El caso del ¿caníbal? más torpe

El caso del ¿caníbal? más torpe

Por Nònimo Lustre

En dos días, se sabrá la condena que un tribunal de Tailandia dictará en el caso del asesinato y posterior despedazamiento del cirujano colombiano Edwin Arrieta perpetrados por su amigo especial, el joven español Daniel Sancho. Huelga añadir que los media españoles se han volcado en defender a Sancho, a menudo deslizando unas apostillas que bordean el racismo y la xenofobia en las que, curiosamente, se olvida que Sancho es el ahijado número x del ex Presidente Adolfo Suárez. Seguramente, el chauvinismo patrio se ha escudado en la necesidad de proteger legalmente a un opulento compatriota pero podría haberlo hecho evitando la insidiosa burla de los jueces tailandeses que, de hecho, se extiende al menosprecio de los países del Tercer Mundo.

Obviamente, Sancho está integrado en las altas esferas españolas de la política y del espectáculo pero los media viven de la carnaza, cuanto más tremebunda, mejor. Y voto al chápiro verde que el asesino confeso les ha proporcionado una enorme suma de detalles a cual más aterrador y sangriento –gore. Aquí podríamos enumerar los detalles auto-inculpatorios, desde la conocida -y grabada- compra de sierras y cuchillos hasta la improvisada adquisición de un kayak para adentrarse unos metros en el mar y deshacerse de varios trozos del cadáver -episodio grabado por docenas de cámaras pues Sancho, en su arrebato egolátrico, no daba importancia al hecho de que aquel tourist resort de Koh Pha Ngan estaba plagado de cámaras.

¿A qué se debe la abrumadora torpeza del joven asesino? Vistas sus altas amistades políticas en España, estamos tentados de achacarla a la impunidad en la que se ha criado y prospera su casta. Pero, recordando que estamos en Tailandia -una monarquía tan caprichosa como todas-, a la impunidad desde la cuna habría que añadir el indestructible ethos conquistador -no muy distinto del ethos turístico. En todo caso, no es probable que el aguerrido descuartizador haya sabido que la monarquía española ‘conquistó’ Cochinchina en una de esas aventuras de O’Donnell, tan disparatadas, que la Historia Oficial prefiere olvidar. Pero, de haberlo sabido, no creemos que distinguiera la Cochinchina de Tailandia.

Especulaciones decimonónicas aparte, el rasgo básico de la personalidad de Sancho es su colosal narcisismo -entre otras razones, demostrado por su inhumanidad frente al destazado a cuya familia jamás ha pedido perdón. Sería su amigo especial pero el hipotético ego de Arrieta no existe si lo comparamos con el ego de Sancho.

Mucho antes de que la expansión del imperialismo europeo hiciera habitual el (supuesto) canibalismo de los bárbaros, una rarísima descripción de cristianos caníbales

Por todo ello, nos atrevemos con una teoría sobre la que carecemos de toda evidencia: ¿Sancho comió parte de los despojos que acababa de despedazar? ¿Quizá un filete de hígado o, mejor, un muslo? Tiempo tuvo y ferocidad le sobró. No obstante, ni siquiera su enfermiza egolatría hará que confiese su hipotética introducción al canibalismo pues sabe que ello le acarrearía una pena de muerte tan agravada como para entorpecer la prerrogativa de gracia sobre la pena capital que estudia el monarca tai como un activo propagandístico para su reinado. Además, sería plausible que, presumiendo Sancho de ser un chef profesional, en algún momento hubiera cedido a la curiosidad gastronómica. Aunque también cabe la posibilidad de que, educado en el catolicismo de la casta misionera, haya sido iluminado por las palabras del evangelio: “Tomad y bebed esta es mi carne y esta es mi sangre”.

