Como no nos gusta esta Europa, ¿qué tal si la mejoramos?
Javier Sáenz Munilla*. LQSomos. Junio 2015
A finales del franquismo, alumno de sociología en Toulouse-Le Mirail, pedí una beca que me denegaron. El jefe del negociado, de apellido Borbón precisamente, se excusó con un “como España no está en el Mercado Común…”. Pocos meses después Franco entró en coma, con el afortunado desenlace que, como se sabe, nos permitió aspirar, ya sí, a ser europeos del todo. O eso creímos entonces.
Ser admitidos en Europa era un objetivo, como lo era acabar con aquel Régimen criminal. Formaba parte del mismo paquete. Democracia, igual a Europa.
Como sólo nos habían contado la parte buena, o así lo quisimos escuchar, desoyendo a los que gritaban no sé qué de la Europa de los mercaderes, nos dimos de bruces con una negociación que trajo mucha sangre, mucho sudor y un mar de lágrimas, provocadas, entre otros, por los gases y los porrazos que las fuerzas y cuerpos dispensaron a tutiplén en El Ferrol, todavía del Caudillo, Barakaldo, San Fernando-Cádiz….La reconversión industrial, la naval, la agrícola, la ganadera. Quien diga que no ha echado en falta con la crisis todo lo que se desmanteló, arrancó, sacrificó o malvendió y que no le ha mentado la madre a más de uno de aquellos negociadores españoles, miente como un bellaco, vive en Babia o sacó lo suyo.
Sí, claro, luego vinieron las mieles y rosas, los chorretones de dinero para llenar España de autovías, autopistas, aves, expos, unas cuantas escuelas -no las suficientes- muchas universidades, demasiadas y bastante malas y caras…y buenos pelotazos.
Europa nos exigió desmantelar y luego nos ayudó a crecer sin control. Nos exigió ser una democracia, pero no nos impidió seguir siendo una cleptocracia. Y cuando declararon la crisis financiera los mismos que la provocaron, que son los mismos que nos prestaron sin control y los mismos que mandan en Europa y en casi todas partes, notificaron a sus delegados aquí y allá de que ya no podrían forrarse tanto y que tenían que recortarles aquí y allá a los paganos; o sea, a nosotros los de abajo. Y nos cambiaron la intocable Constitución del 78, para empezar a cortar y cortar.
Las últimas elecciones municipales y autonómicas han supuesto en España un buen palo para los dos partidos del corte y recorte. Además, han coincidido con el cuarto aniversario del 15-M. Años de sangre, sudor y lágrimas. Sí, pero también de protestas. En ellas, desde el comienzo, han hondeado las banderas de Grecia, porque allí la gente que ha sufrido los recortes fue la primera en rebelarse contra el diktat. Pero Europa sigue golpeando.
Esta es la Europa que no nos gusta, la que no queremos. La Europa que sigue raptada, en manos de los causantes y beneficiarios de la crisis. La que se dispone a perpetrar, a hurtadillas, de espaldas a los ciudadanos, la firma del a todas luces pésimo acuerdo de libre comercio con los EE.UU., el llamado y apenas conocido TTIP.
Bien, pues después de 30 años, ya sabemos cuál es el camino hacia la otra Europa, la que soñábamos desde la oscuridad del franquismo. El mismo camino que iniciamos contra la dictadura. El que seguimos cuando vimos que nos endilgaban una transición modélica para ellos. El mismo que llenó las plazas del 15-M. El que vamos a continuar, en las calles y en las urnas del Sur de Europa, primero, para seguir avanzando. ¿O es que hay otro?
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* Publicado originalmente en Europa en Suma