Una conferencia de Juan Negrín
El domingo 1 de diciembre de 1929 la Casa del Pueblo de Madrid se hallaba abarrotada para escuchar la conferencia que, con el título de “La ciencia y el socialismo”, iba a pronunciar Juan Negrín López, un prestigioso médico e investigador científico que poco antes se había afiliado al PSOE. Releyendo su texto y el eco que tuvo en la prensa de la época, ahora que el PSOE se halla en una encrucijada histórica, se nos ofrece algunas reflexiones de interés, significativos paralelismos y contrastes con la situación presente.
En primer lugar, la figura del conferenciante, de Negrín, el cual, tras décadas de oprobios e infundios, ha ido recuperando la talla histórica que merece como estadista y como una de las figuras más relevantes del socialismo español. Negrín, tras realizar brillantes estudios de medicina en Alemania, Harvard y Nueva York, era catedrático de Fisiología en la Universidad Central de Madrid en donde formó a futuros investigadores como Grande Covián o Severo Ochoa y, pese a su gran prestigio, abandonó sus actividades investigadoras para dar el paso a la política. Ello, en estas fechas en que lamentamos la pérdida de José Luis Sampedro, nos recuerda la importancia que siempre ha tenido, y sigue teniendo, el compromiso de los intelectuales con la realidad política y social, de su intento por transformarla desde los valores de la ética y la justicia. Por ello, el PSOE, un partido de extracción obrera, recibía con entusiasmo la adhesión a sus filas de intelectuales de prestigio, esos intelectuales que, como señalaba Negrín, sienten el deber de “decir algo interesante y transmitirlo”.
En segundo lugar, el momento en que tuvo lugar, esto es, en la fase terminal de la dictadura del general Primo de Rivera, con un enorme descrédito de la monarquía de Alfonso XIII, proceso que traería poco después el esperanzador alborear de la II República el 14 de abril de 1931. Entonces, como ahora, los errores, torpezas y anacronismos de la monarquía, abrían el camino a la democracia republicana y por ello el PSOE, por encima de accidentalismos, debía de actuar como lo que es en esencia, como un partido “exclusivamente republicano”, ideal que, en la España actual, está recuperando afortunadamente el partido fundado por Pablo Iglesias.
La conferencia de Negrín se inicia exponiendo las razones que le indujeron a ser socialista a partir de sus convicciones profundamente republicanas pero, como señalaba seguidamente, “ser solamente republicano en nuestro país es no ser nada. Libertad política sin fundamento económico no sirve de nada”. Consecuentemente, dio el paso hacia el socialismo pues, al margen de la democracia formal, lo esencial, ayer como hoy, es el logro de derechos sociales y económicos para los sectores más desfavorecidos, algo que hoy en día tiene un especial significado ahora que nuestra sociedad está azotada por el drama del desempleo, los desahucios y la pérdida de derechos laborales y sociales.
Otro de los puntos interesantes de la conferencia hacía referencia a los ideales internacionalistas del socialismo. En estos tiempos de globalización neoliberal, es cuando más necesario resulta reafirmar la utopía internacionalista tanto en cuanto significa la universalización de los valores de la libertad, la justicia social y la solidaridad, una globalización imprescindible en esta época convulsa en que vivimos. Como señalaba Negrín, el serinternacionalista, no era sinónimo de ser “antipatriota”, pero ello no le exime de criticar con dureza todo tipo de nacionalismo excluyente, pues el socialismo no puede “compartir ni siquiera de lejos, el patriotismo agresivo, burdo, intolerante que cultivan los nacionalistas” y se pregunta en voz alta: “Cómo no hemos de poner el interés general de la Humanidad por encima del interés particular de la nación?”. Estas afirmaciones, desde la perspectiva actual, suponen un rechazo tanto al nacionalismo rancio y centralizador de la derecha españolista, ahora alentado de nuevo por las políticas del Partido Popular, como también, una firme oposición al espíritu insolidario y excluyente que anima a los nacionalismos periféricos. Por ello, Negrín no comprendería la excesiva deriva nacionalista de partidos nominalmente socialistas y en este sentido, un ejemplo serían las dos almas que pugnan dentro del PSC para marcar su rumbo futuro.
Para cambiar las cosas, Negrín recordaba que hay que implicarse, que no debemos desentendernos como ciudadanos de la política. Por esta razón, rechazaba el apoliticismo, la actitud de quienes se inhiben de la realidad y de los problemas de su tiempo (bien fuera la crisis de la monarquía en 1929, o de la crisis global, ahora), puesto que los apolíticos eran, a fin de cuentas, “conformistas” que, como apuntaba Negrín, en momentos históricos cruciales, “es lo peor que se puede ser”. Y, poniendo el ejemplo español, donde la política había sido tradicionalmente patrimonio de los caciques, de las oligarquías políticas y económicas que monopolizaban el poder, como ahora lo hace una clase política demasiado alejada del sentir y de los sufrimientos de la ciudadanía, la participación política era una herramienta de cambio tanto en cuanto debe servir para canalizar la indignación y la rebeldía social. Y ya para terminar, ahora que tanto se habla de la crisis de confianza política, Negrín afirmaba de manera premonitoria que, “en estos momentos en que tanto se detesta la política, achacándole todos los males que aquejan al país”, España había “enfermado” y, como buen médico, nos ofrecía su particular diagnóstico: “no es a causa del exceso de actuación política de sus habitantes sino por todo lo contrario. La mala política fue posible porque el pueblo vivió alejado de la lucha, porque no se le consintió intervenir en la actividad política”. Por ello, el compromiso cívico y el impulso de la democracia participativa son los instrumentos de un cambio social que, como nos recordaba Juan Negrín, era tan imprescindible en 1929 como lo es, también, ahora.
Publicado en El Periódico de Aragón