Almunia como síntoma, un dirigente del PSOE jefe en la Troika

Almunia como síntoma, un dirigente del PSOE jefe en la Troika
Mientras arrecía la eurorecesión donde prometían un radiante porvenir. Cuando derecha e izquierda hacen guiños al 15M tras menospreciarlo y tratar de criminalizarle hablando de métodos nazis y de estar manipulado por los ultras. Al mismo tiempo que el gobierno conservador, la gran patronal, los sindicatos del régimen (que ya no se acuerdan del referéndum contra las políticas de austeridad que verbalizaron) y el partido socialista mecen la cuna del sistema con el mantra de un nuevo “Pacto de Estado”.
 
Ahora que ya no tienen la excusa del terrorismo etarra para someternos, ni pueden acojornarnos reinventando el viejo y rentable miedo del peligro fascista. A la vez que echan a los leones a uno de los suyos (Miguel Blesa hoy, como Mario Conde ayer) para ver si sacia a la fiera. Es decir, sabidos ya casi todos los cuentos, podemos desentrañar alguna verdad entre tanto fingimiento.
 
Y es que no pasa jornada sin que la casta política nos haga una nueva ofrenda. La derecha con su malvada estulticia que no cesa. La sedicente izquierda, refocilándose en sus ripios y esperpentos. Lo último, protagonizado en ráfagas sucesivas por Rubalcaba y Griñán, nos introduce de lleno en el reino de Fantomas. Tales son sus despropósitos. El pobre Alfredo Pérez, cada vez más caballero de la triste figura, ha reclamado que el rescate bancario se destine también a obra social, y su socio andaluz, José Antonio, ha sugerido la salida de la Unión Europea (UE) tras conocer cómo Bruselas argumenta que la expropiación de viviendas bancarias aprobado por la Junta puede ser incompatible con las condiciones del macropréstamo. El problema es que el portazo a las pretensiones de Rubalcaba y Griñán procede de un “pata negra” de Ferraz, “uno de los suyos”, en estos momentos supremo capataz de la Troika como vicepresidente-portavoz de la Comisión Europea y Comisario de la Competencia: el ex secretario general del PSOE Joaquín Almunia.
 
Hay algo patológico en esta fórmula a la viceversa, mediante la cual los agentes institucionales pueden estar a la vez en misa y repicando, que tiene su aspecto más tenebroso en esa política de austeridad decretada para que paguen justos por pecadores. El socorrido e indecente método de primar los efectos sobre las causas, ninguneando los medios respecto a los fines, políticamente hablando siempre supone bunkerizar el statu quo. Así se facturó la transición, continuismo en el consenso, para hacer de un jefe de Estado (interino) de la dictadura el jefe de Estado (hereditario) de la democracia. Y como la función crea el órgano, nuestros más conspicuos representantes en aquella fértil humorada, siguen con mérito y dedicación esa garbancera estrategia.
 
Esto permite todo tipo de renuncias por acción o por omisión, siempre gratis total. Ahí van dos ejemplos de actualidad de esa “corrosión del carácter” de nuestros representantes que, como advierte Richard Sennett, expresa la capitulación ante la criminalidad del sistema. Es posible manifestarse contra la privatización sanitaria -en cabecera de pancarta para pillar la foto de portada o el arranque del telediario-, por parte de PSOE, CCOO y UGT, y haber sido cómplices del atropello (Comisiones valoró “positivamente” el acuerdo) cuando se aprobó la Ley 15/97 con el apoyo de PP, PSOE, CiU, PNV y CC, norma que abrió la puerta al desmantelamiento en curso. O en el caso de la Educación, haber estado en la protesta callejera – otra vez llevando la pancarta- en el momento en que el gobierno Aznar perpetró la LOU (Ley Orgánica 6/2001) y acto seguido, al volver el poder, olvidarse de aquello y convertirse en el más dilecto propulsor del Plan Bolonia (Ley Orgánica 4/2007, de 12 de abril). Una fechoría hecha norma legal con el rimbombante nombre de Espacio Europeo para la Educación Superior (EEES) que entrega la universidad a los mercados, convirtiendo los campus en fábricas de ignorancia y a sus clientes-usuarios en pirañas del mundo de los negocios.
 
Y sin coste añadido, gratis total, porque siempre habrá algún hábil cronista que cuente cómo pasó para que las hemerotecas rebosen de mentiras. El último episodio al respecto, aunque anecdótico en su dimensión, lo ha protagonizado una vez más el diario El País, especialista en regates de altos vuelos. En el obituario sobre el ex director general de la Policía durante los años de plomo del felipismo, José María Rodríguez Colorado, publicado en la edición del pasado 11 de mayo, nuestro particular oráculo de Delfos habla del fallecido como del “democratizador de la policía”, y dice que el malvado Luis Roldán, ex director general de la Guardia Civil, fue quien “le incluyó en la lista de altos cargos del Ministerio del Interior que cobraban sobresueldos a costa de los fondos reservados”, y que “devolvió 534.000 euros que había cobrado indebidamente. Algo que muy pocos han hecho”. Vaselina progre para maquillar que durante su mandato “democratizador” tuvo que comparecer como testigo para declarar en el caso Amedo por los crímenes de Estado del GAL; que en su etapa “desapareció” en dependencias policiales Santiago Corella, El Nani; que “Colo” fue condenado a seis años de prisión y 15 de inhabilitación por el saqueo de Interior y que el 14 de abril de 2005 el gobierno de Rodríguez Zapatero le indultó parcialmente, como haría a finales del 2011 con el banquero Alfredo Sáez.
 
