El ciempiés anárquico
Daniel de Cullá. LQSomos. Enero 2018
El joven estaba en unas condiciones tan particulares que se sentía en una espiral de Libertad, pues se le oía cantar en la bañera a los Policlados, los Nemertinos, los Poliquetos, los Gasterópodos y los Lamelibranquios, en una manera rotativa y orientada a una inclinación de 45º respecto al eje de sus nuevos.
A la segmentación de sus huevos, le seguía la diferenciación de las hojas de lecturas a las que había dado gran importancia, pues en su concepto eran hojas germinales o embrionarias de Paz y Amor. Había hecho una ordenación epitelial de las mismas y las había puesto anillas, construyendo una especie de ciempiés de papel.
Eran hojas arrancadas a textos de Sebastián Faure, Proudhon, Godwin, Rousseau, Stirner, Bakunin, Kropotkin, Nietzsche, Voltaire, Oscar Wilde, Baudelaire, John Henry Mackay, Eliseo Reclus, Malatesta, Benjamín Tucker, Francisco Ferrer, y otros, basadas en una esquematización teórica.
El joven se reía muy inocentemente pues decía que los esbozos de las hojas eran esbozos presuntivos de inocencia o blasfemias bellas antes de individualizarse independiente de sus libros en los que se sentía comprendido. Además, las había pegado con liga de paz y libertad, o goma arábiga.
Le estuvo bueno, porque un día que fue a visitar el lugar donde estuvo la choza del libertario “Seis dedos”, en Casas Viejas, Cádiz, donde murió acribillado a balazos por los defensores de la burguesía felona y criminal de entonces, se encontró con un ciempiés de anillas rojas y negras que no habían perdido valor y que estaban ligadas a la derivación de su sensible cuerpo.
Le llevó a casa y le metió en un frasco de cristal, de esos que usa su madre para guardar conservas de tomate, pimientos en tiras y bonito, sin decir en casa las maravillas que se le atribuían al rojinegro ciempiés, aunque esto le hubiera costado mucha sangre y las tierras de la Península estuvieran llenas de tipos anarquistas en sus estadios de segmentación donde fueron asesinados y acribillados.
Un día, de tanto repetirse dentro del frasco el animalito, y dejada la tapa abierta por el muchacho, se salió del frasco y se fue por los cerros de Úbeda, en simetría bilateral, a lo largo del eje longitudinal de su cuerpo en metamería de paz y libertad. La madre que lo vio y le encontró, asociada a la dinámica de la tradición con olor a orín rancio de yegua preñada e incienso de oración nocturna, le cogió y le clavó un candado en su tierno cuerpo afectándole todo su sistema orgánico, en particular el esquelético, muscular, nervioso, circulatorio, excretor y reproductor.
Cuando el joven llegó a casa, una vez salido del colegio, la madre le cogió por banda y le echó una bronca de órdago, indicándole que los seres humanos se dividen en ricos y pobres, poderosos y esclavos; que la represión se agrupa en unidades de élite que defienden a los reyes, césares y dictadores.
Que el señor que guarda la viña, y para meter, a diario, más miedo, tiene en la mano un hacha grande, esa misma hacha que responde a las características de la vida diaria y la miseria del espectáculo.
– Acuérdate hijo mío, le dijo, tú que eres mi primara joya de prole precoz que al salir del cuerpo materno ya iniciaste una vida autónoma difiriendo mucho de los demás que son animales en desarrollo e ineptos, cuando, por vivir y pensar libremente, un día que te tocaste la pilila para hacerte una masturbación, vino tu padre, que fue pastor y, después de esos verderoles que cantara García Lorca, con una hacha, y le hizo una raja a tu cerdito hucha, porque tenías dibujada en su jamón una (A) anarquista.