Antigua Prisión Provincial de Mujeres de Valencia

Antigua Prisión Provincial de Mujeres de Valencia

Lucila Aragó. LQS. Diciembre 2020

 

Conocer los usos anteriores de los edificios, percibir cómo se vivía en ellos, intuir las relaciones que sus habitantes establecían entre sí y con su entorno, renueva los significados que percibimos al revisitarlos, nutre nuestro acervo, posiblemente nos permite comprender mejor el presente

¿Dónde están las cárceles de mujeres represaliadas durante el franquismo?

Desde el pasado 14 de octubre en la fachada de la antigua prisión Provincial de mujeres de Valencia, en la actualidad colegio público 9 de Octubre, una placa recuerda que en ese edificio donde ahora las niñas y los niños del barrio de la Olivereta, crecen en el descubrimiento del mundo que les rodea, aprenden unas de otras, se forman para ser ciudadanos en un país más o menos democrático… en esos mismos patios, entre esas mismas paredes, no hace tanto tiempo hubo mujeres encarceladas, privadas de libertad, hacinadas en los años de la posguerra, malcriando a sus criaturas menores de 3 años… dice el texto de la placa situada al lado mismo de la puerta por donde ahora entran y salen los niños y las niñas: “ANTIGUA PRISIÓN PROVINCIAL DE MUJERES. No olvidamos a las republicanas represaliadas, a las luchadoras contra la dictadura y todas las mujeres encarceladas por leyes discriminatorias”.

Hasta hace escasas semanas entre los lugares identificables por cualquier viandante, solo dos centros penitenciarios, claves durante la dictadura, estaban señalados como tales en esta ciudad: la cárcel Modelo, ahora centro administrativo de la Generalitat Valenciana, cuenta con un monolito que pertenece a la señalización municipal de “Valencia en la Memoria” iniciada en la ciudad con el triunfo en las elecciones municipales de las fuerzas progresistas (2015), que narra brevemente la historia del edificio y su papel como centro de represión masculino (en el interior se conserva una celda en su estado original). El otro centro es el penal de San Miguel de los Reyes, actual sede de la Biblioteca Valenciana y la Academia Valenciana de la Lengua. Este centro, destinado a los presos ya penados, cuenta también en la actualidad con un pequeño monumento en memoria de los republicanos represaliados situado en el patio de acceso al edificio principal, donde se han realizado diversos actos públicos de reconocimiento y memoria de los hombres que allí sufrieron encierro, esperaron desde la mayor desesperanza ser “sacados” a fusilar, o cumplieron largas condenas acusados de “auxilio a la rebelión” o por su condición de “desafectos” a un régimen impuesto a sangre y fuego, con el apoyo de lo peor de la época, los regímenes fascistas de Mussolini y Hitler y las fuerzas más reaccionarias de nuestro país.

Sin embargo, ningún espacio identificaba que hubiera habido mujeres represaliadas en la ciudad de Valencia.

Cabe señalar la importancia de los lugares de memoria en las ciudades, esos que nos permiten reconocer la vida histórica de los espacios que recorremos. Desde distintos campos de las ciencias sociales, se ha abordado este interés, por su aporte en conceptos identitarios, relacionales o históricos. Conocer los usos anteriores de los edificios, percibir cómo se vivía en ellos, intuir las relaciones que sus habitantes establecían entre sí y con su entorno, renueva los significados que percibimos al revisitarlos, nutre nuestro acervo, posiblemente nos permite comprender mejor el presente.

Quizá por eso precisamente, durante tanto tiempo se ha hecho tabla rasa de nuestro traumático pasado reciente y aún pendiente de verdad y de justicia. El franquismo, ya sabemos, sepultó la memoria republicana, persiguió y trató de exterminar la disidencia, y también ocupó la ciudad simbólicamente. El silencio y el olvido sobre el que se construyó la Transición, llevaba implícita la impunidad de los crímenes franquistas, pero también la prevalencia de su relato. Un relato que también se plasma en la cultura material y en los espacios físicos. En nuestras ciudades.

Está costando mucho esfuerzo y voluntad política recuperar el espacio público, y algunos bochornosos ejemplos recientes, que evocan lo peor de aquel tiempo que no queremos olvidar, precisamente para evitar que se repita, nos indican la fragilidad del terreno que pisamos. De cuatro mazazos se quiere derribar, de nuevo, el recuerdo de un presidente como Largo Caballero. Un paso atrás, pero intentaremos dar dos adelante, una y las veces que haga falta.

En marzo de 2018, visité el actual colegio junto a una compañera, que también había estado presa allí, en la antigua prisión provincial de mujeres. Ella estuvo encarcelada en el año 1972, yo un poco más tarde, en 1975. Lo recorrimos sobrecogidas, la renovación del edificio para transformarlo en centro educativo no había borrado todas las huellas. “En esta zona estaba el comedor, allí la sala colectiva, por ese pasillo se llegaba a la capilla, arriba las celdas de aislamiento”, recordábamos, “en este patio pasamos muchas horas, aunque entonces los muros eran 3 veces más altos y en esa esquina, arriba, había una garita en la que siempre había un guardia civil con un arma”. En el interior pudimos ver un recordatorio de la inauguración del nuevo colegio 9 de Octubre, recoge la presencia de la entonces alcaldesa Rita Barberá y el expresidente autonómico Camps. Nada más. Ahí terminaba o empezaba la historia del edificio, esa era la información que podían obtener quienes entraran en él.