Pero hay que recurrir a las biografiás autorizadas, relatos sin peajes, redactados por el puño y pulso del abajofirmante, sin intermediarios, para documentarse a tope. Y nada mejor para el retrato de fin de régimen que nos ocupa que tirar de la autobiografía de Joaquín Almunia, “uno de los nuestros” en la Troika, titulada “Memorias Políticas”. Editada en 2001, es un texto que nos ofrece las claves del extraño caso de esos “hombres de Estado” que con capaces de sorber y soplar a la vez. Veamos lo que dice Almunia de sí mismo. Ingreso en el PSOE (y de paso en la UGT, la consabida doble militancia, hoy innombrable) en 1974, en los estertores del franquismo. Cinco años más tarde, en el XXVIII Congreso, fue la persona designada para defender la ponencia a favor del abandono del marxismo, tesis mantenida por Felipe González y un reducido grupo de afines. Esta posición resultó derrotada con el 61% de los votos de los delegados, aunque, tras amenazar González con abandonar el partido, un congreso extraordinario posterior aceptaría la pragmatización ideológica del PSOE (gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones).
 
Entre 1982 y 1986 fue ministro de Trabajo y Seguridad Social, dejando en el limbo la promesa de crear 800.000 puestos de trabajo que había realizado el PSOE durante su campaña electoral. En ese periodo, ya con mayoría absoluta socialista en el Parlamento, Almunia protagoniza el primer recorte de pensiones de la historia, en solitario, contra la opinión de partidos y agentes sociales. La votación en el Congreso, realizada 8 días después del ingreso de España en la UE sin referéndum, rompió la disciplina de voto al negar su apoyo el diputado socialista y secretario general de UGT Nicolás Redondo (por el contrario el miembro de la ejecutiva ugetista Cándido Méndez apoyó la medida).Entre 1994 y 1997, los años de la guerra sucia del GAL y el escándalo de los Fondos Reservados, fue portavoz de su grupo en el Congreso. En 1998, como secretario general del PSOE, perdió las primarias para encabezar el cartel electoral socialista ante José Borell, aunque la oportuna divulgación por el diario El País de un caso de corrupción que afectaba a dos ex colaboradores en su etapa de secretario de Hacienda le hizo dimitir dejando el camino libre a Almunia, quien se estrelló en las urnas del 2000 al obtener el PP mayoría absoluta. Entre 2004 y 2010 fue nombrado Comisario de Asuntos Económícos y Monetarios (en plena acometida de Bruselas contra los PIGS), y desde entonces ostenta los títulos de Vicepresidente y Portavoz de la Comisión Europea y Comisario de Competencia, cargo en el sustituyó a Mario Monti, el hombre elegido por la Troika para encabezar un gobierno tecnocrático en Italia sin pasar por las urnas.
 
De lo escrito por el propio Joaquín Almunia en sus memorias, caben destacar dos reflexiones. Una, que su primer contacto con las instituciones europeas tuvo lugar en 1972, a través de Daniel Busturia, entonces responsable de la Oficina de Cámaras de Comercio en Bruselas, y personaje que en 2003 será condenado por los tribunales franceses por su implicación en el caso ELF, sobre venta irregular de la refinería Ertoil a la multinacional francesa. La otra, de rabiosa actualidad en la Andalucía de los EREs ilegales, es la cita que en el libro hace sobre el trabajo de su sucesor en el ministerio. Dice así: “El ministro de Trabajo, José Antonio Griñán, planteó la modificación de los supuestos legales que justifican la realización de expedientes de regulación de empleo, buscando que las adaptaciones de plantillas a las nuevas circunstancias tecnológicas o económicas se pudieran realizar sin excesivas rigideces” (página 292).
 
Visto la agitada y compleja carrera política del actual jefe de “los hombres de negro”, misionado para hacer cumplir lo que dictan los mercados financieros, no resultan tan extrañas otras biografiás señeras de esa izquierda institucional que tanto nos reclama cada cuatro años. Por ejemplo. Que un ministro de Trabajo de Zapatero, Valeriano Gómez, que perpetró los primeros ataques a las pensiones y demás, abandere ahora la protesta en sentido contrario. Que el político que ha llevado a su mayor catástrofe electoral al PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba, lidere la alternativa para sacarnos del túnel donde nos ha metido la caverna. Que el cerebro ideológico del partido, Carlos Mulas, encargado de diseñar el programa contra los ajustes y recortes del gobierno del PP como director de la Fundación Ideas, sea al mismo tiempo uno de los economistas que han elaborado el informe del FMI para exigir a Portugal un nuevo austericidio. Incluso que el paso por la cartera de Educación, caso Solana y Rubalcaba, puntúe como mérito para luego acceder a más altas responsabilidades en esferas de armas tomar: uno como secretario general de la OTAN y otro como titular de Interior.
 
Tanta capacidad de trabajo, tanta profesionalidad en el punto de mira, tantos servicios a la patria, tienen su aquel residual. Uno no pasa de ser herbívoro a contumaz omnívoro así como así. El truco consiste en saber cocinar la amnesia con los ingredientes adecuados: mentir de dónde se viene, negar a dónde se va, convertir la opinión pública en burda opinión publicada y, sobre todo, blandir sin sonrojo esa máxima que el propio Almunia usa como “colorín colorado” de sus Memorias y que define el sublime cinismo de esa estirpe de caníbales políticos que nos gobiernan:”si no se vive como se piensa se acaba pensando como se vive”.
 
 

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