Barrios del futuro

Barrios del futuro

Normas urbanísticas obsoletas, territorios en abandono (urbanos o rurales) y otros en recuperación (pueblos y barrios), nuevos conceptos de desarrollo… Una visión estructural renovada y avanzada social y medioambientalmente recorre algunas partes de Europa central y septentrional. Pero, ¿y aquí? Es hora de pensar el futuro y de planificarlo bien.

La historia de la ciudad está basada en la historia del crecimiento económico. El viaje del campo a la ciudad se debió al crecimiento económico de estas. Las industrias se asentaron en las ciudades como centros de actividad y la necesidad de mano de obra movilizó ese viaje hacia lo urbano. Ahora, en plena crisis, algunos plantean el viaje de retorno. Si la promesa de una vida de trabajo y prosperidad que la ciudad ofrecía se ha roto, ¿es hora de volver a lo rural? Hay diferentes ideas al respecto, pero la mayoría coincide en reclamar que, si la maquinaria de producir se ha parado ahora, se ponga en marcha la maquinaria de pensar. Que la administración tome las riendas de planear y establecer las estrategias con las que el territorio debe ser gestionado, y lo haga teniendo en cuenta tanto la sensibilidad de los agentes sociales y la realidad de la sociedad como las exigencias medioambientales. Así, la crisis no se convertiría en un periodo improductivo, sino en la oportunidad de generar conocimiento para el futuro.

Envejecimiento

El viaje del campo a la ciudad de las últimas décadas ha «vaciado» muchos pequeños municipios. Se trata de un fenómeno europeo, no afecta solo a las zonas más depauperadas del sur de Europa. Dicha tendencia tiene que ver, a su vez, con el cambio demográfico: según un estudio que el Instituto Berlinés para la Población y el desarrollo realizó en 2011, la población europea habrá decrecido en 50 millones de habitantes para el año 2050 y se habrá consolidado el proceso de envejecimiento, puesto que en ese mismo periodo aumentará el porcentaje de personas mayores de 65 años del 16 al 25%. La crisis comienza ya a impedir que la inmigración frene el proceso de decrecimiento poblacional estructural. De hecho, la Oficina de Estadísticas Europea (Eurostat) ha constatado este mismo año que la tasa de fertilidad en el conjunto de la Unión Europea está en declive desde 2008, desde el estallido de la crisis, lo que le lleva a preguntarse si vamos hacia una baby recession en Europa.

Las consecuencias en las regiones que sufren y sufrirán más el descenso poblacional son conocidas: envejecimiento, descenso del número de viviendas habitadas, pérdida de la dinámica o actividad económica y laboral debido también a la reducción de la demanda de servicios y productos, y menor desarrollo de infraestructuras, lo que a su vez acelera el proceso de despoblamiento porque esas zonas quedan normalmente fuera de la construcción de nuevas zonas urbanas y de la concentración de servicios.

Hasta hace unos cinco años, más o menos, muchos pueblos (también en Euskal Herria) continuaban construyendo viviendas y/o infraestructuras a pesar de que dicho desarrollo no parecía responder a una demanda real, o al menos racional, lo que ha quedado retratado de forma descarnada desde 2008. Esta dinámica «de ladrillo» se ha terminado y, en algunos casos, acelerará procesos de despoblación. Ha habido un claro déficit de buenas prácticas de gobernanza.

Pero, según algunos urbanistas y arquitectos, esta situación de despoblamiento también puede abrir ciertas oportunidades positivas: creación de más espacios verdes, viviendas más asequibles y menos tráfico. Estas consecuencias «beneficiosas» solo se darían, obviamente, si las autoridades y la sociedad empujaran en ese sentido y arquitectos y urbanistas acompañaran con conceptos, valores y proyectos que ofrecen ya excelentes resultados en algunas partes de Europa en términos de viviendas (y barrios) sostenibles y de movilidad, sobre todo. Proyectos que pueden contribuir por sí mismos a revertir procesos de despoblación al hacer mucho más atractivas áreas que habían perdido, aparentemente, todo interés.

