Diálogos: Marx y el comunismo en la era digital

Diálogos: Marx y el comunismo en la era digital

Diego Farpón. LQS. Mayo 2021

“Planificación comunista significa sencillamente la regulación consciente, racional y democrática de la economía”

Marx y el comunismo en la era digital (y ante la crisis eco-social planetaria) es el último libro de Maxi Nieto. La obra podríamos decir que se divide en tres partes. En la primera de ellas señala las contradicciones del modo de producción capitalista; en la segunda se refiere a al callejón sin salida al que llevan las propuestas que no enfrentan al capital, reclamando la vigencia del comunismo frente a las críticas de la burguesía y deteniéndose en la experiencia soviética; en tercer lugar propone a debate un modelo de economía comunista.

El libro, editado hace unas semanas por Maia ediciones, se adentra en distintas cuestiones que suelen generar polémica. Hemos discutido de algunas de ellas con su autor, Maxi Nieto.

¿Qué entiendes por comunismo y por planificación económica? ¿Qué relación hay entre una cosa y la otra?

Aparte de darte las gracias por la entrevista, antes de nada conviene precisar que el libro que nos ocupa adapta algunos materiales y argumentos ya publicados antes, a los que ahora se añaden desarrollos nuevos, todo ello con la intención de conformar un texto introductorio, más ordenado y compacto, que pueda servir a la intervención de los marxistas en el debate público.

Entrando ya en materia, diríamos que en términos de Marx el comunismo es un proyecto de emancipación humana cuyo fin último es el autogobierno de la sociedad: conquistar una sociedad libre de explotación y de opresión donde todos decidamos en pie de igualdad. Se trataría de liberar a la humanidad de su subordinación al proceso económico capitalista, un poder ciego, impersonal y auto-expansivo que impone sus necesidades internas de reproducción (resumidamente: valorización y acumulación compulsiva) sobre las propias necesidades de la población. Esta supeditación de la sociedad al capital es lo que explica la gran paradoja de que el continuo desarrollo científico-técnico logrado por la humanidad pueda convivir a lo largo de todo el planeta con todo tipo de calamidades, desde la polarización social, el hambre y la precariedad laboral, hasta la falta de democracia, el imperialismo o la imparable degradación ambiental.

Así entendido, el proyecto comunista tendría dos pilares básicos que se implican mutuamente: a) planificación económica, que significa la regulación consciente, racional y democrática del proceso económico; y b) democracia plena, o en términos de Marx, república democrática, un modelo jurídico-político basado en los principios modernos del derecho igual, la libertad universal y las garantías civiles, modelo que nunca puede regir realmente bajo condiciones capitalistas de producción y que sería la forma jurídico-política del poder obrero, de la dictadura del proletariado. Y es que sin superar la atomización productiva mercantil que impide la regulación consciente de la economía no puede existir realmente la democracia, el autogobierno ciudadano; y sin democracia plena, sin restricciones, no puede haber tampoco planificación, dominio consciente del proceso económico por el conjunto de la población.

Formulas en alto una de las preguntas recurrentes de parte del movimiento revolucionario: “¿Pero qué sucedió realmente en la URSS?”. Señalas que no hubo colapso económico, sino que la restauración del capitalismo fue una decisión política. Si la espina dorsal de la cuestión es la decisión política y no la económica, ¿Por qué es reseñable el avance tecnológico de la sociedad? ¿Solucionando el problema técnico se soluciona el problema político?

Podemos decir que la política decide siempre el desarrollo y destino final de los procesos sociales, o de la lucha de clases, pero lo hace necesariamente dentro de un determinado marco económico, de las restricciones materiales de la sociedad, que no pueden ignorarse.

En este sentido, y respecto a la URSS, señalo que operaban dos tipos de obstrucciones de largo recorrido al genuino desarrollo comunista: una de tipo político y otra de tipo tecnológico-económico, que además se retroalimentaban una a la otra. La primera quizás no requiera tanta explicación, pero sobre la segunda hay que decir que superar el mercado como mecanismo de coordinación económica para construir el socialismo y poner en marcha la planificación exige condiciones institucionales y tecnológicas muy precisas (en materia de telecomunicaciones y procesamiento de la información) que solo empezaban a estar disponibles en los años finales de la URSS, cuando la dirección política del país no tenía ya ningún vínculo con los ideales comunistas.

