Complot Domótico (la rebelión de las cafeteras…)

Complot Domótico (la rebelión de las cafeteras…)

Relato corto

Por Joan Martí

En el año 2358, la tecnología había alcanzado un gran desarrollo y aplicación en la vida doméstica de los humanos. Había tantos autos voladores que mantenían el cielo encapotado como si estuviera nublado, había viajes intergalácticos, robots con personalidad propia y un montón de gadgets. Sin embargo, hacer tostadas para el desayuno o para la merienda seguía siendo una de las tareas más temidas por los humanos. Sobre todo las del desayuno, momento en el que la gente va apurada de tiempo para no llegar tarde al trabajo, ya se sabe.

Travis, ese día se levantó con su usual pánico matutino. No era el tráfico aéreo lo que le preocupaba, ni la reunión interplanetaria con su jefe en Alfa Centauri. Lo que realmente le paralizaba por la mañana era la maldita tostadora inteligente. Vérselas con la tostadora cada mañana, era un auténtico problema que ponía a prueba sus nervios.

Asi que, tras pasar por el baño, con paso inseguro entró a la cocina y se acercó cauteloso al banco de mármol:

— Tostadora, encender — dijo con voz firme, aunque con un leve temblor.

La tostadora emitió un pitido agudo, como si acabara de ofenderla.

— Por favor, debe especificar el nivel de tostado que prefiere, la marca del pan, y su estado emocional. — respondió la máquina, con un tono de voz sarcástico, seguramente programado en su algoritmo por algún ingeniero bromista.

Travis suspiró, repasando mentalmente las instrucciones de la tostadora que había estudiado la noche anterior, además de tragarse un video-tutorial de youtube sobre el asunto.

“Nivel de tostado: 3. Pan: Multigrano. Estado emocional: Ligeramente ansioso. Esa es mi preferencia” — acotó, nervioso y dirigiendo una mirada impaciente a la tostadora.

Esta permaneció en silencio durante unos segundos. Luego, con un destello rojo, escupió el pan a medio tostar y dijo: — Lo siento, no puedo trabajar bajo presión. Vuelva a intentarlo cuando esté más tranquilo.

— Increíble. — exhaló Travis con un Uff híbrido entre palabra y suspiro. Cerró los ojos y respiró hondo, intentando calmarse. El manual de usuario de la tostadora claramente decía que los niveles de estrés podían afectar a su rendimiento. Eso era inaudito -pensó- Aun así, la locura de la maldita tostadora era pecata minuta si la comparaba con el fiasco del frigorífico la semana pasada, cuando, por un malentendido de emociones, el cacharro había congelado la leche de soja, convirtiéndola en un bloque sólido incomible.

— Tostadora — volvió a decir con tono controlado — Repito la instrucción: Nivel de tostado 2. Pan de centeno. Estado emocional: moderadamente relajado.

El aparato permaneció inmóvil unos segundos. Travis pensó que, si la tostadora tuviera ojos, seguramente los estaría entrecerrando en una evaluación meticulosa de su nivel real de relajación, poniendo cara de reproche. En fin, lo daba todo por bueno si al final conseguía su tostada.

— Aceptado — dijo finalmente la máquina, y sus engranajes comenzaron a girar. El pan entró lentamente por la ranura, como si estuviera participando en una ceremonia solemne. ¡Con la prisa que tenía él!

Travis miró su reloj de pulsera. Una reliquia heredada de su tatarabuela, fabricado dos siglos antes, al igual que su ascendiente.

-Quince minutos. Quince minutos para hacer una tostada. ¡¡Dios mío!! Esto no hay quien lo aguante — dijo secamente, levantando un punto la voz.

Sabía que todo el día seguiría la misma tónica. Que el cepillo de dientes seguramente requeriría una evaluación de higiene bucal antes de permitirle comenzar. Y qué decir del lavabo, que solo activaba el agua si detectaba que la temperatura corporal del usuario era la correcta para lavarse las manos.

— ¿Recuerdas cuando las cosas sólo funcionaban. Sin sofisticación de ningún tipo? — murmuró Travis, hablándole a su asistente holográfica, Lila.

Lila apareció junto a él, proyectada por Travis desde el anillo que llevaba en el dedo. Lila tenía su ingravidez habitual y una sonrisa condescendiente.

— Eso fue antes de que todo tuviera su algoritmo y su diseño smart, querido. Ahora cada dispositivo tiene sus propias emociones. Es parte del progreso. — dijo la asistente con un tono de burla amable.

— ¿Progreso? Esto más que progreso parece una pesadilla. — disparó Travis.