Gobernanza

Esta reflexión, como apunta uno de los arquitectos de cabecera de 7K, Iñigo García Odiaga, nos debería llevar a la introducción de un concepto clave, el de «gobernanza»: el sistema o modelo en base al cual la administración se organiza para gobernar de forma eficaz un territorio. En la actualidad, de un modo bastante perverso y en aras de esa pretendida eficacia, la reforma de la administración de muchos estados, desde luego del español, está encaminada a generar estructuras mayores, en detrimento de las más pequeñas. De forma que los núcleos pequeños, las aldeas rurales o los concejos pierden capacidad de gestión y, por lo tanto, capacidad de autogobierno, planteando a sus ciudadanos peores servicios que los que la administración prestaría a los urbanitas.

Esto, generalmente, se realiza sin el adecuado debate sobre la necesidad de un ordenamiento territorial y de infraestructuras más avanzado, sostenible y progresista. En algunas partes del centro y norte de la UE este debate ya se ha dado, o se está dando. En Holanda, por ejemplo, el 19 de enero de 2011 se presentaba un informe titulado, explícitamente, “Haciendo uso del despoblamiento” (en Holanda calculan que el 40% de los municipios se enfrentarán en breve, en mayor o menor medida, al despoblamiento).

En Alemania (y varios países nórdicos) también hay tendencias positivas al respecto, y esto puede abrir otra brecha en la Unión Europea (con el Sur) en términos de desarrollo (urbano y rural) y movilidad. Es otra cuestión en la que Euskal Herria debería mirar al norte. Esto, desde luego, exige, o debería exigir, un trabajo conjunto multidisciplinar en muchos ámbitos, desde instituciones y centros de conocimiento (universidades, empresas, centros de investigación…) a agentes sociales, así como una voluntad política y social clara de innovar, de pensar y de hacer las cosas mejor.

Volviendo al ejemplo de Holanda, este país ya ha puesto en marcha lo que llaman la «visión estructural» (Structuurvisie), dentro de la cual cada región o municipio ha realizado un estudio en el que se imagina, y planifica, cómo va a desarrollar su territorio, su sociedad y su economía en los próximos treinta años. Un trabajo a largo plazo entre todos los sectores implicados. Holanda recomienda el trabajo conjunto y coordinado entre todas sus regiones (para no duplicar esfuerzos ni infraestructuras ni gasto), algo que perfectamente se podría aplicar en un entorno espacial similar, como podría ser el nuestro.

Es obvio que el proceso de despoblamiento no es algo nuevo, en ninguna parte de Europa, pero hoy debería ser aprovechado para debatir sobre nuevos puntos de vista (con la ventaja de que dicho debate puede ilustrarse con ejemplos ya consolidados en Europa, como el barrio Vauban de Freiburg, en Alemania, o Hammarby-Sjöstad, en Suecia). En algunas zonas lo llaman ya «despoblamiento con calidad».

¿Pueblo o ciudad?Una propuesta desde Galicia

También es cierto que no todos los expertos se ponen de acuerdo sobre qué es lo mejor, lo más adecuado para un futuro más sostenible: si potenciar las ciudades o revertir el proceso y mirar al mundo rural, como acaba de proponer, por ejemplo, un equipo de especialistas de la Universidad de Santiago de Compostela (Galicia) con un proyecto denominado “De aldeas abandonadas a aldeas del siglo XXI”. En todo caso, parece obvio que el abandono del mundo rural no es un proceso pasajero, así que urge adoptar las decisiones adecuadas, y acertadas. Es un trabajo en «zona de transición», un trabajo a largo plazo (político, social, económico y ambiental) que en muchas partes de Europa está siendo debatido y planificado ahora.

Según informa Juan López Rico, el equipo de especialistas de la Universidad dirigidos por Ángeles López Agüera ha desarrollado un proyecto que haría viable la recuperación y ocupación de las 1.300 aldeas gallegas abandonadas, como alternativa al hacinamiento en las urbes y con un doble objetivo: rehabilitar y repoblar esos lugares y hacerlo con una «dependencia cero» del exterior en todas las necesidades básicas, como la energía, el tratamiento del agua, la alimentación o la gestión de residuos y su aprovechamiento.

