La gentileza

La gentileza

Jesús Gómez Gutiérrez*. LQS. Junio 2019

No hay duda de que el país de las siguientes elecciones generales, municipales y autonómicas será más justo, más democrático y desde luego más culto que el actual

Por suerte, el sistema funciona

Me cuentan que la función teatral de los pactos y despactos políticos se acerca a su fin. Es una pena que no se alargue más. La prensa da a entender todos los días que el pueblo está entusiasmado o por lo menos esperanzado con el proceso, y quizá sea irresponsable que se le niegue una satisfacción social barata; particularmente, cuando dicha satisfacción es consecuencia de un desembolso de cierta enjundia: las elecciones mismas, que no se convocan con más frecuencia porque convertirían la fiesta de la democracia burguesa en un fiestón salido de madre, con la gente pidiendo que se deifique a unos candidatos cuya inteligencia y sensibilidad son tanto más visibles cuanto más posan.

Por suerte, el sistema funciona y hará olvidar pronto ese desliz. La derecha se llenará los bolsillos con más elegancia, depredará con mejor colmillo y detendrá a las hordas de inmigrantes sureños que amenazan con destrozar el paraíso hotelero de los inmigrantes norteños, grandes inversores del mercado inmobiliario; la izquierda pagará las deudas de la derecha, importará eufemismos del claustro liberal anglosajón y afrontará la pobreza con limosnas más deferentes mientras se asegura de que nadie dañe el mercado inmobiliario, joya de nuestro modelo productivo; la banca seguirá entregada a la creación de riqueza, aprovechando las oportunidades de negocio que le brindarán los anteriores, y el conflicto de los nacionalismos central y periférico dará pie a nuevos espacios de creación de empleo, desde la judicatura hasta las cárceles, que al fin y al cabo están entre las más visitadas del mundo.

No hay duda de que el país de las siguientes elecciones generales, municipales y autonómicas será más justo, más democrático y desde luego más culto que el actual; en parte, gracias a nuestra pertenencia a la Unión Europea y al hallazgo del euro, que no dejarán de darnos alegrías civilizatorias. Pero, siendo esto evidente, me atrevo a proponer que, cuando se demuestre otra vez lo evidente que era, los ciudadanos tengan la gentileza de hacer llegar su agradecimiento personal y colectivo a las organizaciones políticas que lo habrán hecho posible.

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