Una mujer, muchas mujeres. Sanlúcar de Barrameda 1936

Una mujer, muchas mujeres. Sanlúcar de Barrameda 1936

Ifigenia Bueno Bordell*. LQS. Abril 2021

La historia de una mujer vilipendiada y silenciada desde 1936: Rosa Rondán Rodríguez

Era un verano caluroso, un cielo azul sin nubes, nada hacía presagiar lo que se venía encima, las nubes y el frío que caerían encima de muchas personas en pleno verano.

Sanlúcar de Barrameda en la desembocadura del Guadalquivir, en 1936 contaba con una población aproximada de 28.000 habitantes. Una ciudad que según el historiador José Luis Gutiérrez Molina, era la más representativa del Bajo Guadalquivir en lo referente a la situación económica y social. Más de la mitad de la riqueza estaba en manos de muy pocas personas, 51, unidas todas ellas por fuertes lazos familiares. Los trabajadores eran jornaleros, unos 1.600 que se dedicaban al cultivo de la vid y en menos cantidad al cultivo del cereal. Había unas 500 personas entre pequeños propietarios y arrendatarios, conocidos como mayetos. Los otros dos sectores económicos de los que vive la población son el pequero y el bodeguero.

Durante la II República, la CNT se convirtió en el sindicato más importante de la población y en 1936 prácticamente los trabajadores de todos los sectores estaban controlados por el citado sindicato anarquista. Con más de la mitad de los obreros en paro, se reivindicaba el reparto del trabajo mediante la reducción de la jornada laboral sobre todo en el gremio de los viticultores. Al frente estaban Rafael García, Antonio González “El Rubito” y José Cao Ponce, personas que en el mes de julio serán los que hagan frente a los golpistas.

Los proyectos emancipadores del mundo obrero y los objetivos que pretendía la II República desde la victoria del Frente Popular no podían ser aceptados por los grandes terratenientes ni los sectores de la derecha por lo que prácticamente desde la victoria de las izquierdas se empezó a engendrar el golpe para acabar con la Republica y toda la filosofía de progreso, de cultura, de libertad, de igualdad que representaba.
Según nos cuenta en “Excidio” (1) Manuel Barbadillo, la reacción de la población sanluqueña fue desorganizada y violenta, pero a la vez asustadiza y al primer envite de los golpistas, huyeron en desbandada. Nada más lejos de la realidad. El sábado 18 de julio por la tarde, l@s sanluqueñ@s se concentraron en torno a los aparatos de radio que había por la ciudad para conocer el movimiento de los golpistas; el alcalde Bienvenido Chamorro ordenó el acuartelamiento de los 16 guardias civiles en su cuartel de la calle Luis de Eguilaz y de los 80 carabineros del cuartel de Bonanza. Por la noche parece que se confirma ya el golpe de estado y que las tropas de África han desembarcado ya en Cádiz. La gente empezó a salir de sus casas, hombres y mujeres llenaron las calles para conocer mejor la situación.

En un principio el alcalde dio orden de detener a los principales derechistas de la ciudad.

Mientras los dirigentes de la CNT tomaban posturas ante el golpe, uno de ellos “El Rubito” era partidario de no tomar las armas, mientras que los otros dos líderes, Rafael García y José Cao, eran partidarios de responder con las armas. De hecho, Rafael García convence a Bienvenido Chamorro para organizar conjuntamente la resistencia y parar el golpe en la ciudad, siendo el primero el que va a liderar todos los movimientos de la resistencia. Se declara la huelga general y se registran domicilios de derechistas reconocidos que poseen armas, para incautarlas. Igualmente fueron tomadas las dos ferreterías, el Sport y el Candado y el Monte de Piedad.

La huelga se extendía por toda la ciudad y hasta las sirvientas salieron de sus casas. A estas mujeres las movilizó una muchacha joven, Milagros Listán Bazán que con 16 años era la presidenta de la Sociedad de Rederas y Oficios, sociedad en el que estaba incluido el colectivo del servicio doméstico. Vestida de rojo y con un pañuelo con los colores de la CNT rojo y negro anudado al cuello fue sacando a las muchachas y mujeres del servicio a la calle para participar de la huelga general, junto con otros y otras colaboró requisando armas en los establecimientos antes citados y en casa de los militares, intuyendo que éstos se iban a unir al bando sublevado.

