Yolanda, una de las nuestras
Jesús Rodríguez Barrio*. LQS. Marzo 2013
Nací en el barrio de Vallecas, muy cerca del lugar en el que más tarde estuvo la escuela de formación profesional en la que estudió Yolanda. Allí transcurrieron mi infancia, mi adolescencia y la primera parte de mi juventud. También allí fui detenido a tiros por la policía franquista.
Nací en el barrio de Vallecas, muy cerca del lugar en el que más tarde estuvo la escuela de formación profesional en la que estudió Yolanda. Allí transcurrieron mi infancia, mi adolescencia y la primera parte de mi juventud. También allí fui detenido a tiros por la policía franquista.
No conocí personalmente a Yolanda: yo había nacido siete años antes y en 1980 ya no era un estudiante. Había terminado mis estudios y había empezado a trabajar como profesor ayudante en la universidad. Pero su asesinato, y el de otros jóvenes como ella, marcó de forma profunda la memoria que tengo de aquellos años.
Una memoria, la de aquellos años, que tiene un sabor agridulce para los que, como yo, habíamos sufrido la represión de los últimos años del franquismo.
Franco había muerto y ya no existían la Brigada Político Social ni el Tribunal de Orden Público. Los presos habían salido de la cárcel y se habían archivado los sumarios.
Habíamos resistido y estábamos enteros: no habían podido con nosotros.
Pero al mismo tiempo veíamos, con impotencia y rabia, como el terrorismo parapolicial asesinaba con impunidad. Nosotros sabíamos lo que era eso: nuestro paso por aquellas cárceles había sido un curso intensivo de teoría marxista del estado.
Sabíamos perfectamente que los gobiernos cambian pero el estado permanece. Siempre disponible para seguir sirviendo a los mismos en una situación diferente. No nos fiábamos. La clandestinidad antifranquista nos había enseñado a desconfiar siempre del poder.
Pero los jóvenes como Yolanda salieron a la calle a luchar. Por las mismas causas que nosotros habíamos luchado. Por lo mismo que siguen luchando los jóvenes de hoy.
Tomaron la libertad recién ganada y salieron a cara descubierta, completamente vulnerables ante los asesinos.
Carlos, Arturo, Mary Luz, Gladys, Germán, Yolanda…..y tantos otros…..Pagaron su generosidad con la vida.
Creo que siempre hemos tenido un cierto sentimiento de culpa hacia ellos: es como si hubieran sido nuestros hermanos pequeños y no hubiéramos sido capaces de protegerlos.
Sabemos que se sintieron reflejados en nosotros, igual que nosotros nos sentimos hoy reflejados en ellos. Porque, con unos años de diferencia, nos había enganchado lo mismo: la necesidad de luchar contra la injusticia y cambiar el mundo.
Sabemos, también, que sus asesinos no fueron unos incontrolados. Pero hoy no toca hablar de ellos. Y solamente diré que haremos todo lo posible para que, como dice aquella canción inolvidable, no tengan paz en el resto de sus días.
Porque nosotros estamos vivos y en pie. Y existimos, entre otras cosas, precisamente para eso. Nunca olvidaremos.
Hace muchos años que ya no vivo en el barrio de Vallecas, pero cuando camino por esas calles siento que cada esquina me trae un recuerdo y una sensación. Y en alguna ocasión, cuando he pasado por delante de la escuela, me he preguntado: ¿cómo sería hoy Yolanda?.
Creo que no es difícil saberlo: Yolanda fue lo mismo que hoy son los jóvenes sin futuro que toman las plazas y las calles. Hoy estaría en la calle, junto a ellos y junto a nosotros. Luchando por lo mismo por lo que luchaba a principios de aquél año 1980.
Yolanda fue, es y será siempre una de las nuestras.
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