10-N: Todos los votos irán a parar al mismo retrete
Tomás F. Ruiz. LQS. Septiembre 2018
Cuando compruebo la cantidad de artículos que se han escrito, se escriben y se escribirán sobre la patética situación de descomposición institucional que se da en España, es que se me cae el alma al suelo (no es que yo crea en el alma; se trata de una frase hecha para expresar el desánimo que todos estos textos me provocan). ¿Qué ha ocurrido con el sentido común en esta tierra? ¿Es que el coeficiente mental del español medio ha bajado tanto en los últimos años que se ha colapsado hasta ser abismalmente inferior al de cualquier otro ciudadano europeo? ¿Es eso lo que la clase política pretende hacernos creer? ¿Es posible que todavía haya alguien que crea que la catastrófica situación política que vivimos puede resolverse con unas elecciones generales?
¿Quién manda en el corral?
Para empezar, preguntémonos: ¿Qué son unas elecciones generales? En teoría, son un procedimiento de votación a través del cual elegimos representantes en el Parlamento, bajo la consideración de que la magna institución servirá para organizar la política y hacer funcionar el país de acuerdo con los votos depositados. Sin embargo, el Parlamento español no es otra cosa que un corral de gallinas en continua disputa, echándose las culpas unos a otros por el caótico desastre en que se encuentra el país y donde, cada cierto tiempo, sus enardecidos líderes, los gallos que detentan la representación del poder, nos obsequian con una pelea para decidir quién manda en el corral. Pero resulta que para ellos “mandar en el corral”, tomar el poder, significa simplemente disponer de recursos -que ellos legitiman con votos- para imponerse a los demás, enriquecerse y medrar. ¿En qué cabeza cabe que una institución tan abiertamente antidemocrática como hoy día es el Parlamento español pueda ofrecer algún tipo de solución a los problemas de descomposición institucional que padece el país?
Ilegitimidad democrática del parlamento español
Por otra parte, está la legitimidad democrática del Estado español. No hay que ser un lumbreras para comprender que un reino donde hay presos políticos, donde se tortura y se violan abiertamente los derechos humanos, no puede ser llamado un Estado democrático. Ni siquiera es una forma de gobierno legítima y, menos aún, representativa del pueblo español.
En efecto, no sólo Las Cortes, sino todos los demás órganos de gobierno de que dispone España son herencia, más o menos disfrazada, del dictador. Lo que se hace en el Parlamento español del 2019 no es sino una variante de la “democracia orgánica” que se impuso durante cuarenta años en España, simulaciones de representatividad con las que se mantiene en pie una ilegitima monarquía, artificios de retorcidos nigromantes para ocultar la ponzoñosa esencia franquista a que sigue apestando su “reino español”.
Un bunker a punto de naufragar
Por otra parte, la corrupta justicia que tiene España es la que, a través de otra depravada institución, la Junta Electoral, convoca elecciones y fundamenta oficialmente el gobierno que sale de ellas. Esa junta es la que impone su autoridad en las elecciones. Los políticos saben que los jueces que la componen tienen “su corazoncito”, de forma que se trata simplemente de arrojar más o menos millones de euros en sus insondables bolsillos para contar con su abyecta complicidad.
Las elecciones que nos han convocado para el próximo 10 de noviembre son otra vuelta más de tuerca al ilegítimo, corrupto y depravado sistema de gobierno que impera en España. Con ellas, pretenden aguantar en el poder otros cuatro años más. Ridícula pretensión, cuando ni siquiera se dan cuenta de que el podrido bunker en cuyo interior se atrincheran -la España Una, Grande y Libre de Franco-, hace aguas por todas partes y está ya a punto de naufragar.
Privilegios de los diputados
La única actuación consecuente que podría protagonizar el Parlamento español apenas quedase constituido, sería plantear desde sus escaños la desaparición de la monarquía, un sistema ilegítimo de gobierno impuesto con un golpe de estado más de cuarenta años atrás. Pero eso jamás se le ha ocurrido plantearlo a ninguno de los señores diputados que forman el hemiciclo. Sus intereses son otros. Todos, desde la presuntamente izquierdista Juntas-Podemos hasta el criminalmente ultraderechista Vox, todos persiguen lo mismo: perpetuarse en un sistema de gobierno ilegítimo y dictatorial.
Según su poder y su representatividad -esto es según los votos que hayan cosechado en las elecciones que se van a celebrar-, los parlamentarios establecerán vínculos más o menos productivos con magnates industriales para que sus cuentas corrientes sigan bien abultadas cuando dejen de estar en el poder. Desde 44 años atrás que viene existiendo el actual sistema parlamentario de gobierno, lo único que los señores diputados han defendido, a capa y espada desde el momento en que son investidos, son sus privilegios. Y entre esos privilegios, cómo no, está el desorbitado sueldo que cobran.
Esperpéntica farsa antidemocrática
En las elecciones que vienen los políticos nos pedirán votos para arreglar el país; sin embargo, cuando se los demos harán todo lo contrario: nuestros votos servirán para consolidar la esperpéntica farsa antidemocrática que hoy día se representa en España.
Tras las elecciones, si es que se llega a formar gobierno, todo en el país seguirá igual. O peor aún, ya que el resultado electoral servirá a los señores diputados, especialmente a los que componen el sistema bipartidista, para legitimar su depravada conducta, justificar sus mentiras y consolidar las violaciones de derechos humanos que se cometerán en España: los presos políticos seguirán en la cárceles; la policía seguirá deteniendo y apaleando obreros que protesten por las condiciones esclavistas de trabajo; los políticos corruptos, a pesar de las astronómicas cantidades de dinero que han robado, seguirán ejerciendo como si no hubiera ocurrido nada… Y ese mamarracho impresentable que tenemos como rey, Felipe VI, seguirá sentado en su trono, imponiendo su absolutismo en nombre de Franco, el dictador que allí lo colocó.
Aunque la nula representatividad y la intrínseca falsedad del Parlamento español le haya hecho perder toda credibilidad ante el ciudadano, la carrera por el poder en España se vuelve a repetir. No ganará el mejor, ni el más inteligente ni el más honesto… Ganará el más mentiroso, el más retorcido, el más corrupto. Adelante, electores, discutid entre vosotros quién es el mejor líder, tened broncas por defender a unos o a otros candidatos, argumentad sobre los programas electorales que proponen, crearos la ficción de que así vivís en democracia… Y cuando llegue el momento, acudid a las urnas y cumplid con lo que ellos llaman vuestro “deber de ciudadanos”.
Siempre habrá gente que piense que hay otra forma de practicar la democracia mucho más efectiva que ir a votar en unas elecciones generales. Como, por ejemplo, utilizar esas mismas urnas para votar en un referéndum monarquía-república, trabajar en la convocatoria de una huelga general revolucionaria que paralice el país o levantar barricadas en las calles desde las que conquistar el derecho a rebelarse contra un sistema ilegitimo de poder.
Para los que decidáis ir a votar: ¿Tendréis la conciencia tranquila cuando se forme un nuevo gobierno y los políticos, con vuestro voto como garante, continúen adelante con su farsa, sin solucionar ninguno de los problemas que os afectan?
Todo seguirá atado y bien atado en la que sigue siendo la España de Franco. Vuestros votos, sea quien fuere el destinatario, servirán a los políticos para limpiarse el culo con ellos e irán todos a parar al mismo retrete institucional.
– Ilustración de Acacio Puig (Haz clic en la imagen)
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