En esa movida de mujeres estaba Rosa Rondán Rodríguez, posiblemente trabajaba en alguna casa de los señoritos de la ciudad y azuzada por Milagros salió a la calle. Rosa había nacido en 1919, tenía por tanto 17 años. Era una chica guapa y alegre, pero tuvo la mala suerte de salir en una de las fotos que se hicieron de ese día. Eso sí, tenía la cabeza vuelta, pero sirvió para ser identificada por los vencedores unos días después.

La defensa de la ciudad se organizó cortando los accesos a la misma: La carretera de Jerez, la de El Puerto y la vía férrea, abriendo zanjas, destruyendo raíles y haciendo barricadas con árboles. El comandante Salvador Arizón (2), golpista, envió tropas al mando del capitán José Gil.
Chamorro y Rafael García dieron orden de que no hicieran frente a esta tropa, pensando que los carabineros los detendrían cuando llegaran al pueblo. Entraron disparando por el Carril de San Diego hasta el Ayuntamiento. Finalmente, tanto los carabineros como la guardia civil se unieron a esta tropa y destituyeron a los miembros del Ayuntamiento, nombrando una comisión gestora, presidida por Antonio León Manjón, cuya placa ha lucido en la calle Trascuesta hasta hace unos meses, que a petición del Foro por la Memoria Democrática de Sanlúcar fue retirada finalmente por el Ayuntamiento.

No obstante el pueblo seguía en huelga y hubo varios intentos de tomar el poder, desde las azoteas se “paqueaba”, hubo incidentes con la Guardia Civil en Trebujena que acudieron desde Sanlúcar a tomar aquella población y no lo consiguieron porque los trebujeneros les tendieron una emboscada que dio como resultado un muerto y varios guardias civiles heridos y este hecho levantó los ánimos entre la resistencia.

Otro hecho importante fue la actuación del Cabo Canalejo el día 21 por la mañana; destinado en el puesto costero llamado “Media Legua”, intentó encontrar adeptos por los bares y algunos cenetistas como García y Cao se unieron a él, pero con pocas armas, después de algunos tiroteos por la ciudad, terminó retirándose hacia el Cortijo de la Fuente y el resto huidos por los campos. Por la tarde entran las tropas de Regulares enviadas desde Jerez. Algún grupo hizo frente por la Cuesta del Ganado con barricadas y desde alguna azotea, en un principio se repliega la tropa, pero más tarde ya con los refuerzos enviados desde Jerez, atacan una casa confundidos y matan a toda una familia. Hubo 12 muertos y más de veinte heridos. Fue el final de la resistencia. La población empezó a huir por los campos y en barcas hacia el Coto de Doñana y empieza entonces la gran represión, una represión sistemática controlada por los delegados gubernativos de Orden Público siguiendo las pautas del General Mola y de Queipo de Llano, según el primero se necesitaba una actuación en extrema violenta para reducir lo antes posible al enemigo, que es fuerte y bien organizado… a los directivos de los partidos políticos, sociedades o sindicatos se les debería aplicar castigos ejemplares. De esta manera Sanlúcar como el resto de los territorios tomados por los golpistas, se transformó en un inmenso cuartel donde se torturaba y se aniquilaba de la manera más vil a todas las personas sospechosas de tener ideología izquierdista.

Con las mujeres también se practicó la represión, fue menor que la de los hombres, cuatro mujeres por cada cien hombres que sufrieron aquellas pantomimas que se llamaban Sumarísimos. La represión contra ellas, según nos cuenta Pura Sánchez en su libro “Individuas de dudosa moral” (3) fue diferente a la de los hombres. El modelo femenino tradicional había sido cuestionado y transgredido durante la II República y por tanto las rojas tenían que sufrir un castigo ejemplarizante y no sólo por tener un delito político, sino por haber realizado una doble transgresión social y moral. En sus fichas y juicios ni siquiera aluden a ellas como mujeres, ciudadanas o señoras, sino como individuas o sujetas de dudosa moral. Las mujeres fueron represaliadas con insultos, golpes y violaciones, tuvieron que soportar una durísima violencia simbólica para que sufrieran la humillación de su dignidad como mujeres: raparon su pelo al cero, les dieron a tomar aceite de ricino, las desnudaron y las pasearon por los pueblos y ciudades expulsando la incontinencia de sus intestinos motivada por dicho aceite. De esta forma señalaban su camino, del que nunca tenían que haber salido, el orden patriarcal católico y vivir entregadas al cuidado de la casa y sometidas a la voluntad del marido. Así se les recordaba dónde estaba su sitio; devueltas a sus hogares y a la invisibilidad como mujer, su ejemplo serviría de escarmiento a otras mujeres en lo sucesivo.

