Transgénicos, ¿producen o no?
Sigue la resistencia social contra la siembra de transgénicos en México, con protestas y foros en varios estados. Ante la demanda de Monsanto, DuPont y Dow para sembrar millones de hectáreas de maíz transgénico en Sinaloa y Tamaulipas, Sagarpa continúa sin hacer pública su decisión ante un tema tan vital para el país.
Varios funcionarios y las empresas declaran que se necesita este maíz manipulado para aumentar la producción, un argumento falaz, pero que encuentra eco en algunos sectores, que se preguntan si los transgénicos serían una opción para la suficiencia alimentaria. Por ser un tema recurrente, resumo aquí los principales hallazgos técnicos al respecto, de fuentes independientes, no cacareo de empresas y sus acólitos, que hacen afirmaciones que no tienen sustento en la realidad.
Las estadísticas oficiales de más de una década en Estados Unidos (por lejos el mayor productor de transgénicos a nivel global) muestran que en promedio, los cultivos transgénicos producen menos que los cultivos convencionales, y que en conjunto, usan mucho más agrotóxicos.
Mencioné antes un estudio (La Jornada, 9/3/2013), donde investigadores de Wisconsin encontraron que el maíz transgénico de ese estado, produjo menos que los híbridos en casi todos los casos analizados durante varios años. Los resultados coinciden con otros de diferentes universidades (Kansas, Nebraska, entre otros).
No obstante, el estudio sobre productividad de los transgénicos más amplio y detallado hasta el momento es el coordinado por el doctor Doug Gurian-Sherman, de la Unión de Científicos Preocupados de Estados Unidos, titulado justamente Failure to Yield (Falla de rendimiento, 2009), donde se analizan 20 años de experimentación y 13 años de comercialización de maíz y soya transgénica en Estados Unidos, basado en cifras oficiales (www.ucsusa.org/food_and_agriculture/our-failing-food-system/genetic-engineering/failure-to-yield.html).
Este estudio demuestra que los transgénicos fueron marginales en el aumento de producción agrícola en Estados Unidos y, en cambio, otros enfoques con híbridos convencionales y con orgánicos, aumentaron realmente los rendimientos en la cifras totales del país.
En el caso de la soya, los transgénicos disminuyeron el rendimiento (dato que se repite en todas partes) mientras que en maíz tolerante a herbicidas no hubo aumento y en maíz insecticida con la toxina Bt, hubo un ligero aumento, en promedio de 0.2-0.3 por ciento anual, lo cual acumulado da 3-4 por ciento en los 13 años analizados. El aumento se registró sobre todo en zonas de ataques muy frecuentes de las plagas para la cual están manipulados, que mayormente no existen en México.
Pero el dato más significativo es que el aumento total de rendimiento de maíz en esos años en todo Estados Unidos fue de 13 por ciento, o sea que 75-80 por ciento del aumento se debió a variedades y enfoques de producción no transgénicos. Resumiendo: si no se hubieran sembrado transgénicos en Estados Unidos, el total de producción de maíz hubiera sido mayor.
Además, la semilla de maíz transgénico es más cara que la semilla convencional, hasta 35-40 por ciento. Por tanto, el mínimo aumento de producción (0.3 por ciento) de los que sembraron transgénicos no compensó el aumento de gastos en insumos.
¿Por qué los agricultores de Estados Unidos siguieron sembrando transgénicos aunque tengan menor rendimiento y la semilla sea más cara? No tuvieron otra opción: las trasnacionales de transgénicos (que también son las mayores de venta de agrotóxicos) controlan a su vez la mayoría del mercado de otras semillas comerciales, que hay que multiplicar cada año para su venta. Las empresas sólo multiplican las que quieren vender, que son transgénicas, porque aumentan la dependencia del agricultor, aumentan la venta de sus agrotóxicos y pueden cobrar a las víctimas de contaminación (lo cual no pueden hacer con híbridos).
Un ejemplo paradigmático es el agricultor canadiense Percy Schmeiser, que el 16 de marzo habló en Culiacán en el Foro ¿Maíz Transgénico en Sinaloa?, convocado por organizaciones agrícolas del estado y Greenpeace. Schmeiser sufrió contaminación transgénica, pero se negó a pagar lo que pedía Monsanto y decidió denunciar la situación. Para quebrarlo moral y físicamente, Monsanto le endilgó tres demandas, una por un millón de dólares. Schmeiser llegó hasta la Suprema Corte, que dio la razón a Monsanto, pero lo eximió de pagar por la enorme publicidad que tuvo el caso. Si se autoriza la siembra comercial de maíz transgénico, se iniciará el mismo tipo de persecución en México contra las víctimas de contaminación. Por ello los organizadores del Foro en Sinaloa demandaron al gobierno rechazar las siembras de maíz transgénico y restituir urgentemente la moratoria contra éste, en lugar de imponérselo en su estado.
Los transgénicos producen menos, son más caros, conllevan riesgos de salud y ambientales y nunca son una opción más. Son un cultivo imperialista que contamina a los demás, por insectos o viento o el trasiego, silos y transportes.
México tiene muchas opciones no transgénicas y con semillas públicas para cubrir toda la producción de maíz que requiere y aún más (Ver Antonio Turrent, 2012) .
Además, 85 por ciento de los productores de maíz son campesinos y muchos siembran milpa, allí no sirven recetas únicas ni semillas híbridas, se trata de volumen en diversidad de cultivos, lo cual produce mucho alimento que no se contabiliza. Todas esas opciones más sanas y soberanas están amenazadas por los transgénicos y una política agrícola para favorecer a cuatro trasnacionales.
* Investigadora del Grupo ETC. Publicado en el diario “La Jornada”