasta la muerte? Muy sencillo: además de tener convicción propia sobre el negocio de la tortura taurina, lo fundamental es mantener su culo pegado a un voto clientelista, como aquellos oligarcas y caciques de la España del siglo XIX de los que hablaba el gran regeneracionista Joaquín Costa.
El progreso no sólo se mide por los avances científico-tecnológicos sino por la capacidad intelectiva humana de razonar, sensibilizar y racionalizar, de tener empatía por el sufrimiento ajeno, de los más débiles, por supuesto, de los explotados y los marginados, aunque en este caso se trate de un animal, siempre entre los más expuestos a la barbarie de otros animales: los que llevan dos patas y una mierda por cerebro. Que conste que no soy de Pacma ni de ningún grupo o partido “animalista”, ni pretendo serlo, sólo opino sobre lo que creo que “veo”.
El Toro de la Vega es una aberración consensuada y publicitada desde los poderes públicos que, además, moviliza a su guardia pretoriana civil (o incivil) para blindar esa vergonzante velada taurina y proteger mafiosamente, de este modo, tanto el festejo como al grupo minoritario de paletos cavernarios allí congregados, no sea que los rebeldes antitaurinos vengan a aguarles la fiesta. Nos dicen, según fuentes de la GC, que este año hubo 50.000 vándalos asistiendo, directa o indirectamente, a la tortura del animal. Huelga decir que esa cifra está totalmente falseada y manipulada de forma escandalosa (algo muy habitual cuando las fuentes son de los aparatos del Estado), porque allí no había más que unos cuantos centenares (a lo más, un par de miles, o ponga usted a la totalidad del pueblo) de zarrapastrosos sádico-forajidos, incluidos los políticos. Había que contrarrestar la cada vez más contumaz oposición ciudadana a este tipo de “espectáculos” engordando artificialmente la cifra de asistentes. Tordesillas es, definitivamente, un pueblo despreciable, la representación de la España machadiana de charanga, pandereta y frascuelo, peor aún, es la España inquisitorial, atrasada, inculta…miserable, la del esperpento valleinclanesco.
La cutrez barriobajera y navajera de Tordesillas se ha extendido hasta esa máquina de promocionar imbéciles, supersticiosos y catetos, que son las televisiones. La tristemente famosa e inculta Mariló Montero, especialista en “pajas mentales” matinales del tipo “no está científicamente demostrado que el alma no se transmita en un transplante de órganos”ha vuelto a la carga para asegurar que la “fiesta” del Toro de la Vega es una tradición “maravillosa” que tiene “miles de años”(nada menos). Es probable que así sea (con permiso del imperio romano), tanto como las escasas capacidades intelectivas de la Mariló, que en miles de años ha pasado de evolucionar de la ameba uno a la ameba dos. Aunque lo peor no es que una incapaz mental hable en esos términos. Lo peor es que está colocada ahí, en la televisión pública, que pagamos todos, no sé si para escarnio propio, como muñequita de pim pam pum o recomendada por otros tipos con pocas luces (dicen que su ex, el falsimanipulador Carlos Herrera, de la misma escuela ideológica que Losantos, tuvo mucho que ver para colársela a los socialistos de Zapatero)…
Pero algo si está claro: la cultura televisiva en este país consiste en poner floreros con una cara bonita y una inteligencia propia del jurásico (aquí tiene mucho que ver ese feminismo o femiestupidismo de cuota y despacho, que ahora no ladrará excesivamente con esta Montero, porque la ideología de género vale hasta para las inútiles). También gustan de promover a cronistas del marujeo, programar telenovelas y shows-basura amañados, made in USA. Incluso las presentadoras de los “telediarreos”(gran expresión de LCC) tienen que ser “bonitas” por decreto, peinar postmoderno o ponerse a tope de maquillaje (aunque en lo sustantivo resulten estar sobreactuadas, son sensacionalistas y manipuladoras, además de engoladamente insoportables, léase La Sexta). Todo vale si se consiguen fácilmente lobotomizados para el sistema, borreguitos dócilmente amaestrados, cuanto menos formados, mejor.