Pensamientos antes, después, luego… de andar en tu ciudad
Unos pensamientos antes, después, luego… de andar dentro de tu cuerpo, de tu ciudad, de tu mundo, del único idioma que nadie puede compartir, enseñar…
No hay un antes o un después… simplemente un ahora que contiene una ciudad misteriosa, un cuerpo imposible de conocer, aunque tengamos muchos siglos por vivir…
Es posible que tampoco yo pueda estar aquí, a tu lado. Es posible que nunca los dos estemos o seamos… En estos momentos (o ya son un simple eco), tú te mueves en la cocina, preparando algunos manjares en
una noche de verano que nos acompaña y algunas sensaciones me mueven, me impulsan a escribir estas cosas…
Nos atormentamos, nos llenamos de palabras, nos perdemos en culpas o en situaciones que ya han terminado, que ya han fenecido.
Yo ya no soy el mismo de hace unos minutos y me siento bien. No tengo la misma capacidad de visión que hace un mes, pero me encuentro bien a pesar de que me siento limitado a la hora de moverme, de leer, de poder deambular sin rumbo.
Lo que realmente me agrada sobremanera en la vida es pasear sin rumbo. Es mi verdadera vocación. Soy un paseante vocacional. Me he recorrido cientos de veces Valencia, Barcelona, Sevilla… Y siempre en solitario. Es bueno aprovechar el amanecer y empezar a conocer los olores de los jardines, los despertares de las plazas, callejuelas, callejas…
Si uno quiere conocer y amar una ciudad, debe ir en completa soledad, sin prisas. Uno debe pasear con mucha calma, aprovechando la bondad de las primeras horas de la mañana.
Estoy convencido que visitar una ciudad es como amar una mujer. Uno tiene que ir siempre muy despacio, sin prisas. Uno tiene que evitar pisar sus zonas nobles con torpeza… Debemos acércanos con devoción sacra, con entusiasmo contenido y totalmente reverencial a sus monumentos. Y es seguro que los mejores, los más excelsos parajes y monumentos son los que no figuran nunca en las guías oficiales. O si constan, lo hacen de forma superficial y desconsiderada. De hecho, la zona más misteriosa y enigmática de ciudades como Sevilla, o la cervantina Barcelona, o la que es mi tierra natal: Valencia… no suelen ser citadas en los manuales, en las guías turísticas institucionales. ¡Menos mal! No es bueno vivir los momentos de felicidad, de placer en multitud.
Las cosas buenas se deben compartir con personas elegidas, con personas muy especiales, que saben bien hablar y entender tu lenguaje, que saben mirar muy lentamente;
Las cosas buenas no precisan, no tienen idioma, pues no hay sonidos ni signos ni materiales que puedan reflejar el sentido y la vida que hay en todo lo que es verdad, en todo lo que es hermoso, en todo lo que es verdadero… Por eso, una ciudad es igual que una mujer: nunca se puede conocer; nunca se pueden desvelar los secretos, la esencia, los jardines que hay en ese templo, en ese mundo, en ese remanso belicoso y lleno de ternura que es siempre una mujer, una ciudad a la hora del amanecer… antes que los ojos puedan escribir en el cielo tu nombre primero…
Mi verdadera patria, mi verdadera profesión es poder deambular y ver tu ciudad, ese cuerpo interminable que vive antes que cualquier palabra.
Mi verdadera patria es poder ver con tus ojos, ver y sentir con los ojos de Azul.
Y tú, que eres mucho más que el significado o la sustancia que contiene el vocablo, el sonido AZUL, el signo… me dices mucho más de lo que yo pueda decir en cualquiera de mis discursos atropellados…
No preciso ya recorrer otras ciudades, otros mundos, pues con tu cuerpo a mi lado, ya puedo entender y hablar todos los idiomas, interpretar todos los sueños, recorrer todos los paraísos y sueños ajenos…
La belleza, la poesía siempre es actualidad; las noticias y los telediarios son siempre el pasado, la ruina, el burdo entretenimiento de los necios…
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