Ecuador duele: cinco claves para entender un país roto
Por Gerardo Szalkowicz*
Por la potencia de las imágenes, la irrupción de una banda narco agitando fusiles y granadas en los estudios de TC Televisión conmocionaron al mundo, en el pico más cinematográfico de unos días que incluyeron ataques explosivos, motines, saqueos, tiroteos, incendios de autos, secuestros y un pánico generalizado que literalmente paralizó al país.
Pero la impactante e inédita secuencia en el canal público de Guayaquil -y los hechos que la precedieron y la prosiguieron- son apenas el último capítulo de una espiral de violencia organizada que lleva unos cinco años y que hizo una fuerte metástasis en los últimos dos. La triste metamorfosis de un país que pasó de ser el segundo más seguro de América Latina a transformarse en el más violento, con una tasa de homicidios que creció casi 800% desde 2019.
La mecha de estos días la encendió la fuga carcelaria de dos capos narco en medio de motines y secuestros de policías en media docena de penales. La crisis carcelaria es el rostro más visible de la hecatombe: las constantes masacres, en general por enfrentamiento entre bandas, dejaron más de 460 presos muertos desde 2021.
El joven presidente Daniel Noboa, que asumió hace un mes y medio para completar el
mandato de Guillermo Lasso, respondió decretando el estado de excepción y el toque de queda, lo que terminó provocando un vendaval de ataques armados y atentados en todo el país que incluyeron la viralizada toma del canal.
Ante el caos generalizado, y tras recibir el apoyo de todo el arco político –incluido al exiliado expresidente Rafael Correa-, Noboa emitió un nuevo decreto que reconoce el estado de ”conflicto armado interno” y ordena a las fuerzas militares neutralizar a 22 organizaciones a las que declara como “grupos terroristas”. El día debut de esta guerra total a las bandas dejó al menos 13 muertos y 41 detenidos.
El país entró en shock: se suspendieron las clases presenciales, la mayoría de los comercios cerraron y la población se atrincheró en sus casas. Los tanques de guerra deambulan por las calles vacías mientras se multiplican los focos de violencia y enfrentamientos que auguran un desenlace sangrientamente incierto.
Cinco razones de fondo
Van algunas claves que intentan desentrañar cómo se instaló este modelo de violencia y muerte cotidiana gobernado por las bandas narco-criminales:
1-El factor internacional. Ecuador está ubicado en medio de Colombia y Perú, los mayores productores mundiales de cocaína. La presencia de las Farc en el sur colombiano funcionaba como una suerte de bloqueo para la expansión de los cárteles hacia el Ecuador pero la firma del acuerdo de paz en 2016, y la posterior desmovilización de la guerrilla, desconfiguró ese territorio fronterizo y le abrió la compuerta a la economía criminal para instalar sus operaciones, principalmente en las portuarias Guayaquil y Esmeraldas.
En el marco, además, de una reconfiguración de las rutas de las drogas, Ecuador se transformó en un gran centro regional de almacenamiento, procesamiento y distribución de droga con destino principalmente a Estados Unidos y Europa. En poco tiempo, proliferaron más de una veintena de bandas que operan de manera fragmentada, en muchos casos como subcontratistas de los grandes cárteles de México y Colombia.
2- El desmantelamiento del Estado. Lo anterior se eslabona con el giro del modelo económico implementado con la traición de Lenín Moreno desde 2018 y continuada por el exbanquero Guillermo Lasso. El recetario neoliberal de ajuste, austeridad pública y achicamiento del Estado llevó a la disminución de la presencia institucional, debilitando el control fronterizo y facilitando la penetración de las bandas.
3- La desregulación financiera. En línea con las reformas estructurales de carácter neoliberal acordadas con el FMI, disminuyeron también los controles a la circulación del capital, a las empresas offshore y al lavado de activos. La economía dolarizada, que facilita el blanqueo y lavado de dinero, cerró el círculo perfecto para la operación del narco.
4- La penetración en las instituciones. La capacidad de maniobra y la omnipresencia de estas bandas controlando territorios y cárceles sólo se explica por la expansión de sus tentáculos en sectores importantes de las fuerzas de seguridad, del poder judicial y en algunas figuras políticas. A mediados de diciembre, la fiscalía lanzó el “Operativo Metástasis”, que llevó a la detención de 29 personas entre jueces, fiscales, policías y abogados por vínculos con el crimen organizado. Ya en 2021, EE.UU le había retirado el visado a cuatro altos mandos policiales a los que llamó “narcogenerales”.
5- Un plan regional. La trama que está destruyendo al Ecuador tiene particularidades locales pero responde a un modelo que se instaló con fuerza en los ´80 en México, Colombia y algunos países de Centroamérica, y que en los últimos años se disemina, en distintas escalas, por toda la región. Se trata de la paramilitarización de territorios para sembrar el terror, desarticular el tejido social y mantener sometida a las poblaciones, mientras en paralelo se retroalimenta una estructura de negociados millonarios. Viejas y nuevas estrategias de dominación para seguir garantizando el control del paisaje latinoamericano.
* Editor de NODAL
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