El proyecto Vauban

Vauban fue un lugar desarrollado inicialmente como base militar (1936). Las fuerzas francesas abandonaron el barrio en 1992 y ello propició la llegada de grupos alternativos y ocupas. Hubo una disputa legal con el Ayuntamiento, que se resolvió otorgando los derechos de cuatro de los veinte cuarteles a los ocupantes (el resto se dedicó a viviendas privadas). Pero esa disputa tuvo un fuerte componente eco-social, de ahí que se creara el llamado Forum-Vauban con el objetivo de presionar a las autoridades municipales para que impulsaran, en primer lugar, un barrio en base al concepto car-free, libre de coches.

Ello coincidió con la llegada de nuevos propietarios, pero con un criterio muy claro, porque muchos edificios fueron vendidos a Baugruppen (agrupaciones de viviendas, cuyas ofertas fueron evaluadas con arreglo a criterios que favoreciesen a las familias con niños, a las personas mayores y a los residentes de Freiburg), en los que, además, había bastantes arquitectos. Este hecho, y la decisión de crear dormitorios para estudiantes y la conciencia de los ocupas originarios derivó en un proyecto construido bajo un concepto de «distrito sostenible» y cuyas obras arrancaron a mediados de la década de 1990.

El nuevo vecindario abarca 38 hectáreas y está diseñado para 6.000 personas y 600 puestos de trabajo (en setiembre de 2012 había ya 5.500 personas); todas las casas están rehabilitadas bajo los más altos estándares de ahorro energético y al menos cien alcanzan la categoría de Passivhaus, edificios totalmente respetuosos con el medio ambiente. Todas las viviendas están pensadas para ser construidas con una demanda de consumo de energía baja; el barrio posee instalaciones de calefacción por quema de astillas de madera y paneles fotovoltaicos. El excedente de energía solar se vende a la misma ciudad para el beneficio de sus vecinos. El agua de lluvia se recoge por separado y o bien se utiliza o se permite que drene a través de un sistema de red mediante zanjas.

Dentro del barrio de Vauban, la movilidad la proporcionan la bicicleta y las piernas. La conexión con el centro de Friburgo se realiza mediante un tranvía. El diseño del barrio es lineal, de manera que todas las casas disponen de una parada cerca. A principios de 2009, alrededor de un 70% de los hogares había renunciado a poseer vehículo privado.

Por otra parte, una parte importante de los viejos árboles han sido preservados y ello da al barrio una atmósfera particular. Los parques públicos son planificados conjuntamente con los residentes locales.

El diario ‘The New York Times’ los llamó «pioneros urbanos» en un artículo dedicado al barrio. Por su dimensión y número de habitantes, podríamos estar hablando de una localidad vasca cualquiera.

La profesora compostelana que dirige el proyecto “De aldeas abandonadas a aldeas del siglo XXI” recuerda que los habitantes de cualquier ciudad son «100% dependientes de todo», comida, agua, electricidad… mientras que en las aldeas recuperadas todas estas necesidades son generadas in situ, con recursos propios y, en una década, «prácticamente gratis».

Para la investigadora, es preciso «invertir la tendencia del éxodo rural, con una solución de tipo integral», que cubriría desde las necesidades habitacionales a cualquier otra demanda, que sería cubierta desde la constatación de que cualquier lugar del planeta dispone de energía suficiente para las necesidades de sus habitantes, sean cuales sean el lugar y sus potencialidades energéticas, que se canalizarían mediante un mixing de energías renovables.

En 10 o 12 años, todos los servicios por los que en las ciudades se paga un porcentaje importante de los ingresos, no tendrían prácticamente coste alguno en esta «nueva» zona rural. De los aspectos negativos de la crisis, la investigadora señala como «oportunidades» que los jóvenes que han abandonado las aldeas están muchos de ellos en paro y un porcentaje regresaría si ello conllevase un puesto de trabajo en su lugar de origen (y no necesariamente en la agricultura) y, además, con acceso a una vivienda «más barata» que en cualquier otro lugar.

