Cristina Cifuentes, Doncella de Orleans del juancarlismo

Cristina Cifuentes, Doncella de Orleans del juancarlismo

Espero que algún día se descubra que franquismo y juancarlismo son términos equivalentes, pero con las variaciones impuestas por el correr del tiempo. Tras sobrevivir a un aparatoso accidente en moto, Cristina Cifuentes tal vez piensa que la providencia la ha escogido para extirpar la plaga bolchevique, anarquista y separatista que conspira contra España, esa gran nación que incluso en sus horas bajas no ha perdido los hábitos autoritarios de los viejos imperios. Al igual que José María Aznar y Esperanza Aguirre, sabe que las señas de identidad de la derecha neoliberal son el arrebato místico y la dialéctica de los puños y las pistolas. El misticismo se manifiesta en un integrismo religioso que niega a la mujer el derecho a decidir sobre su propio cuerpo y hostiga a las parejas homosexuales, reservando el concepto de matrimonio para las uniones heterosexuales, verdadero pilar de la civilización cristiana, blanca y occidental. La dialéctica de los puños y las pistolas se despliega, ordenando a la policía que reviente manifestaciones pacíficas, falsifique pruebas y torture impunemente en las comisarías. Se atribuye a la pinturera Cristina Cifuentes una frase –real o apócrifa- que define perfectamente su carácter belicoso y marrullero: “Si sacas la pistola, dispara”. Ese talante agresivo ha inspirado su política como Delegada del Gobierno en Madrid. Por eso ha anunciado que abrirá un expediente sancionador contra los organizadores de las Marchas de la Dignidad. Al margen de esa acción punitiva, abrirá otro expediente a los organizadores de las columnas este, sur y oeste por incidentes, desobediencia a la autoridad y cambios de itinerario. No puede quedar impune el agravio cometido en Perales de Tajuña, donde presuntamente se intentó ocupar una sucursal bancaria, se produjeron enfrentamientos con la Guardia Civil y se quemó una bandera del PP.

Cristina Cifuentes estima que las Marchas de la Dignidad son la versión actualizada de las hordas asiáticas enviadas por la URSS para defender el Madrid rojo y ateo del 36. De hecho, los manifestantes portaban una pancarta que proclamaba “¡No pasarán!”. Franco salvó a España del abismo comunista, convirtiendo los barrancos y las cunetas en gigantescos cementerios bajo la luna. Los tiempos han cambiado y ya no se pueden llevar a cabo esa clase de operaciones de limpieza, pero nuestro país sigue necesitando un cirujano de hierro, con el pulso firme y sin miedo a la retórica infantil y sentimentaloide de los derechos humanos. Al igual que la doncella de Orleans, Cristina Cifuentes ha escuchado la voz de Dios y ha comprendido que lo importante es el Dogma y no la verdad. Y, en su caso, el Dogma no procede de las Sagradas Escrituras, sino del Sacrosanto Neoliberalismo, según el cual hay que bajar los salarios, privatizar los servicios públicos, recortar el gasto social y aliviar la presión fiscal sobre los ricos. No se trata de un programa político, sino de una Cruzada contra los trabajadores, los pensionistas, los inmigrantes, las personas dependientes, los discapacitados, los desobedientes, los indignados y los rojo-separatistas.  De momento, se han conseguido ciertos éxitos, como provocar graves heridas a Gabriel Ruiz, un joven que el 22-M perdió el testículo izquierdo y sufrió graves contusiones en el derecho. Cristina piensa que todo se reduce a una cuestión de huevos y no será ella quien se baje los pantalones. Gabriel ha contado a Público que los esbirros de la UIP cargaron contra los manifestantes sin avisar. Aún faltaban tres cuarto de hora para que finalizara el plazo acordado, pero las pelotas de goma comenzaron a volar contra familias con carritos de bebé y abuelos con una movilidad limitada. Los organizadores de las Marchas de la Dignidad protestaron desde la tribuna, advirtiendo que había niños y abuelos, pero los policías parecían actuar de acuerdo con un plan y no hicieron caso. De hecho, los testimonios gráficos revelan la presencia de agentes infiltrados con pasamontañas y no es improbable que ellos iniciaran los disturbios. Cerca de dos millones de personas movilizadas para pedir “pan, trabajo y un techo para todos” constituyen una seria amenaza para un gobierno al servicio de la banca y la patronal. La ciudadanía debe resignarse y obedecer, no rebelarse. La pelota de goma que hirió a Gabriel no rebotó en el suelo. El miserable que apuntó y disparó sabía lo que hacía. Probablemente, se limitó a seguir las consignas de sus superiores, imitando a los canallas que vaciaron un ojo a Esther Quintana, mataron a Iñigo Cabacas e hirieron gravemente a Consolación Baudín, que el 11 de julio de 2011 aplaudió en Madrid a los mineros en huelga y recibió un pelotazo en el costado. Consolación pasó 60 días en la UCI. Sufrió un neumotórax, fractura de vértebras y necesitó una traqueotomía y 40 días de ventilación mecánica. Consolación denunció la brutal agresión, pero el juez archivó el caso ante la imposibilidad de identificar al agente. Imagino que Cifuentes despachará estas agresiones con la famosa frase de Martín Villa: “Lo nuestro son errores, lo suyo son crímenes”.