Pudimos hablar con la directora y otras maestras del centro, nos presentamos: “estuvimos aquí presas”. Fue un momento increíble, estupefacción por su parte, emoción por la nuestra. Para ellas, trabajadoras en ese edificio, era sorprendente vernos, parecería que la utilización como cárcel de aquel centro, hecho que conocían vagamente, se remontara a la antigüedad. Y ver a unas expresas allí mismo, saludarnos, darnos dos besos, era como descubrir que ese pasado no era tan lejano y que además se materializaba…

A partir de ese momento y junto a otra compañera que también estuvo detenida en el año 69, nos planteamos el propósito de recuperar en ese espacio la memoria de las mujeres que nos antecedieron, y también la nuestra. La ciudad debía hacerlo. Iniciamos un recorrido por los despachos correspondientes, consejería de educación, concejalía, las autoridades con las que nos entrevistábamos, todas ya, por suerte, de gobiernos locales y autonómicos progresistas, se sorprendían “¿cómo, no hay nada que recuerde a las mujeres represaliadas?”. Recogimos firmas, más de un millar, el apoyo de cerca de 30 organizaciones feministas, memorialistas, sindicatos y partidos, hicimos dos actos públicos recordando la represión sufrida por las mujeres. Contamos de inmediato con el apoyo del Aula de Memoria de la Universidad de Valencia y de las historiadoras que promueven el estudio de este tema, Vicenta Verdugo, Melanie Ibáñez y Ana Aguado, nos recibió el Alcalde Joan Ribo. Y finalmente la concejalía de Igualdad del Ayuntamiento, dirigida por Lucía Beamut, se encargó de todos los detalles. No fue un recorrido fácil ni breve.

El 14 de octubre, pese a la pandemia, conjuramos el olvido. Esa placa ya forma parte de nuestro patrimonio.

En la inauguración, limitada por la amenaza covid19, pudimos estar una treintena de mujeres represaliadas, en los años 60 y 70, y también algunos familiares de las que sufrieron los años más duros. En ese edificio construido en 1925, durante abril y noviembre de 1939 llegó a haber más de 1.400 presas, era tal el hacinamiento que las autoridades franquistas “habilitaron” el convento de Santa Clara, situado no muy lejos de la prisión Provincial, para poder dar abasto a la desmesurada y brutal represión.

Se abrieron sumarios y se celebraron juicios sin ninguna garantía contra mujeres pertenecientes a las organizaciones Mujeres Antifascistas y Mujeres Libres, a los sindicatos, a cualquier asociación o partido, maestras… Entre 1939 y 1950 unas 2.700 mujeres pasaron por las cárceles de Valencia (según datos recabados por la historiadora Vicenta Verdugo).

Algunas mujeres, como María Pérez, La Jabalina, o Águeda Campos, salieron de la prisión para ser fusiladas en Paterna donde se encontraban unos cuarteles militares. Sus cuerpos, como los de las 2.317 personas fusiladas allí entre 1939 y 1956, fueron arrojados en el cementerio próximo, a fosas comunes. Hasta la fecha hay localizadas 154 fosas y diversos nichos. Otras mujeres perdieron su vida por las condiciones de insalubridad en la que se malvivía en aquella prisión y otras salieron gravemente enfermas, o consumieron allí dentro parte de sus vidas, por “desafectas” a un régimen infame. Algunos de sus nombres: Rosa Estruch, Amparo Soto, Asunción Pérez, Pilar Soler, Ángeles Soler, Amalia Estela Alma, Consuelo Marco, Consuelo Barber, Julia Martin, Angelita Sempere, Purificación Sanchis, Josefina Morell Llopis, tantas y tantas más… encarceladas en aquellos primeros años oscuros. Pero la prisión siguió albergando presas políticas hasta el final de la dictadura, también pasaron por sus celdas y patios, compañeras en décadas posteriores, como la pintora Jacinta Gil Roncalés, encarcelada en 1962 por pertenecer al Partido Comunista, o las 10 mujeres también del PCE vinculadas al sindicato democrático detenidas en 1969, y un goteo durante los 70 de compañeras de la LCR, del FRAP, del MC, de la Joven Guardia Roja. La represión no cesó.

Consideramos necesario, desde el inicio de este reto, que el recuerdo abarcara a las mujeres que sufrieron la dureza de las leyes discriminatorias y misóginas del nacionalcatolicismo, se encarcelaba a mujeres acusadas de adulterio (el divorcio aprobado por la II Republica fue anulado), o abandono del hogar, por abortar, por ejercer la prostitución….

Ejercicios de memoria como éste, señalar un espacio que fue de represión, venganza de un régimen deleznable y espacio de castigo hasta el año 1977 para las mujeres que nos oponíamos a la dictadura y reclamábamos nuestros derechos y un mundo más justo, debería ser la labor cotidiana de las autoridades al nivel que corresponda. El estado tiene esa deuda. Nuestra democracia se debilita cuanto más olvida y más impunidad permite. Desgraciadamente, esta no es una frase hecha, es una realidad que se está manifestando con las andanadas de la extrema derecha desde las instituciones en las que está o desde las calles que pretenden ocupar.

“ANTIGUA PRISIÓN PROVINCIAL DE MUJERES DE VALENCIA. No olvidamos a las republicanas represaliadas, a las luchadoras contra la dictadura y todas las mujeres encarceladas por leyes discriminatorias”.

* Miembro de Acción Ciudadana contra la impunidad del franquismo y de Plataforma valenciana de apoyo a la querella argentina. Nota publicada en el diario digital “Público”.

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