Viviendas que resisten al cambio climático
Por Zofeen T. Ebrahim*
Las lluvias torrenciales que afectaron al sur de Paquistán en 2022 dejaron sin techo a gran parte de los habitantes. Arquitecta de relevancia internacional, Yasmeen Lari ha concebido nuevas viviendas inspiradas en construcciones tradicionales de tierra y de bambú que son capaces de resistir a inundaciones y terremotos
La Fundación Heritage ha construido 10.000 viviendas desde 2022
“¡Mi tejado ya no tiene goteras!”, responde la joven Devi, de 22 años, cuando le preguntan qué es lo que más le gusta de su casa nueva. Como casi todos los habitantes de Akhund Jo Khoo, en la provincia de Sindh, unos 200 kilómetros al norte de la ciudad portuaria de Karachi, Devi perdió casi todo en 2022 cuando unas lluvias torrenciales se abatieron sobre la región.
Tras varios meses en un campamento improvisado con sus dos hijos de siete y ocho años, acaba de mudarse a una chaunra, la vivienda de una habitación tradicional de esta zona desértica. Y no es la única. Sadqa Paquistan, una empresa social paquistaní, ha construido 77 viviendas en su pueblo.
Entre junio y septiembre de aquel año, Paquistán sufrió su monzón más devastador, con inundaciones que dejaron sumergido un tercio del país y que afectaron a 33 millones de personas. La evaluación gubernamental de las necesidades tras el desastre estimó los daños totales en 14.900 millones de dólares estadounidenses y las pérdidas económicas en 15.200 millones. En la provincia de Sindh, que tiene 50 millones de habitantes y que fue la más afectada, dos millones de viviendas resultaron dañadas, el 75% de las cuales eran de tierra.
Viviendas resistentes a las inundaciones
Al igual que su antigua casa, la nueva chaunra de Devi también está hecha de arcilla y bambú. Solo que ésta es mucho más resistente que la antigua. Yasmeen Lari, la famosa arquitecta paquistaní de reputación mundial, ha concebido estas viviendas basándose en conocimientos locales que ha combinado con datos científicos y técnicos para hacerla resistente a las inundaciones.
La estructura elevada de las chanras evita que el agua penetre en caso de inundaciones. El bambú se trata para resistir a las termitas, y la tierra que forman las paredes se consolida añadiendo cal y cáscara de arroz. La estructura se corona con un tejado, hecho de varias capas de paja que garantizan una buena ventilación y mantienen fresco el interior. Las pronunciadas pendientes del techo cónico impiden que se filtre el agua de lluvia.
Yasmeen Lari también ha perfeccionado un horno de arcilla recubierto de cal que no tiene los efectos nocivos para la salud y el medio ambiente que tiene cocinar con fuego vivo. Esta solución ecológica emplea residuos agrícolas como estiércol de vaca o bloques de serrín, lo que reduce considerablemente el consumo de leña.
Aunque haga viento, llueva o tiemble la tierra, las casas se mantendrán en pie”, afirma la arquitecta octogenaria. Su organización, la Heritage Foundation of Pakistan, lleva 20 años dedicada a la arquitectura humanitaria, construyendo casas a prueba de desastres para mitigar las consecuencias del cambio climático. La Fundación ha construido 10.000 viviendas desde 2022.
Aldea cero residuos
Otra ventaja es que estas viviendas son fáciles de reparar y de sustituir. Sus materiales pueden transportarse y reutilizarse fácilmente si una familia decide, por ejemplo, mudarse. Y, además, “Lari moviliza a las poblaciones rurales, que pueden apropiarse de estos proyectos”, precisa Hira Zuberi, arquitecta independiente instalada en Karachi.
Pero no basta con construir viviendas destinadas a los pobres para sacarlos del círculo vicioso de la pobreza. “Las personas que viven marginadas tienen un potencial inmenso. Cuando reciben formación, adquieren su independencia económica”, asegura Yasmeen Lari, cuyo objetivo es reducir la dependencia de los habitantes de las ayudas y los subsidios.
Más allá de la necesidad de proporcionar una vivienda digna a las víctimas de las catástrofes, la idea es crear un círculo virtuoso, como en la localidad de Pono, en el distrito de Tando Allah Yar (provincia de Sindh, sureste), donde Lari ha concebido una ‘aldea de cero residuos’. Sus habitantes han construido cocinas de barro de bajo consumo energético, aseos compartidos para dos familias, un panel solar para 12 hogares y una bomba manual para ocho familias, todo eso por un importe de 43.000 rupias paquistaníes (unos 140 euros). “Han creado un huerto, crían gallinas y convierten en abono los excrementos de los retretes”.
Manos a la obra
“Queríamos ofrecer una solución a los aldeanos sin hogar con los que trabajamos desde hace 20 años, así que empezamos a buscar conceptos de vivienda de bajo coste. La propuesta de Lari no sólo era la más barata, sino también la de mejor calidad”, afirma Asad Ali, fundador de Sadqa Paquistan. Pediatra e infectólogo del Hospital Universitario Aga Khan de Karachi, trabaja para combatir la desnutrición crónica de la población rural de Matiari.
Hasta la fecha, la empresa ha construido 550 viviendas en casi 35 pueblos, y tiene previsto construir 60 más antes de finales de 2023. Sadqa Paquistan también planea aseos para compartir entre tres hogares y hornos de bajo consumo inspirados en el que inventó Yasmeen Lari.
Aunque el proyecto se financia con donaciones, la población local también participa en el proceso. Devi ha proporcionado a los trabajadores arcilla recogida en el pueblo para que fabricaran el revestimiento que luego cubrió con esteras de paja. “Una vez levantada la estructura, los propietarios ayudan a recubrir las paredes exteriores e interiores”, explica el Dr. Umrani.
Efecto dominó
En estos proyectos, la formación desempeña un papel capital. Sadqa Paquistan sigue el ejemplo de Yasmeen Lari consistente en transmitir conocimientos a través de un programa de formación. Jaman Rai, un estudiante de 18 años, fue uno de los seis hombres que fueron a Makli para recibir cinco días de formación práctica en el centro de capacitación de la Fundación Heritage, en el distrito de Thatta, en el sur. A su regreso, crearon su propio centro de adiestramiento en el pueblo de Bhoriyoon. “Se produce un efecto dominó”, señala. “Formamos a unos 60 hombres y varios de ellos han creado sus propios talleres”.
Jaman Rai, ahora maestro artesano y formador, se gana la vida decentemente y obtiene unos ingresos mensuales de unas 30.000 rupias (unos 96 euros). La primera casa que construyó fue la suya propia, para sustituir a la que se había llevado el agua. Ahora, que ya ha levantado otras 60, está firmemente convencido de que estas nuevas construcciones resistirán a las ráfagas de viento y a las lluvias más violentas.
* El Correo de la UNESCO
– Paquistán en LoQueSomos
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