Crónica rosa: Bufón para el rey decrépito
Por Arturo del Villar
La borbonería que todavía pulula por este reino se ha juntado, como es su apetencia natural, con motivo de la boda del alcalde de Madrid con una descendiente de los Borbón–Dos Sicilias. Contra su ancestral costumbre endogámica, esta borbónica no se ha casado con un tío o un primo igualmente borbónico, principal causa de la decadencia de la familia, abundante en locos o idiotas, degenerados todos, según demuestra la triste historia de España desde que Francia nos los regaló al comenzar el siglo XVIII: no ha habido ni uno sensato siquiera.
Este 6 de abril nos deja una fotografía de GTRES que, como suele decirse, vale más que mil palabras. Inmortaliza la llegada del rey endogámico y decrépito Juan Carlos de Borbón y Borbón a la iglesia madrileña en donde se celebraba el bodorrio, apoyado como siempre en el brazo de un escudero con la mano izquierda y en un bastón con la otra, porque solamente tiene dos, aunque en sus tiempos se dijo que robaba a cuatro manos. Cuenta la crónica que algunos monárquicos convenientemente estabulados por las fuerzas del desorden público le vitorearon, y al no estar ya acostumbrado a tamaño recibimiento desde que es decrépito, se puso nervioso, por lo que, más decrépito todavía, se le cayó el bastón al suelo y quedó sin más refuerzo que el del escudero, que es corto para su peso. Un grito de horror escapó de los estabulados. ¿Se volvería a caer, como tantas otras veces en el pasado, y habida cuenta de su decrepitud actual se rompería la cabeza y comprobaríamos que está hueca?
¡No, esta vez tuvo a tiempo un bufón diligente en la persona del novio! Para algo había de servir José Luis Martínez Almeida, ya que para alcalde de la Villa sin Corte es la mayor de las nulidades. Dobló las rodillas sin importarle sacar rodilleras al pantalón del chaqué, y con mano firme, que no le temblaba a pesar de la importancia del momento, agarró el bastón y se lo entregó a su amo con una cumplida reverencia. El fotógrafo estuvo muy oportuno para dejarnos la imagen del momento trascendental.
Es una pena que Juan Carlos no tenga Corte, como su antepasado Felipe IV, que no era Borbón, aunque también era idiota y putañero. En esa Corte el rey reunió una cuadrilla de bufones para reírse de ellos, Calabacillas, el Niño de Vallecas, Diego de Acedo, y Velázquez, aposentador de la Corte, los retrató para que la posteridad conociera las aficiones decadentes de aquel monarca que tampoco se ocupó de las tareas de dirigir el reino, lo que hubiera sido favorable de no haber escogido a tarados para desempeñar la tarea: ni para eso servía.
En la noche del bodorrio el ya esposo podrá celebrar a lo grande por todo lo alto su hazaña: haber evitado el tropezón del rey decrépito a la puerta de una iglesia. Si es que no nos privamos de nada, con tal que sea esperpéntico. Así nos va. Y qué podemos hacer, si no servimos más que para ser vasallos.
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