¿A qué huele la Inteligencia Artificial? Spoiler: a nada
¿A qué huele la Inteligencia Artificial? Spoiler: a nada
Por Jorge Izquierdo*
Si oliésemos, en nuestras redes sociales, el hedor que llega desde Palestina quizás el viento no nos llevase, como siempre, hasta el infinito.
Al igual que la cultura de masas predominante, el mundo digital, la llamada Inteligencia Artificial, tampoco huele a nada. Miles de millones de personas al conectarnos a la red, por mucho que naveguemos entre páginas, por mucho que pasemos horas frente a nuestros aparatos, nos convertimos en seres anósmicos. Ver, oír y.. no oler en el mundo digital, que se parece demasiado a ver, oír y callar. En este mundo digital que nos ha tocado vivir pueden acallar nuestras voces de forma sencilla e indolora. El olor es mucho más difícil de ocultar y también de olvidar. Según la Universidad Rockefeller, los aromas son capaces de cambiar nuestro estado de ánimo. Un estudio realizado por la Universidad demostró que el ser humano está en la capacidad de recordar 1% de lo que toca, 2% de lo que oye, 5% de lo que ve, 15% de lo que prueba y 35% de lo que huele.
Recientemente he publicado un pequeño ensayo titulado “Inteligencia artificial, etcétera” y en él, entre otros temas, menciono dos que tienen que ver con este artículo.
1º La ausencia del olfato en el mundo digital
2º El uso y abuso de la cacareada IA que todos los medios de comunicación, sean de la ideología que sean, se empeñan en darle “vida”.
La historia se repite y al ser humano le siguen buscando dioses que temer (los tecno pesimistas) o adorar (los tecno optimistas). Así, podemos escuchar y leer a perdiodistas, perdón he querido decir periodistas, hablar de “robots asesinos” para referirse a máquinas de guerra que, simple y llanamente, están pensadas para matar. Máquinas, diseñadas por el hombre, dirigidas y controladas por hombres, para matar. Ni más ni menos. Hablar, de robots asesinos, de un mundo distópico en el que las máquinas asesinan, etcétera, es hacer el juego a la industria militarista que estará encantada, ya lo está! de acudir a sesudos debates y congresos de alfombra roja en los que se haga luz de gas para crear sombras sobre los posibles peligros de estas máquinas y al mismo tiempo, se comprometan a seguir investigando para que no tengamos nada que temer.
El gol, del algoritmo, ya nos lo han metido hasta el fondo. Hoy en día es muy típico, que significa característico o representativo de un tipo, escuchar y echar las culpas al algoritmo de casi todo lo que ocurre en el mundo digital (que ya es como decir el mundo en general). Y vamos a dejarlo claro: cada vez que la industria del ocio, grandes tecnológicas propietarias de las llamadas redes sociales, y desgraciadamente la propia administración pública habla de algoritmos e Inteligencia Artificial, en realidad está hablando, en el mejor de los casos, de estadística. En el peor de los casos, se pervierte la palabra algoritmo para no hablar de un simple programa informático creado con una dudosa moralidad y ética.
La estadística es la ciencia que se ocupa del estudio y la aplicación del conjunto de métodos necesarios para recoger, clasificar, representar y resumir los datos de un experimento aleatorio, así como para la realización de inferencias a partir del análisis de estos datos. Queda mucho mejor decir que un algoritmo te ha descartado para una prueba médica; que clara y llanamente explicar: “con lo que destinamos a sanidad, estadísticamente no hay quirófanos para todos”. Queda mucho mejor decir que un algoritmo selecciona los objetivos militares en Palestina que simplemente decir: “no me importa la vida de estas personas y cuánto más matemos mejor. Esta vez, necesitamos asesinar a mil palestinos por cada israelí asesinado”.
No habrá nunca una máquina que fríamente seleccione o descarte pacientes para ser operados. Habrá una política económica que construirá o no ese tipo de programas informáticos. No hay una máquina asesina que fríamente mate. Hay también una política de estado controlada por hombres que es la encargada de dictar estas normas y hay también siempre un ejército detrás (seguramente el oficio más antiguo del mundo) encargado de ejecutar el plan. Para eso han construido una Ley de Inteligencia Artificial en Europa, para dejar claro que lo que no se regula es lo que haga militarmente con ella.
