Efímeras (Una plácida vida tranquila)

Iñaki Alrui*. LQS. Mayo 2019

Madrid bulle en la locura de las campañas electorales, adentrarse en un teatro puede ser la mejor terapia para mantener la cordura de las utopías

Theátron, lugar para contemplar o mirar, así al menos lo dice la definición, de origen griego…

Es una sala pequeña, casi familiar, de frente un escenario completamente desnudo con unas sillas. Desde tu butaca esperas el inicio de la obra, y ¡zas!, desde dos puertas salen los actores ¿Están presentando la obra? ¿una introducción informal? ¿Esto ha comenzado?

A partir de ahora nos sumimos en todo un juego de tiempos de interpretación, pasado o futuro, en una recreación de encuentro, convivencia, desencuentro. Apasionadamente relatada, donde cada actor es un torrente de diálogos reales, directos. Un toma y daca sin tregua entre los dos personajes que recibes con una sonrisa imborrable durante toda la función, una sonrisa que a veces se convierte en carcajada y a veces se queda un momento como congelada sin llegar a borrarse, porque, como en la vida misma, en medio de cualquier situación puede surgir una reflexión trascendente

Ella, Pilar Bergés, gesticula con total vivacidad mientras narra incesante en la voz de su personaje: es María, actriz, o al menos eso intenta. Su frenesí interpretativo conecta rápidamente con el público, a través de sus tonos de voz, de su espontaneidad y sobre todo de sus miradas, porque en esta obra el público es cómplice. Mención especial para el relato que hace en el recuerdo al “Coloso en llamas”, dentro del cine de una época, ese piso 81 en llamas que llevamos tod@s dentro…

Él, Aitor Merino, es Miguel, un profesor de literatura en instituto, un personaje pensativo y sosegado, que intenta responder con la lógica a su compañera de escena, desde su timidez y desde la reflexión. Complemento perfecto para el diálogo y la discusión.

La combinación en escena es una mezcla dramática perfecta, por su realismo, por su pasión, por el relato sin fin de preguntas y respuestas, por amor y por desamor. Es real, es la vida misma, y al cabo de unos minutos nos sentimos identificados e incluidos en esta obra en la que dejas de ser espectador para ser parte. El texto es un diálogo ágil, incesante y con gran humor sobre el amor, el sexo, el paso del tiempo, la vida, con una intensidad que te impide quedarte al margen, elaborado por José Manuel Carrasco es de un realismo tan vivo que lo hace mágico.

“Las Efímeras son animales sin sangre y muchos pies que vuelan o andan pero que son conocidas, sobre todo, por la duración de su existencia. Un insecto cuyo ciclo vital es de 24 horas y cuya peculiaridad (si se puede considerar peculiaridad a lo efímero de su existencia) nos inspira a hablar sobre la fugacidad de la VIDA con humor, descaro, gotas de ternura y mucha neurosis”.

Inmersos en la emoción de la obra llegamos al final en el que se sigue manteniendo el juego con los tiempos, pasado o presente, y al que se añade lo que existe y lo que no. Estamos en el teatro, sí, y somos.
Lo que fue, lo que pudo ser, lo que es.

“Teatro, lo tuyo es puro teatro” que nos cantaba La Lupe. El teatro de la vida, cómico, trágico, utópico, con lagrimas, con risas, lleno de vida.

Una obra para apuntar y buscar… las contradicciones de la escena española son así, este montaje ha durado tres días y nadie sabe si volverá a ver la luz en algún escenario. Estaremos atentos para poder volver a recomendar este texto de José Manuel Carrasco, que además pone la dramaturgia y dirección, y volver a ver las interpretaciones de Pilar Bergés y Aitor Merino, sencillamente excelentes.