Carlos Mazón: La inmunidad de un “cadáver político” en acción

Por Alejandro Giménez Sánchez
En el mundo de la política, existen figuras cuya caída en desgracia las convierte en entes intocables, no por respeto, sino por una paradoja perversa: al tocar fondo, adquieren una inmunidad moral que les permite actuar sin límites.
Carlos Mazón, un nombre que hoy simboliza la incompetencia y la corrupción sistémica encarna este fenómeno. Su caso ilustra cómo un “cadáver político” puede robar, despilfarrar y manipular sin remordimientos, amparado en su muerte política social y la impunidad institucional.

Mazón, cuya carrera ha sido sepultada por su incompetente y homicida gestión de la Dana, es un ejemplo clásico de “cadáver político”. Su reputación está tan deteriorada que ha perdido todo incentivo para fingir ética. Al no tener nada que perder, actúa con una audacia que desafía la lógica: despilfarra fondos públicos, contrata con amigos condenados por corrupción y evade cualquier rendición de cuentas.
Esta pérdida de vergüenza le permite operar en un vacío moral, donde sus actos ahora generan indignación, pero con el pasar del tiempo y la ausencia de consecuencias, se transformarán en resignación. La estrategia de Mazón se basa en una mentalidad cínica: “Si todos me dan por muerto”, ¿por qué detenerme?
Mazón no solo es criticado por su incompetencia, sino por su habilidad para mentir y cambiar de versión constantemente. El caso de Mazón no es aislado en el PP. Otros políticos, especialmente en su partido, han adoptado tácticas similares, creando una cultura de cinismo institucionalizado.
La tragedia de las 7291 muertes en residencias de Madrid durante la pandemia y la catástrofe de la DANA en el sur de Valencia del 29 de octubre de 2024, con más de 220 fallecidos, son dos caras de una misma moneda: la incompetencia homicida de líderes políticos que, lejos de asumir responsabilidades, han consolidado su poder convirtiéndose en entidades inmunes , capaces de perpetrar cualquier ilegalidad mientras el pueblo sufre. Isabel Díaz Ayuso y Carlos Mazón encarnan este cinismo institucionalizado, donde el desprecio por la vida y la corrupción se retroalimentan.
Ambos casos revelan un modus operandi que insulta a la sociedad:
– No dimiten, se aferran al puesto: Ni Ayuso ni Mazón han dimitido pese a las evidencias de negligencia. Su permanencia en el poder les otorga una inmunidad de facto, donde las críticas rebotan en una armadura de cinismo.
– Corrupción como herramienta de poder: Los fondos públicos se usan para alimentar redes clientelares, mientras las víctimas son tratadas como “daños colaterales”.
– Desprecio por la vida: Su propio pueblo es considerado como “prescindible” en nombre de intereses económicos o políticos.
La sociedad española enfrenta un dilema: ¿seguirá tolerando que líderes como Ayuso y Mazón conviertan el dolor en ganancia política? Las víctimas de las residencias y la DANA claman justicia, pero la maquinaria de la impunidad sigue engrasada con corrupción y desidia.
Ante el paripé político donde los dos grandes partidos se cubren las espaldas por el bien del bipartidismo, solo una ciudadanía organizada, que exija dimisiones, transparencia y reformas estructurales, podrá frenar este ciclo. Solo el pueblo salva al pueblo.
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