¿Cuáles son las características básicas del modelo de planificación cibernética que se propone en el libro?

Lo primero que hay que dejar claro, y conviene remarcar de nuevo, es que la planificación comunista significa sencillamente la regulación consciente, racional y democrática de la economía, y ello frente la regulación ciega, ineficiente y antidemocrática que implica toda economía basada en el mercado (incluidos, por supuesto, los modelos de “socialismo de mercado”). La planificación comunista cibernética -o si se quiere, la planificación asistida por ordenadores- es cualquier cosa menos una “economía algorítmica”. Es, por el contrario, un tipo de economía donde, a diferencia de lo que sucede en las plutocracias capitalistas, los procesos de valoración y decisión individuales, así como los de deliberación democrática, recorren todo el proceso económico: desde la elección personal de los medios de consumo o la profesión, hasta decidir los objetivos de desarrollo económico y social, pasando por la decisión de parte de la inversión y de los equipamientos públicos. Planificación no es tampoco “prever el futuro”, ni “programar la vida social y de los individuos”, ni exige una imposible y absurda “omnisciencia” por parte de las instancias de coordinación económica. Y tampoco busca instaurar alguna “Arcadia feliz”. Todo esto son cosas disparatadas que se dicen por parte de los enemigos del socialismo (a derecha, pero también a “izquierda”) y no siempre por mala fe, muchas veces es simple desconocimiento, que se exhibe sin rubor, sobre todo de la literatura reciente sobre el tema.

Como señalaba antes, superar el mercado como mecanismo de asignación de recursos y de cálculo económico exige dos tipos de condiciones: institucionales y tecnológicas. En este sentido, para que la planificación pueda ser un proceso eficiente de asignación se requieren dos tipos de procedimientos o circuitos de coordinación económica que deben operar de forma simultánea y desempañando funciones distintas pero complementarias: a) la coordinación que llamo científico-técnica, que moviliza información en buena medida ya disponible o “dada”, a través de técnicas matemáticas de optimización (como la programación lineal) y que hace uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; y b) la coordinación que llamo “económica”, pues implica valoración y decisión humanas, destinada a crear nueva información sobre técnicas, productos y proyectos empresariales a través de una estructura institucional que permita la inversión descentralizada y que promueva el talento emprendedor, todo ello dentro de un marco de propiedad social de los medios de producción, con un adecuado sistema de incentivos y sin relaciones mercantiles.

Este esquema básico con dos circuitos permite dar una respuesta satisfactoria a las objeciones que tradicionalmente han planteado los economistas austriacos (objeciones que lamentablemente se siguen asumiendo a día de hoy por la mayoría de la izquierda) sobre el tipo de información que se necesitaría para coordinar de manera eficiente una economía compleja, y que supuestamente el socialismo sería incapaz de generar.

Y es que, efectivamente, el problema que enfrentaría la planificación en una economía compleja como la actual, con una división del trabajo híper-desarrollada, no sería un problema meramente computacional (capacidad de recolección de información y potencia de cálculo), que presupondría como “dada” o “disponible” toda la información necesaria para coordinar la economía, sino que es un problema esencialmente dinámico, de valoración y decisión humanas, que exige crear constantemente nueva información. Pero con la fórmula institucional que desarrollamos en el libro este problema desaparece.

Señalas un par de empresas capitalistas como ejemplo de planificación económica. Marx señalaba que es en el interior de la vieja sociedad de la que nace la nueva. También mencionas, entre las medidas a aplicar en la sociedad comunista los bonos de tiempo, cuestión que abordó Marx. ¿Cómo explicas la actualidad del análisis del socialismo científico y la vigencia de algunas propuestas que fueron elaboradas en el siglo XIX?

