Valencia Vibran: sobre la participación entendida como necesidad
Antonio Marín Segovia. LQSomos. Junio 2015
La formulación de propuestas concretas en torno al asunto de la “participación” se crea a diario, en silencio…
La participación debe ser entendida, vista, sentida y vivida como un acto normal de nuestras propias vidas.
La participación se aprende participando, denunciando, comprometiéndose, asumiendo e interiorizando hábitos que ofrezcan una nueva visión de sociedad, que logren acabar con la esclerosis totalitaria que padecen sindicatos, partidos políticos, asociaciones, ONGs, instituciones…
No entiendo ni entenderé nunca estas ferias tipo “Valencia Vibrant” sobre propuestas, cuando ya hay numerosos colectivos, entidades y personas que llevan toda la vida estudiando, observando, interpretando, analizando, reflexionando e interviniendo en la ciudad, en su barrio, en su vida propia… a través de denuncias escritas, iniciativas que presentan a las autoridades competentes y a diario.
Hay mucho ruido y pocas nueces en torno al tema de la moda de la participación y las asambleas “abiertas”.
La verdadera “Valencia Vibrant” la “Valencia Participativa y Valiente” es aquella que sabe y quiere implicarse e interviene, reflexiona, observa y denuncia a diario las desmesuras del poder, los disparates de las instituciones, los atropellos, olvidos y abusos de cualquier organismo público o privado. Esa es la “Valencia Valiente y Participativa” que necesitamos y que debemos hacer llegar al resto de vecinos y personas que habitan en los diversos barrios de una ciudad repleta de profundos desequilibrios, desajustes y carencias.
Los que construimos o queremos crear una Valencia abierta, amable, valiente, digna… somos mucho más que un grupo de personas que se reúnen una vez al año para “inventar” la pólvora o dar a conocer ciertos datos estadísticos, pues sabemos que la pólvora y la estadística hace ya tiempo que existen y se comercializa para la realización de explosivos por un grupo de magnates, ajenos a toda idea de Democracia. Ya sabemos que existe el FMI y otros organismos tóxicos. Ahora toca organizarse y actuar para derrocar a los genocidas con traje y corbata.
Lo importante de verdad en asuntos de participación es, única y exclusivamente, atreverse a participar, atreverse a denunciar día a día aquellos que nos lesiona, nos perjudica o nos impide vivir dignamente. A participar se aprende únicamente participando igual que a amar se aprende amando. Y participar debe entenderse y sentirse como un hecho cotidiano, sencillo, fácil, directo… que cualquier persona puede y debe hacer, sin olvidar que uno precisa conocer y dominar algunas herramientas legales y recursos dialécticos.
Sin denuncia escrita, sin movilización y sin organización en torno a programas radicales, no hay ni habrá un cambio esencial y duradero en las estructuras institucionales y modos de pensar de nuestros convecinos.
La participación que se queda en la teoría y en la lucidez circular que emana del agua lustral de los claustros universitarios, no sirve para lograr transformaciones radicales y eficientes de nuestros modos de ver, de nuestros modos de sentir, de relacionarnos y de vivir interior y exteriormente. Esa participación es un mero ejercicio destinado a calmar la sed de un distinguido grupo de universitarios, encantados de haberse conocido y que viven muy lejos del mundo real y sus realidades poliédricas. Esos actos de “Valencia Vibrant” son un buen adorno para aumentar el curriculum de sus actores y participantes, pero carecen de trascendencia y eco duradero en el conjunto de nuestra anestesiada sociedad de consumo, donde todo lo que es moda es devorado y neutralizado vertiginosamente por los jugos gástricos del poder.
La gran pregunta qué deberíamos hacernos todos es: ¿Realmente queremos crear una sociedad participativa y educar a nuestros niños, a nuestros jóvenes, a nuestros amigos y vecinos en la necesidad y obligación de implicarse directa y abiertamente en los asuntos que nos afectan y condicionan, directa o indirectamente?
Y si realmente queremos crear una sociedad participativa, reflexiva, es básico aceptar y asumir que, el primer paso es dotar de herramientas eficientes y operativas a las entidades y personas que desean transformar la sociedad. Falta cultivar y extender una pedagogia activa, reflexiva, crítica, visible y radical destinada a educar a todos en la participación, una participación militante que exija y vislumbre un cambio de todo, incluyendo el sistema productivo o las actuales y caducas instituciones.
Sin una agitación y propaganda continua en la oficina, en la escuela, en el taller, en nuestros puestos de trabajo, en nuestro hogar, en nuestros lugares de ocio y recreo… que nos anime y nos zarandee sobre nuestras obligaciones y derechos, jamás se podrá hacer efectiva y real una participación transformadora de nuestro entorno, de nuestro sistema productivo, de nuestro modo de ver, sentir y vivir…
Notas:
– Valéncia Vibrant
– Benicalap Noticias
– País Valenciá-LQSomos