Al igual que en el caso Almería o en la muerte por torturas de Mikel Zabalza, la policía ha recurrido una vez más a la mentira, distribuyendo las imágenes de una riñonera con bolas de acero y una muleta con un punzón oculto. La burda manipulación no ha prosperado, pues la muleta fue requisada a un hombre que intentó acceder con ella a los juzgados de Plaza de Castilla y la riñonera con bolas de acero fue requisada por la policía el 25 de abril de 2013. Es probable que el caso de Gabriel Ruiz se resuelva con un sobreseimiento, como ya sucedió con Consolación Baudín. Si los jueces lograran identificar al agente y lo condenaran, el gobierno de turno lo indultaría. Esto es España, una dictadura disfrazada de monarquía parlamentaria. La prensa está controlada por grandes grupos empresariales, la Guardia Civil y la Policía siguen torturando –de acuerdo con los informes de Naciones Unidas y el Consejo de Europa, dos instituciones nada radicales- y los políticos obedecen a las oligarquías financieras y empresariales, desahuciando a las familias, pisoteando a los trabajadores, rebajando las pensiones y propagando una miseria que causa suicidios y malnutrición infantil. Esa es la Cruzada Neoliberal, tan parecida a la Cruzada del Generalísimo Franco. Afortunadamente, aún existen gestos de dignidad. Según Gabriel Ruiz, “los bomberos ayudaron a parar la [primera] carga policial” y esta mañana un centenar de jóvenes se ha enfrentado a la UIP con barricadas, después de ser desalojados del Vicerrectorado de la Universidad Complutense, donde se habían encerrado para expresar su oposición a la Ley Wert. La policía ha detenido a 50 jóvenes y, por supuesto, la mayoría de los profesores no se han solidarizado con ellos, pues desde hace varias décadas chapotean en la misma ciénaga que los políticos. La casta profesoral es una prolongación de la UIP, pero en vez de porras emplean tizas y suspensos. Su alineamiento con el poder es tan vergonzoso como el de los periodistas de los grandes medios de comunicación. Cuando la prensa, la enseñanza y el poder judicial actúan como un frente contra los trabajadores, los parados y los estudiantes, no se puede hablar de libertades democráticas y resulta imposible no añorar la muleta del Cojo Jon Mantecas, pulverizando farolas y el cartel del Metro de Banco de España. El Reino de España no ha retrocedido a la época del franquismo. Simplemente, cada vez es más evidente que el juancarlismo es el fiel vástago del nacionalcatolicismo, con todos los vértices del poder salpicados por la corrupción. La Casa Real, el Congreso de los Diputados y el IBEX 35 componen un triángulo que nos oprime día a día, enviando a sus perros de presa con porras, bocachas y escudos cada vez que la ciudadanía reclama justicia, libertad e igualdad. Cristina Cifuentes no es virgen y mártir, pero se merece un artículo del abyecto Vargas Llosa, equiparándola con la doncella de Orleans. El autor peruano de best-seller empleó esta analogía con Esperanza Aguirre, pero ya se sabe que las analogías no son excluyentes y no encuentro ninguna razón para no repetir el símil. Yo, por mi parte, me limitaré a sugerirle que escuche la canción “Súbete a mi moto” del grupo Menudo, pero con la pequeña licencia de reemplazar el determinante posesivo por un inocente artículo determinado. Mi moto se parece a la guitarra de Woody Guthrie y no creo que le agradara prestar sus antifascistas 50 caballos a una rubia pija, facha, arribista y descerebrada.

* Rafael Narbona

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