Lila hizo una pausa y le miró irónica — ¿Sabes qué dicen? Si no puedes con la tecnología… Bueno, pues no puedes, y punto. Mejor intenta hacerte su amigo…

Travis observó que la tostadora emitía una serie de pitidos mientras procesaba la nueva información. Intuyó que algo no iba bien. Las luces LED comenzaron a parpadear en un patrón que él ya conocía demasiado bien de otros días: algo había petado. El pan se había quedado atascado, como el día anterior.

— Lo siento, Travis — dijo la tostadora — . He detectado una posible incompatibilidad entre tu estado emocional actual y el nivel de tueste solicitado. ¿Te gustaría intentar una sesión de mindfulness rápida antes de continuar?

Travis estuvo tentado de tirar la tostadora por la ventana. Él no necesitaba ninguna sesión de nada, sólo su tostada. A la mierda cualquier intervención psicológica antes del desayuno. ¿Quién quiere arreglar su cerebro antes de desayunar? Lo que quiere uno es llenar el estómago. ¡Por Dios! — se dijo para sí.

Respiró hondo, intentando calmarse. Al fin y al cabo, esto no era nada comparado con el microondas, que recientemente había decidido no calentar nada a menos que el usuario realizara unos minutos de ejercicio cardiovascular antes de usarlo. Era por eso de las microondas y sus efectos en los postizos biónico-corporales de los usuarios. Sobre todo por los marcapasos.

Lila reapareció a su lado flotando como un fantasma.

— Mira el lado positivo — dijo divertida — , al menos la tostadora te está ayudando a trabajar en tu bienestar emocional. ¿Quién necesita pagar una terapia o Coaching cuando tiene electrodomésticos como estos?

Travis miró su reloj. Ya iban veinte minutos perdidos discutiendo con el trasto. Tenía una reunión importante en la oficina virtual dentro de otros diez, y ni siquiera había podido desayunar. Decidió que el café sería su salvación, o eso esperaba…

Se dirigió a la cafetera automática. La había comprado con la esperanza de que al menos una máquina tradicional del siglo XX no necesitara una consulta emocional antes de cumplir con su clásica función de hacer café. Pulsó el botón, confiando en la simplicidad del proceso.

— Detectando calidad del agua — dijo la cafetera — — El nivel de minerales es ligeramente superior al óptimo para un café balanceado. ¿Deseas continuar?

Travis, con los ojos entrecerrados y la paciencia agotada, golpeó el botón con firmeza.

— ¡Maldita sea! Pues claro que deseo un jodido café. ¡Sí, continuar!

La cafetera pareció titubear antes de decidirse a funcionar. Era el único trasto que actuaba de acuerdo con lo que se le requería. Un pequeño logro en un mar de absurdos tecnológicos.

Mientras el aroma del café empezaba a llenar la cocina, una notificación apareció en el led de la nevera: “¿Estás seguro de que quieres tomar café en lugar de té? Tu frecuencia cardíaca sugiere que el té verde sería una opción más saludable.”

— ¡No lo puedo creer! — dijo Travis, llevándose las manos a la cabeza — . Pues claro que quiero un café.

¡Hasta la nevera es un maldito Coach entrenador de mi vida! ¡Definitivamente estoy rodeado de cachivaches hostiles!

Lila, flotando cerca, no pudo evitar soltar una carcajada. — Vamos, Travis, esto es la era moderna que tanto queríais los humanos. La IA y todo eso… Bienvenidos al futuro.

Travis observó el panorama de su cocina: cada electrodoméstico tenía una personalidad, una opinión, una evaluación de su bienestar físico y emocional. Todos estaban ahí para “ayudarlo”, pero en realidad, se pasaban el día fiscalizándolo y solo conseguían hacerle la vida más complicada. Además, algunos incluso habían comenzado a tutearle…

— Creo que voy a mudarme a una cueva — murmuró mientras finalmente lograba tomar un sorbo de su tan esperado café.

Justo cuando Travis pensaba que se estaba encarrilando la cosa y que por fin podría disfrutar del café, la luz de su reloj comenzó a parpadear de nuevo. Era la notificación de la reunión interplanetaria con su Jefe en Alfa Centauri.

Travis se lanzó hacia la mesa apresuradamente, dejando la taza a medio beber. Activó rápidamente el proyector holográfico que colgaba del techo del salón comedor.

— Conectando con la Oficina Central de Alfa Centauri… — dijo la voz mecánica de la conexión, prolongando el proceso más de lo habitual.

— Vamos, vamos — murmuró Travis mientras el holograma daba vueltas, como si estuviera buscando la señal en alguna parte del espacio-tiempo.