El proyecto abriría las puertas a iniciativas empresariales con una inversión baja, en un contexto de mayor sensibilidad social por el cuidado del medio ambiente y demanda de productos ecológicos.

En su primera fase, se procedería a una evaluación de los recursos, para después diseñar los modos óptimos de valorización y explotación y, finalmente, proponer actividades sostenibles de creación de riqueza económico-social.

Los especialistas consideran que, en una situación de crisis, cobra especial importancia el concepto de «resiliencia», la capacidad de resistir un impacto externo, que en estas «aldeas del siglo XXI» sería muy alta, por su autosuficiencia y sostenibilidad.

Un antecedente ampliamente conocido en Europa, aunque a mayor escala (y, por tanto, más relevante y con mayor impacto en la comunidad) y con características propias, es el barrio de Vauban, en Freiburg, Alemania, con unos 6.000 habitantes, que ha alcanzado la autosuficiencia en una década.

Los barrios del futuro

Uno de los principales responsables del Proyecto Vauban es el arquitecto Rolf Disch, que en Freiburg demostró que las casas unifamiliares o adosadas pueden producir toda la energía que consumen. Y también los edificios comunitarios, por supuesto. «Los barrios del futuro son barrios en los que se produce energía renovable», afirmaba Disch hace diez meses. La ventaja de contar con tejados cubiertos por paneles fotovoltaicos de cristal (diseñados, además, en colores «optimistas»), de utilizar materiales ecológicos y una técnica de construcción con un balance energético positivo y un excelente aprovechamiento de la luz y del calor del Sol, es obvia una vez amortizada la inversión (el coste adicional de construir una Passivhaus está entre un 7 y un 10% más, según Disch): menor gasto en luz, agua y calefacción.

Rolf Disch y el también arquitecto alemán Tobias Bube han logrado reducir en un 90% el gasto para calentar o refrigerar una de estas casas. Su estudio tiene ya en marcha otros proyectos similares, por ejemplo el de Berlin-Möckernkiez, al borde del parque Gleisdreieck, en el distrito de Friedrichshain-Kreuzberg, donde una cooperativa de ciudadanos propuso un concurso público para que un estudio de arquitectura (se lo llevó el de Rolf Disch) levantara un barrio con estrictos y progresistas conceptos urbanísticos, ambientales y de movilidad.

El «boom» de la aldea abandonada

Este auge potencial también puede generar otros efectos más crematísticos, como el de revalorizar el mercado rústico y rural. De hecho, está sucediendo ya en Galicia, Asturias o Cantabria y, en cierto modo, también en Euskal Herria. Hoy se venden aldeas enteras (pequeñas, desde luego, pero aldeas, es decir, unas pocas casas con terreno) y el precio está subiendo como la espuma, como constata, por ejemplo, Rafael Canales, director de la página web www.aldeasabandonadas.com. Es un sector en el que los inversores británicos, norteamericanos o rusos, por ejemplo, han puestos sus ojos.

Existe ya, de hecho, un cierto boom de la aldea abandonada, aunque seguramente, por su propia naturaleza, será algo pasajero. El propio Canales asegura que les es imposible procesar la totalidad de las peticiones de información que reciben cada día. Se trata, desde luego, de otro fenómeno, pero está conectado con el fenómeno de la despoblación.

No es difícil ver en internet información básica sobre algunas de estas aldeas abandonadas, muchas de ellas en Galicia: «Venta aldea-conjunto impresionante vistas y finca. Oportunidad, con 6 edificaciones, manantial de agua y finca de 13.000 m3, zona Pontenova. 62.000 euros»; o «Preciosa aldea en Venta, con Molino y fincas 180.000 €»; «Aldea en venta con 9-10 casas, 475 hectáreas con vistas al mar, entre Cudillero y Luarca. Precio: 2.950.000 euros». Y una más: «Aldea en venta en el Valle de Eo, cerca de las playas de Vegadeo, ideal turismo rural, o uso propio, 4 casas y 1 hectárea de terreno, vistas impresionantes, solo por 125.000 euros».

¿Dónde vivimos los europeos?