Los algoritmos no existen, idiota.
¿Qué es un algoritmo? En matemáticas, lógica, ciencias de la computación y disciplinas relacionadas, un algoritmo es un conjunto de instrucciones o reglas definidas y no-ambiguas, ordenadas y finitas que permite, típicamente, solucionar un problema, realizar un cómputo, procesar datos y llevar a cabo otras tareas o actividades. Un ejemplo sencillo de entender el es el algoritmo de la multiplicación. 5 x 5 siempre dará como resultado 25, aquí, en Gaza y Tel-Aviv. Lo que la industria llama demasiadas veces algoritmo es un programa informático que tiene dos características fundamentales: nunca te voy a mostrar la forma en el que está construido (caja negra) y es ideal que esté desasistido. Lo más automatizado posible. Así, lo que ocurre demasiadas veces en las llamadas redes sociales no ocurre por culpa del algoritmo, simplemente no hay nadie vigilando y supervisando lo que está ocurriendo en ellas. Ni Google, ni Meta, ni Tiktok ganarían esas cantidades de dinero si estuvieran obligadas a contar con moderadores humanos por cada mil usuarios. Ganarían dinero, sí, pero mucho menos. El mundo seguramente sería mucho, muchísimo mejor pero si os metemos el gol del algoritmo y estáis dispuestos a recoger la pelota una y otra vez dentro de la portería de vuestra inteligencia, hasta que lo tengáis tan interiorizado como un catecismo, entonces… entonces la cosa huele muy mal.
Pensando en un nuevo mundo digital.
Las soluciones a estas cuestiones son muy sencillas, y por tanto imposibles, visto lo visto, de poner en marcha. Todos los programas que trabajen con datos de personas deben ser públicos o inspeccionados por entidades gubernamentales. Prohibido construir cajas negras. Todas las llamadas redes sociales deben contar con un número x de moderadores, ajenos a la empresa propietaria, que supervisen lo que ocurre en esos programas. No se puede contaminar. Es absurdo poner limitaciones al tráfico y pensar que el mundo digital no contamina. Ya lo hace más que el tráfico aéreo. Y no nos engañamos, viajar en avión es bastante menos derrochador que mandar un whatsapp de habitación a habitación en la misma casa.
Utópico, lo sé. Pero no imposible y además son soluciones que no tienen nada que ver con la tecnología que es lo que me interesa destacar. No hay algoritmos, ni inteligencia artificial. O mejor dicho: solamente los auténticos algoritmos matemáticos y la auténtica IA. Esto, ya podría oler mejor.
¿A qué huele el digitalismo y la llamada Inteligencia Artificial? A nada. Por el contrario, si los usuarios tenemos la capacidad de otorgar olores a todo aquello que sucede en ese mundo, entonces… estaremos fusionando el mundo real con el mundo digital. No abriré una página web porque los usuarios han dicho que a ellos les huele mal. No seré capaz de soportar el olor a sangre y muerte al ver un video o una noticia, un tweet, etcétera. Mi cerebro se pondrá en marcha. La memoria de olor será nuestro mejor aliado. El ser humano recuerda hasta el 35% de lo que huele frente al 5% por ciento de lo que ve.
Y alguien dirá: pero entonces esa misma industria de la que tú hablas utilizará el olor con fines espurios, casi podría drogarnos. Y la respuesta, desgraciadamente, es que ya lo está haciendo. El marketing olfativo es toda una industria. Y si permitimos que además de los algoritmos y las Inteligencias Artificiales lo mezclen, antes que nosotros, con el marketing olfativo (“Ahora la comparecencia del presidente del gobierno y unas gotitas de olor a rosa”) el mundo real y el digital estarán unidos para siempre.
* Bracero de la tecnología, obrero del software y mecánico cualificado en esta Web, miembro y parte del Colectivo LoQueSomos. Creador en Wikimedia. Autor del ensayo “Inteligencia Artificial. Etcétera”
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