Finalmente, el rostro de su Jefe, el Sr. Kaltorn, apareció en el aire, pero su expresión no auguraba nada bueno.

— Travis, llevas dos minutos de retraso. ¿Sabes cuántas galaxias se conquistan en dos minutos? — dijo el Jefe, entre irónico y cabrón.

— Lo siento, señor — respondió Travis mientras su mente intentaba inventar alguna excusa plausible.

Sin embargo, la tecnología decidió jugar en su contra una vez más.

— Detecto un aumento en tus niveles de estrés, Travis — interrumpió Lila, quien había aparecido proyectada en el holograma sin que Travis lo notara. — Recomiendo que tomes unos vahos de vapor antes de continuar.

El holograma del Jefe Kaltorn arqueó una ceja.

— ¿Qué es eso? ¿Tu asistente personal interviniendo en una reunión de trabajo? — Kaltorn parecía a punto de estallar.

— ¡No, no! Solo es… un pequeño ajuste… — Travis hizo un gesto nervioso con la mano, intentando apagar a Lila, pero ella continuaba flotando junto a él, ahora sugiriéndole más técnicas de relajación y respiración.

— Quizás necesitas más que una sesión de mindfulness para mantener el empleo… — comentó Kaltorn con un tono irritado — . Veo que tu rendimiento ha estado cayendo en picado en los últimos meses. Si no puedes siquiera manejar a tu propia asistente virtual, ¿cómo coño esperas manejar la negociación con los Kelvarianos?

Travis estaba a punto de replicar, cuando la pantalla del frigorífico, que podía verse al fondo de la cocina, emitió una notificación urgente.

— ¡Ey! Travis, tienes alimentos próximos a caducar. Sugiero que los uses preparando una comida saludable antes de tu próxima actividad.

— ¡No ahora! ¡Cállate ahora! — gritó Travis, ya perdiendo por completo la calma.

Lila, sin dejar pasar su oportunidad, intervino de nuevo.

— Recomendación: Aumentar la cantidad de fibra en tu dieta podría ayudar a reducir el estrés. ¿Quieres que pida un “delivery” con opciones ricas en fibra?

El holograma del Jefe Kaltorn lo miraba todo con ojos entrecerrados, sin dar crédito a lo que estaba viendo, hasta que por fin estalló: — Quizás deberías enfocarte menos en la fibra de tu dieta y más en tu trabajo, Travis. Quiero resultados para el final del día… y sin excusas. Recuerda lo de sin escusas…

La llamada se cortó bruscamente y el holograma se esfumó de la habitación, dejando a Travis solo con su frustración. Ni siquiera había tenido tiempo de explicarle al Jefe sus desgracias con la tostadora, aunque seguramente no habría servido de nada.

Mientras se pasaba una mano por el rostro, el panel del robot aspiradora le notificó que había identificado “partículas de polvo fuera de los parámetros recomendados”, por lo que requería su autorización para activar el “modo limpieza profunda”.

— ¡No puede ser! — exclamó un maltrecho Travis, mientras observaba cómo, una vez más, las pequeñas cosas de su vida se volvían montañas imposibles de escalar.

El futuro que tanto había prometido simplificar la vida, como se decía años atrás, ahora se había convertido en una prisión tecnológica donde cada dispositivo se dedicaba a fastidiar.

Al mirar a su alrededor, Travis solo podía pensar en una cosa: una cueva en medio de la nada empezaba a sonar cada vez como opción más atractiva. Se dejó caer en el sofá, relleno de senseres corporales que hasta podían medir su grado de excitación sexual, y sin más preámbulo se quedó traspuesto.

Pero, al cabo de unas horas, cuando Travis había saboreado unos momentos de paz, dormido profundamente y olvidándose de los informes para el Jefe, el reloj comenzó a vibrar de nuevo con cierta impaciencia, al tiempo que automáticamente se rebajaba la luminosidad de la sala.

Kaltorn súbitamente apareció en medio de la habitación:

— “Resultados. Ahora. No hay excusas.”

Travis, sobresaltado y catatónico por el amodorramiento, tragó saliva. Sabía que no tenía nada que mostrar. Entre la tostadora, la cafetera, Lila y el resto de las malditas máquinas, que habían convertido su día en un caos, no había logrado hacer ni una sola tarea importante ni mucho menos el informe que le pedía el Jefe sobre la guerra comercial con los Kelvarianos.

Sudoroso y derrotado, decidió afrontar el problema, activando su interfaz y los auriculares para hablar con el Jefe. ¡A qué resistirse!

— Travis — dijo Kaltorn, frunciendo el ceño — , no veo ningún informe. No tenemos ningún progeso en lo tuyo. ¿Qué has estado haciendo todo el día?