 

Psicopatía egolátrica: un auto-caníbal

Información complementaria

Preguntarnos por la posibilidad de que asesinato de Arrieta llegara al extremo de que Sancho probara su carne no es una especulación gratuita sino correlato lógico del despedazamiento que culminó uno de los crímenes más siniestros -y más torpes- que afectan al famoseo español. Obviamente, es una mera hipótesis que horroriza al nutrido equipo de picapleitos que ejerce la defensa del joven asesino, una defensa que, como ocurre siempre, está pregonando (en España) que el caso está resuelto pues no cabe la pena capital -¿alguien conoce a algún leguleyo  que no presuma de que conseguirá la absolución de su cliente?

Como es plausible suponer que esta aproximación al caso Sancho/Arrieta despertará algún interés en documentase sobre el canibalismo, creemos oportuno concluir con una muy somera bibliografía. Entre la montaña de textos e imágenes que, desde tiempo inmemorial, ha estudiado el tema, hemos escogido un único libro porque está en castellano y porque está disponible en internet: cf. Manuel Moros Peña. 2008. Historia natural del canibalismo. Un sorprendente recorrido por la antropofagia desde la antigüedad hasta nuestros días, Nowtilus, Madrid. En sus 250 páginas, Moros desgrana las leyendas populares que inficionan el trabajo científico prestando alguna atención a los casos en los que, por la fea costumbre de culpar a los bárbaros de la barbarie colonizadora, el eurocentrismo ha mentido descaradamente. Por ejemplo, ahora sabemos de sobra que el escalpelamiento no fue una costumbre amerindia sino mayormente exclusiva de los invasores que, contando el número de orejas o de cueros cabelludos que exhibía el colono, obtenía una mayor o menor recompensa -a mediados del siglo XIX, en el norte de México, 100 pesos por cabellera de ‘Apache´ (etnónimo, Nnee)

Un guerrero iroqués arrancando el cuero cabelludo de un prisionero de guerra. De Jacques Grasset de Saint-Saveur, Encyclopédie des voyages; París, 1796 (en Moros, 2008)

Moros Peña no evita mencionar a algún erudito cuya obra fue importante en el siglo XX pero que ahora está sujeta a revisión crítica: “El antropólogo William Arens, en The Man-eating Myth: anthropology & antropophagy (1979), llegó al extremo de afirmar que el canibalismo nunca ha existido como una práctica aceptada en ningún tiempo ni en ninguna sociedad. Para Arens el canibalismo solo eran calumnias racistas, habladurías poco fiables recogidas y exageradas por los europeos para justificar la conquista, la explotación y el exterminio de culturas enteras. Exageradas, tal vez, pero no meras habladurías” La explicación de estas divergencias es harto sencilla: Arens tuvo el gran mérito de negar las narrativas de misioneros, esclavistas y meros invasores en lo que se apoyaban plurisecularmente las tesis ‘canibalistas’ pero no conoció los buenos informes etnográficos que, por fortuna, prosperan en el siglo XXI. Estos informes narran con precisión los casos de canibalismo que, sin necesidad de acudir a los registros ‘antediluvianos’, perduran -o perduraban- en algunos pueblos indígenas no exclusivamente amerindios.

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One thought on “El caso del ¿caníbal? más torpe

  1. Daniel Sancho, condenado a cadena perpetua en Tailandia por el asesinato de Edwin Arrieta
    La sentencia, que se ha hecho pública a las 5.00 de la madrugada de este jueves (hora española), concluye que el hijo de Rodolfo Sancho es considerado culpable de los tres delitos por los que ha sido juzgado: asesinato premeditado, descuartizamiento y ocultación del cadáver, y destrucción del pasaporte del cirujano colombiano. El cocinero también ha sido condenado a indemnizar a la familia de su víctima con 106.000 euros… https://www.europapress.es/chance/gente/noticia-daniel-sancho-condenado-cadena-perpetua-tailandia-asesinato-edwin-arrieta-20240829074311.html?utm_source=boletin&utm_medium=email&utm_campaign=ultimahora

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