Más que como ejemplo de planificación económica, las señalo como ejemplo de las posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías para tener un conocimiento y seguimiento exacto, en tiempo real, de los insumos a lo largo de toda la cadena de suministros, y que este tipo de tecnologías podrían aplicarse ya a escala de toda la economía, resolviendo así los problemas de manejo de información que lastraron a las económicas de tipo soviético. Las posibilidades en este terreno (el del procesamiento de la información en este caso ya “dada” de la que hablábamos antes) son inmensas.

Por otra parte, el valor de las ideas de Marx (como las de cualquier otro autor importante en la historia del pensamiento) no depende de criterios cronológicos, de si se redactaron en tal o cual fecha, y por tanto de si se encuentran digamos más o menos “desfasadas”. En la medida que su análisis del capitalismo es de carácter estructural, permite dar cuenta de la lógica y funcionamiento de la sociedad en la que vivimos, ya que esta sociedad sigue siendo la capitalista, y lo es de una forma mucho más pura que cuando el propio Marx vivió. Lo mismo sucede con los principios que él propone para organizar la sociedad comunista, entre los cuales ocupa un lugar central la contabilidad económica realizada directamente en tiempo de trabajo, sin dinero. Se trata de eso, de un principio, algo que no depende de un criterio temporal o ligado a él, como podría ser el desarrollo tecnológico. Superar el mercado es lo mismo que sustituir la contabilidad económica indirecta, la que tiene lugar a través del dinero como equivalente general de valor. Y ahí es donde juegan un papel los bonos laborales de Marx como forma de retribución del trabajo realizado y de distribución de los medios de consumo de acuerdo a las preferencias individuales.

La crítica al decrecimiento ocupa un buen número de páginas. De los distintos argumentos que expones, ¿cuál es el más importante para enfrentar esta corriente económica?

En el libro se expone con cierto detalle por qué el mercado, o lo que es lo mismo, la producción atomizada orientada a la búsqueda del beneficio, resulta incompatible con la sostenibilidad ambiental. También se señalan los límites de las “soluciones” de mercado que se vienen ensayando, como los mercados de emisiones o los impuestos, que buscan “internalizar” en los precios el impacto ambiental de las acciones de los agentes en el mercado. De ese diagnóstico se deriva de forma natural que solo una económica planificada está en condiciones de enfrentar con éxito los retos ecológicos del presente, de entre los cuales quizás el más urgente sea el del declive energético, concretamente el ligado a las dificultades crecientes para la extracción de petróleo.

El problema con el decrecentismo es que desenfoca completamente el problema. La crítica en el libro se centra en tres aspectos. Primero, confunde la causa última de los problemas de extralimitación ambiental, que no es el “crecimiento” en abstracto sino la lógica económica capitalista que lo gobierna, una lógica ciega que impide la regulación consciente y democrática de la economía. En segundo lugar, propone una solución socialmente injusta y reaccionaria, pues reparte responsabilidades por igual, hace recaer el coste de la reconversión ecológica sobre la clase trabajadora e impide aprovechar las enormes capacidades científico-técnicas acumuladas por la humanidad. Y en tercer lugar, constituye un proyecto esencialmente utópico por dos motivos: no establece unos fundamentos institucionales y económicos verdaderamente alternativos al capitalismo, y es inviable porque acaba aceptando la misma producción mercantil que está detrás de la degradación ambiental.

Finalizas la obra señalando la necesidad de tomar partido, sin embargo, en no pocas ocasiones señalas que el color del Gobierno da igual. Entonces, ¿para qué y por qué habría que tomar partido?

Tomar partido precisamente por la organización independiente de nuestra clase, que es justo lo contrario de gestionar el Estado capitalista, asumiendo tareas de gobierno. Los límites de esta estrategia están a la vista en nuestro país, y más que en materia social o laboral, en el compromiso del actual Gobierno, como no podía ser de otra forma, con la política y los aparatos del atlantismo desde los que se agrede a otros pueblos. Todo esto solo genera desorientación y frustración, abriendo el paso a una reacción todavía más a la derecha.

Marx y el comunismo en la era digital (y ante la crisis eco-social planetaria).
Maxi Nieto. Nº de páginas: 176. Editorial: MAIA EDITORES  ISBN: 9788492724857. Año de edición: 2021

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