¿Significa esto que el campo reconquista la ciudad? No. Según la nueva tipología que la Comisión Europea adoptó en 2011, el 41% de la población de la UE vive en zonas urbanas, el 35% en las regiones intermedias (donde se situaría buena parte de la población vasca) y el 23% en las zonas rurales. En nueve estados de la Unión, la amplia mayoría de la población vive en la ciudad, especialmente en Malta (el 100%), Holanda, Gran Bretaña (en ambos el 71%) y Bélgica (68%), seguidos del Estado español, Portugal, Grecia y Alemania (entre un 49 y un 43%). Suecia, Estonia y Bulgaria son los reyes de la zona intermedia (allí donde la población urbana abarca entre el 50 y el 80% del total y la rural entre el 20 y el 50%). Sin embargo, donde más y más rápido está aumentando la población urbana es precisamente en uno de estos «intermedios», en Suecia, seguido de Dinamarca, República Checa y Finlandia. En cambio, en Bélgica y Francia está aumentando ligeramente el porcentaje de población rural.

Según Eurostat (la Oficina de Estadística de la Unión Europea), los estados con mayor despoblación de las zonas rurales son el español, Holanda, Gran Bretaña y Bélgica. El paradigma es Holanda, porque solo un 1% de su población vive fuera de las ciudades (el 3% en Gran Bretaña).

Tan evidente es este proceso que, ahora mismo, la Unión Europea está debatiendo la inclusión de la despoblación como criterio para la adjudicación de los futuros fondos de cohesión.

Sostenibilidad, eficiencia, densidad y tecnología

En este contexto de crisis salvaje, no son pocos los autores que consideran que solo una economía, y por ende unas ciudades, en crecimiento serán capaces de crear empleo. Es decir, vuelcan en las ciudades el futuro, pero casi todos los investigadores sostienen que ese crecimiento de las ciudades no puede ser como el que ha imperado y aún impera. Debe ser, o no será, sostenible. La nueva palabra mágica parece ser la eficiencia, pero muchos sostienen que la eficiencia realmente útil es aquella que, precisamente, cuestiona la dinámica de crecimiento sin fin. Es un cambio de sistema y modelo lo que se propugna en los ámbitos más avanzados, con unas ciudades diseñadas para los ciudadanos, teniendo en cuenta sus experiencias, necesidades y valores, así como las exigencias medioambientales; y hay quien adelanta que la mujer será una de las claves de los nuevos planteamientos, aunque este es, seguramente, otro reportaje.

Iñigo García Odiaga apunta al respecto una última reflexión absolutamente pertinente en la búsqueda de una ciudad sostenible: la relación entre densidad y tecnología. Tradicionalmente el «milagro de la ciudad sostenible», recuerda García Odiaga, se ha explicado desde la óptica de la densidad. Mayor densidad de población era sinónimo de mejores y más eficaces servicios. De alguna manera, la existencia de hospitales, estaciones o escuelas únicamente estaba justificada si la cantidad de población a la que se servía era grande. Un sistema injusto con los más pequeños, que siempre se veían relegados a un segundo plano.

Muchos expertos en ordenación territorial y en gestión del territorio visualizan ya que las nuevas tecnologías pueden ser una solución a esta dinámica. Evidentemente, no tendría sentido dotar a una pequeña aldea rural de un hospital general, pero mediante el servicio de una UVI móvil y el servicio fijo de telemedicina, suministrado mediante internet o incluso con material médico controlado a distancia, podrían solventarse gran número de incidencias. Algo que también podría trasladarse a otros servicios como la educación o la administración. Los nórdicos ofrecen no pocos ejemplos al respecto.

Son dinámicas que exigen un debate que en algunas partes de la UE se está dando, y que allí (o aquí) donde las administraciones no saben o quieren lanzar y compartir está siendo ya avanzado y reclamado por sectores individuales y colectivos de la sociedad civil. Como dijo la escritora y urbanista estadounidense Jane Jacobs hace varias décadas, «las ciudades tienen la capacidad de proporcionar algo para todo el mundo, solo porque, y solo cuando, son creadas por todo el mundo». Sigue siendo un buen consejo.

* Publicado en http://www.naiz.info/eu

 

 

 

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