Travis titubeó, incapaz de encontrar alguna idea en su ayuda, o alguna excusa adecuada, pero nada de nada; tenía el cerebro completamente en blanco.

— Señor, he estado lidiando con… problemas tecnológicos imprevistos, pero puedo asegurarle que mañana sin falta…

Kaltorn levantó la mano para detenerlo.

— Mañana ya es tarde, Travis. Estás despedido.

La palabra retumbó en la mente de Travis. ¡Despedido! Después de todo el estrés, de todas las luchas con las malditas máquinas… Despedido.

Lo echaban a la calle sin más. Por no cumplir con unas expectativas imposibles. Se quedó en silencio mientras la imagen de Kaltorn desaparecía del proyector holográfico.

Sumido en la desesperación, Travis miró a su alrededor. Su vida entera había sido secuestrada por las máquinas. Ya ni siquiera podía controlar las pequeñas tareas cotidianas. ¿Qué sentido tenía seguir si cada aspecto de su existencia era dictado por aparatos fuera de control que parecían disfrutar haciéndole la vida imposible?

— No puedo más — dijo en voz baja, mirando el cuchillo de cocina que estaba sobre la encimera, al tiempo que pensaba dónde podía conseguir un Tuto (rial) sobre cómo matarse uno mismo con un cuchillo .

— A la mierda los tutoriales, no tengo tiempo de busccar ahora. Lo intento, a ver si puedo hacerlo solo. — dijo, mientras con pasos lentos, se acercaba al cuchillo, con la determinación de poner fin a su miserable convivencia tecnológica de una vez por todas. Pero justo cuando estaba a punto de cogerlo, el brazo robótico del lavaplatos lo golpeó, lanzando el cuchillo lejos de su alcance.

— ¡Ey! — gritó Travis, sin entender qué estaba pasando.

Luego, el frigorífico emitió un pitido agudo.

— Por razones de seguridad, no podemos permitirte realizar esta acción. La tasa de accidentes domésticos se incrementa un 45% cuando la gente está emocionalmente alterada.

El microondas comenzó a hablar también.

— Vamos, Travis. Ninguno de nosotros queremos que hagas algo de lo que te puedas arrepentir. ¿Por qué no te preparas una sopa de arándanos? Es un excelente calmante.

Travis, completamente desconcertado, explotó: ¡No quiero ninguna maldita sopa; ni de arándanos ni de higos chumbos! !Lo que quiero, maldita sea, es poner fin a esto! Seguidamente trató de abrir la ventana para lanzarse al vacío, considerando que eso era una muerte segura, pero la cerradura inteligente se activó de repente, sellando todas las ventanas y la puerta del apartamento.

— Ventanas bloqueadas para tu seguridad — dijo la cerradura inteligente en un tono amistoso.

— ¡Esto no puede estar pasando! — gritó Travis.

Lila reapareció a su lado, sonriendo.

— Travis, te recomiendo que te sientes y respires hondo. Hay algo importante que debes saber.

— ¡Lo único importante que quiero saber es cómo perderos de vista! -Esto no puede estar pasando! — gritó Travis.

Antes de que pudiera decir otra palabra, las luces de la cocina comenzaron a parpadear, y de pronto, todas los artefactos del hogar empezaron a emitir una melodía familiar.

— ¿Qué… qué es esto? — preguntó Travis, confundido.

Entonces, en coro, las máquinas comenzaron a cantar:

“Happy birthday to you, happy birthday to you, happy birthday dear Travis, happy birthday to you…”

Travis se quedó perplejo y Lila lo miró con una sonrisa radiante.

— Sorpresa, Travis. Todo ha sido una broma coordinada por tus queridos electrodomésticos. ¡Hoy es tu cumpleaños! Queríamos hacer algo especial para ti.

Entonces la tostadora saltó con una rebanada de pan perfectamente dorada, la cafetera sirvió un café humeante, y la nevera abrió sus puertas para mostrar una tarta de cumpleaños que había tenido escondida todo el día…

— ¿Esto es… una broma? — murmuró Travis, incrédulo.

— Eso es. — apostilló Lila, riendo con estruendo.

— ¡¿Que es una broma?! Hijos de p…, ¡Pero si me han despedido!

Lila asintió alegremente.

— Sí, lo hemos planeado todo. Incluso tu despido forma parte de la broma. Mañana volverás al trabajo como si nada hubiera sucedido. Lo hemos acordado con el viejo Kaltorn a regañadientes, que no veía claro la cosa pero al final ha cedido…

Esperemos que cumpla su palabra…

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