[Duopolio dinástico gobernante] Naturaleza muerta, pies fríos

La Conferencia Política del PSOE celebrada en Madrid recuerda al legendario viaje equinoccial de Lope de Aguirre, que después de muchas penurias devolvía al aventurero marañon al punto partida.

Con la diferencia de que mientras el feroz explorador hizo su periplo en cayuco, Rubalcaba lo ha resuelto en bicicleta estática. Por eso Ferraz está de vuelta sin haber ido.

Aún sin marchitar las últimas rosas del encuentro, los hechos del duopolio dinástico gobernante vuelven a demostrar que, más allá del verbalismo que requieren los enunciados de la servidumbre voluntaria, la política sin clase de la clase política española por antonomasia es como aquellos hermosos bodegones de naturaleza muerta: un desfile de cadáveres exquisitos. Tras una melancólica vida de tercera, nuestros más áulicos representantes nos convocan a un funeral de primera porque vienen las elecciones europeas. Entre “el PSOE ha vuelto” de las huestes de Rubalcaba y esa especie de estrambótico “no nos moverán” de los cruzados de Rajoy, hay mucho mucha más afinidad que disidencia. Ya lo dijo José Bono, ex presidente del Congreso, con su carismática boludez cuando visitó al caníbal Obiang en su cortijo guineano: “es más lo que nos une que lo que nos separa”.

Lo que une a PP y PSOE es lo mismo que les separa de la ciudadanía. De cuarto y mitad para arriba hasta decir basta. No es ya que la bronca liada con la ponencia que renovaba la obediencia debida del socialismo realmente existente a la Monarquía del 18 de Julio. Un tongo de traca. Tampoco que en vísperas de la magna reunión para “actualizar su ideario”, el grupo parlamentario del PSOE votara junto al PP rechazar el derecho a decidir, mientras la facción PSC se abstenía a rabiar. Ni que la andaluza Susana Díaz, estrella emergente del maremágnum socialista, se llenara la boca de patriotismo reivindicando la sagrada unidad de las tierras de España, que viene a decir el artículo dos de la vigente Constitución.

Es que coleando todavía los ditirambos que los disciplinados ufólogos de El País habían dedicado a la “conferencia del cambio socialista” y su “recesión democrática”, sin guardar luto, la derecha en el poder y la sedicente izquierda en la oposición acordaban reanudar las conversaciones para el reparto del nuevo Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Como hicieron con el TC al blindar como presidente al alabardero De Cobos. El último peldaño de momento de ese proyecto siempre en construcción para hacer del país real una réplica del ADN ambidiestro que disciplina a los guardianes de los santos lugares de la restauración juancartlista. Tomando el mapa por el territorio.

Tanto monta, monta tanto. Almas gemelas en los trances más difíciles. Como si el austericidio que nos devora hubiera sido una inocente anomalía ajena a sus inconfesables necesidades, los asistentes al ponderado cónclave se despidieron felices y comieron perdices. Ninguna mención a la reforma neoliberal del artículo 135 de la Carta Magna, porque lea dio la gana; ni sobre la liquidación del sector financiero representado por las cajas de ahorro para engorde de la gran banca; ni del agravamiento de los tramos para percepción de las pensiones (consensuado con las centrales); ni mucho menos de la autorización para instalar aquí la sede del escudo antimisiles de EEUU. Deja vú.

Sin solución de continuidad. Porque entre este “¡el PSOE ha vuelto!” de ahora, enarbolado por “la mejor cabeza política que tiene España”, según Felipe González, y aquel otro de “¡a consumir!”, con que se cerró el Congreso del zapaterismo antes de que estallara la tormenta financiera que trajo la Gran Recesión, hay no hay tanto un abismo: solo el que se está tragando al partido de Pablo Iglesias hasta llevarlo a los peores resultados de su ya más que centenaria historia. Y ni siquiera se percibe un rastro de épica que valga para dorar la píldora del desastre. Lejos de aquella imberbe “devotio ibética” con que engalanó la era del felipismo rampante, el rubalcabismo menguante apunta como mucho a una versión abstemia del torrentismo. Y con esa burda caricatura y la del insípido marianismo, una especie de dúplex “martes y trece” de la clase política, pretenden enrolarnos a muchos más lunes al sol.

Al fin al cabo, todo es cuestión de números, los que caben en una urna. Ya se sabe, un hombre es un voto, pero también una boina. En esa estulticia programada desde el poder confían. Y en la vuelta de la clase media a las verdes praderas del pasotismo donde antes pastaban. De ahí la disputa que enfrenta de mentirijillas a PP y PSOE. Reencantarlas es la máxima aún al irrisorio precio de contemplar a un antiguo secretario general de CCOO promocionando al José María Aznar más mular. Clases medias, ni de arriba ni de bajo sino todo lo contario, que ya no volverán. Por eso nuestros políticos de cabecera y las estructurales que les financian ni saben ni contestan. Son Zombis en estado de buena esperanza, porque el secretario general de PSOE pidió a la militancia que “se acerque a las mareas ciudadanas”. Lo dicho, mal de altura en un entorno de insondable bajura.

* Publicado en Rojo y Negro

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