Crónica de un viaje a Cuba: La Bodeguita y Ambos Mundos
Luis Puicercús “Putxi”. LQSomos. Octubre 2016
Cuna del mojito cubano y el hotel de Hemingway
Mes de junio. Otro viaje al Club de Prensa Internacional de La Habana para conseguir un nuevo visado como corresponsal de prensa. Después de haber estado con anterioridad en el Floridita, recorremos la populosa calle del Obispo, la que puede considerarse la más representativa de la Habana Vieja. Después de atravesar ocho cuadras (manzanas) y de un lento y casi penoso peregrinaje –por razones obvias a causa de mi movilidad para los que me conocen– y entrando en una callecita lateral de la fachada de la Catedral, en el número 207 de la calle Empedrado, llegamos a nuestro destino. Y para terminar esta especie de acertijo inicial puedo adelantar que es un lugar donde “el espíritu y la materia se abrazan emocionados”… no sé dónde escuché tan esotérica afirmación.
Mi mojito en la Bodeguita… y mi daiquirí en el Floridita”, frase que preside la barra del establecimiento –un indudable reclamo publicitario– nos indica que estamos en la mítica Bodeguita del Medio, otro de los lugares habaneros que popularizó el insigne escritor Ernest Hemingway. Cuando cualquier viajero está de paso por la Habana Vieja no puede dejar de visitar este histórico lugar.
Nos encontramos en el santuario del ron, uno de los lugares de culto para degustar otro de los más famosos y deliciosos cócteles cubanos: el mojito. Es este un cóctel que incluye en su composición ron, azúcar, hielo, soda y hierbabuena. Según el primer dueño de la Bodeguita –en 1942– el inventor del trago fue el corsario inglés sir Francis Drake, por lo que en sus inicios esa mezcla se llamaba drake. Y como otra curiosidad adicional –según nos comenta el barman–, al principio este trago se elaboró con la tafia, un primitivo predecesor del ron.
Y no solo por el mojito es conocida La Bodeguita. Las fotografías y las firmas de miles de parroquianos tapizan las paredes. No hay un solo centímetro de sus paredes, de sus mesas y de sus rincones más íntimos y escondidos que no estén literalmente cubiertos de dedicatorias y firmas. Y donde éstas faltan hay innumerables fotos de personajes que, en diversos momentos, han visitado este santuario del buen beber y comer del mítico universo hemingwayano: La Bodeguita del Medio.
Punto de encuentro de personajes famosos y populares que visitaron la isla, existió la tradición de que las personalidades que pasasen por La Bodeguita tendrían que dejar un recuerdo, una huella de su paso por allí, una foto, un objeto o una firma en sus paredes. Me tomo un tiempo para contemplar las huellas del pasado de algunos de ellos: Pablo Neruda, Mario Moreno Cantinflas, Errol Flyn, Brigitte Bardot, Spencer Tracy, Agustín Lara, Gary Cooper, Jean-Paul Sartre, Ava Gardner o Ernesto Ché Guevara. Salvador Allende puso la siguiente inscripción en una de las paredes: Cuba Libre, Chile espera.
Sobre las mesitas del comedor se han colocado unos rectángulos de papel amarillo en los que están escritos el menú y otras curiosidades. Una de ellas es el poema escrito por Nicolás Guillén dedicado a La Bodeguita y a su primer director y que termina así: …Brindo porque la historia se repita y porque lo que es ya la bodegona nunca deje de ser la Bodeguita.
Local con un ambiente típico cubano, cuenta con una deliciosa gastronomía basada en la cocina criolla y una excelente música, protagonizada por grupos de música cubana a los que se le puede demandar cualquier tema. Uno de los turistas presentes –la gran mayoría– se acerca al grupo y les pide “Chan Chan”, la célebre canción de Compay Segundo, tema que coreamos todos los presentes, mientras nos acercamos con dificultad a la barra del bar, abarrotado en esos momentos.
Ordenamos una ronda de mojitos, que acompañamos con una ración de chicharrones fritos, –muy parecidos a nuestros torreznos– que los cubanos denominan saladitos, para acompañar las bebidas. Quizás están faltos de sal, algo que nos apresuramos a corregir, sin saber que estamos contribuyendo a tomarnos ¿más de un mojito?… exacto, al final fueron cuatro las rondas pedidas… y bebidas, claro.
Después de salir, volvemos a la calle del Obispo esquina con la de Mercaderes, donde se encuentra el hotel Ambos Mundos, aquel que alcanzara fama internacional cuando se convirtió en el “primer hogar” del mejor autor de la literatura universal, Ernest Hemingway. En la última planta del hotel, en la habitación 511, encontró Hemingway toda la tranquilidad para escribir “durante la acariciadora y fresca brisa matinal” –según afirmaba– durante los años que permaneció en La Habana, antes de irse a vivir a Finca Vigía. Desde hace años la habitación se ha convertido en museo, conteniendo una colección de objetos que le pertenecieron. La entrada a este especial museo cuesta dos CUC (1,80 euros), solo asequible para los turistas.
Tengo que reconocer que estar en su habitación me provocó una gran emoción. Se siente la presencia del escritor en ese receptáculo de tan solo 16 metros cuadrados. Al asomarme a una de las ventanas tengo ante mis ojos el mismo espectáculo que enamoró a Hemingway aquellos años: el castillo del Morro, un trozo de mar, los rojos tejados de las viviendas de la calle Obispo y el hermoso Palacio de los Capitanes (donde hoy se encuentra albergado el Museo de la Ciudad). En esa habitación escribió “Por quién doblan las campanas”, una de sus mejores obras. La escribió en 1937, después de haber estado en España como corresponsal de guerra. Recuerdo una cita inicial de la novela: La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad, por eso nunca preguntes por quién doblan las campanas: doblan por ti.
En el hotel todo ha permanecido intacto y casi en las mismas condiciones que cuando Ernest se hospedaba allí. Hacia la izquierda se encuentra el mismo largo mostrador rodeado de cómodas banquetas donde Papa ordenaba el habitual daiquirí sin azúcar –por su innegable e inconfesable intolerancia al azúcar debido a la diabetes que padecía–. Junto a la entrada, hay un piano de cola donde un viejo pianista, con más voluntad que acierto, está tocando –o más bien diría intentando tocar– el chotis “Madrid, Madrid, Madrid”
A pesar de estar a unos metros de la plaza de Armas, nuestro siguiente objetivo, donde se encuentra una especie de mercadillo de libros antiguos y de segunda mano, nos vemos obligados a dejarlo para otra ocasión, ya que otros destinos y deberes llenan nuestros siempre ocupados tiempos.
* Crónica de un viaje a Cuba, son una serie de relatos en primera persona de la estancia en este año en la Isla del autor, la figura de Hemingway siempre esta presente: La terraza de Cojímar, Bar Floridita
Miembro de la Asamblea de Redacción de LQSomos. Autor del libro “BRIGADISTAS EN CUBA” (clic aquí), testimonio de la enriquecedora experiencia que supuso su estancia en Cuba durante tres años en el marco de las Brigadas de Trabajo Voluntario.
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