Este camino, aunque sin los castigos impuestos a las rojas, también tuvieron que seguirlo las mujeres del bando vencedor.

Estas mujeres tenían nombre y apellidos, como es el caso de Rosa Rondán Rodríguez, que a los pocos días fue detenida y llevada al Castillo de Santiago para ratificar su actuación durante los días de la resistencia al salir su imagen en una foto en un periódico. Ella siempre negó que fuera ella, porque la cara no se le veía, pero los golpistas estaban convencidos de que era ella, así que se le efectuó los castigos que antes se describen: rapada, purgada y paseada por la ciudad para intentar deshumanizarla. La llevaron hasta 7 veces al Castillo, pero ella siguió negando que la imagen del retrato fuera ella. Quizás esta negativa le valió para librarse de la cárcel, al no poder demostrarlo.

Rosa no fue solo represaliada, hubo más mujeres, entre ellas, Milagros Listán Bazán, la Redera, la líder revolucionaria, también fue paseada rapada y purgada para escarnio público. Ésta sí tuvo un juicio sumarísimo. Fue condenada por adhesión a la rebelión en la Prisión Central de Gerona, donde estuvo presa hasta 1941. También fueron rapadas y purgadas, Alicia, la señora que regentó durante muchos años su librería familiar en la calle Ancha, Encarnación Romero, abuela de una compañera de piscina, y tantas que guardaron silencio y se han perdido en la memoria.

La familia de Rosa Rondán sufrió en silencio impotente las constantes detenciones de su hija. Su padre no aguantó el sufrimiento y murió de un ataque al corazón, posiblemente de un infarto. Un hermano con 18 años fue obligado a incorporarse a la guerra para ir a luchar en la Batalla del Ebro.

Hace unos meses me cuentan esta historia tomando café, su hija Antonia Bazán y su nieta Ángeles Suárez Bazán, las dos grandes luchadoras por los derechos sociales quizás heredados por la genética.

Me contaron poco, porque su madre nunca más habló de aquello, la enmudecieron como hicieron con muchas y muchos. Lo que jamás hizo fue dejarse fotografiar por nadie. Sólo conservan una foto de cuando era ya muy mayor. Tampoco se volvió a dejar cortarse el pelo, ni siquiera las puntas, siempre con el pelo largo, liado en un rodete y vestida permanentemente de negro. Nunca supieron si militaba en algún partido político o sindicato, solo un hermano de ella le dijo a su hija Antonia, que la raparon por comunista.

Placa de Antonio León Manjón en la calle Trascuesta, hasta hace pocos meses

Me cuentan que cantaba muy bien, sería una forma de luchar contra las penas interiores que seguro nunca la abandonaron y ese cante lo ha heredado su otra nieta, la genial artista flamenca Alba Bazán.
Ese ha sido el triunfo de su silencio y sufrimiento, el testigo cogido por su hija y nietas, la lucha por la justicia social.

La historia de Rosa y de muchas otras es la historia de aquella España negra, de las mujeres que guardaron silencio, de las mujeres que lucharon contra el hambre y la miseria, de esa tapia de silencio que supieron levantar los vencedores ante el miedo a perder la vida o la libertad. Por eso entre otras razones tenemos que romper el silencio al que vivieron sometidas, conocer la verdad para intentar reparar el daño y sufrimiento que pasaron.

Notas, bibliografía:
1.- Excidio: Diario de la Guerra Civil en Sanlúcar de Barrameda. Manuel Barbadillo. Forum Libros
2.- El comandante golpista Salvador Arizón Mejías (Jerez, 1936-1963)
3.- Individuas de dudosa moral. La represión de las mujeres en Andalucía (1936-1958). Pura Sánchez. Editorial Crítica
La II República en Sanlúcar de Barrameda (1931-1936) José Antonio Viejo
Anarcosindicalismo y golpe de estado en el Bajo Guadalquivir: El caso de Sanlúcar de Barrameda. José Luis Gutiérrez Molina

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