El desconocido desconocimiento y el fingimiento sobre la guerra en Siria
Mikel Itulain*. LQSomos Octubre 2016
Thomas Jefferson, uno de los Padres Fundadores de los Estados Unidos de América y que sería también su tercer presidente, tenía bastante claro un cometido principal de los medios de comunicación, en concreto de la prensa. Lo vio como lo vio otro Padre Fundador, Benjamín Franklin. Eran, y son, una poderosa arma con la que moldear y cambiar la opinión pública. Este último, Franklin, lo mostró con tanta claridad como talento:
La facilidad con la cual las mismas verdades pueden ser repetidamente reforzadas colocándolas diariamente en diversas formas en los periódicos… da una gran oportunidad de inculcarlas. Y hemos encontrado que no es sólo correcto golpear cuando el hierro está caliente sino que puede calentarse si se le golpea continuamente. (1)
Se aprovecha el momento coyuntural, pero especialmente se crea artificialmente la situación.
De ahí que Jefferson pudiese afirmar con conocimiento de causa que:
El hombre que no lee nada en absoluto está mejor informado que el que no lee otra cosa que periódicos.
Efectivamente, era cierto en aquella época y lo es en la presente. Los periódicos y los medios de comunicación en conjunto han sido y son instrumentos para condicionar, cambiar y dirigir el pensamiento de las personas a los que van dirigidos. Y lo es hasta tal punto que han empleado habitualmente la falsedad repetida una y otra vez con el fin de que lo que no ocurre en el mundo existente, se convierta en verdad en el mundo mental de los receptores.
Por ese motivo indica que quien no ha sufrido su influencia tiene mejor conocimiento que quien ha sido adoctrinado.
El primero sabe que no sabe de algo, conserva el buen juicio y la cautela que le dan su sentido común que no ha sido alterado y evita hacer declaraciones sin disponer de más elementos sólidos con los que hacer una valoración, y tiene en cuenta las diferentes partes implicadas sobre algo que desconoce. El instruido por los periódicos no, cree que sabe, aunque lo que sabe no tenga nada que ver con lo que ocurre en la realidad. Se muestra arrogante al creerse poseedor de un saber impartido por personas privilegiadas directoras de su sociedad. Sin pararse a cuestionar si esa supuesta información que recibe es de calidad, si se corresponde con los propios hechos. Actúa, el receptor, más con la fe que con la razón, más por la presión y el interés social que por responsabilidad intelectual o moral.
El primero tiene la capacidad de aprender y entender, el segundo carece de tal cualidad; no aprenderá, no entenderá, ni querrá entender, asimilará lo más conveniente, lo más fácil, sin cuestionar nunca a fondo su veracidad.
El primero parte con humildad y honestidad, el segundo no. Este será presa de su ridícula soberbia, de sus engaños y autoengaños, y no le importará conocer la verdad de lo sucedido, sino cómo esto afecta a sus particulares intereses personales.
El primero tendrá en contra muchas veces una gran presión social, el segundo se amoldará y hará lo que sea necesario con tal de no sufrirla.
Visto todo esto en relación a un suceso actual como es la guerra en Siria, podemos ver como una mayoría de las sociedades en los países occidentales que ha sido “informada” a través de unos medios de comunicación en manos de grandes corporaciones de poderosos magnates, tanto los corporativos como aquellos denominados alternativos, es incapaz de entender y ver cosas elementales que una persona con mente abierta y sin prejuicios o ideas preconcebidas podría captar visitando el país, escuchando a l@s propi@s sirios o analizando con un mínimo de rigor los sucesos acaecidos. La frialdad de los hechos, si se quiere apreciar, siempre nos dice mucho y claro sobre la realidad que tenemos en frente.
En el caso de Siria se ha llegado a extender y creer el dislate de la existencia de una guerra civil, de un enfrentamiento religioso. Pero en Siria no hay un sector social enfrentado a otro, una o unas clases sociales contra otras, tampoco una o unas religiones en guerra.
Les informaba en un artículo anterior que recientemente varias organizaciones en favor de la paz de Estados Unidos visitaban Siria con el propósito de conocer en directo y a través de l@s siri@s qué está ocurriendo allí. Alfred Marder, presidente del USPC (Consejo por la Paz de Estados Unidos), exponía una de las principales conclusiones obtenidas: “No hay una guerra civil”. (2) Tal entendido, el del enfrentamiento civil entre sirios, no es sino parte de la narrativa extendida por aquellos responsables de la verdadera guerra, la de agresión utilizando mercenarios, para ocultar y también justificar a esta. De otro modo quedarían al descubierto y no podrían continuar ejerciéndola y apoyándola. Los delegados de estas organizaciones estadounidenses mostraban su sorpresa por la gran solidaridad que pudieron ver entre los habitantes de Siria, sin importar su clase social, su partido político u orientación religiosa. Rompiendo en añicos este falso mito de occidente. Ell@s y no nosotr@s son l@s que lo tienen bien claro, no aceptan ser calificad@s por esta o aquella religión, como no lo aceptamos nosotr@s, se sienten siri@s, con toda la diversa y rica amalgama cultural y religiosa, con saber que bajo un estado tolerante y con fuertes orientaciones hacia la protección social, la paz, el bienestar y el progreso, lo que desea la mayoría de la gente, serán posibles. Lo contrario, la ruptura del estado y el ejército que hacen posible su mantenimiento, supondría abrir la caja de Pandora de los vientos que traen la intolerancia, la explotación y la barbarie. Ell@s también lo saben.
El Patriarcado Maronita y las comunidades cristianas del Levante se dieron cuenta que lo que estaba en juego en Siria era mucho más que el Gobierno sirio. Las cosas que realmente estaban en juego eran la continuación de la antigua presencia cristiana y la coexistencia de los cristianos con los musulmanes, drusos y judíos, que los gobiernos israelí y de EE.UU. estaban tratando de demoler con el fin de crear estados sectarios que estarían en línea con lo que se conoce como “choque de civilizaciones”. (3)
Nosotr@s, con nuestra irresponsabilidad, conducimos a otro país, Libia, al más oscuro de los infiernos. Es lo que sucedería a Siria si sus atacantes, el poder corporativo occidental, consiguen sus objetivos. Nosotr@s, con nuestro seguimiento y apoyo a lo que dicen los medios de comunicación, contribuimos a ello, a destruir la vida de tantas personas que daño ninguno nos han hecho.
Como comenta otro representante de esa delegación, Joe Jamison, coordinador de Queens Peace Council:
No es lo que no sabemos lo que nos mete en un problema, lo que nos mete en un problema es lo que creemos que sabemos seguro, cuando justamente no lo es. (2)
Es nuestra ignorancia convertida en absurda arrogancia la que nos hace peligrosos para nosotros mismos y los demás.
En Siria no ha habido una guerra civil, viven en democracia, en un estado tolerante, con un gobierno legítimo.
No hubo una rebelión popular ni pacífica, sino una guerra de agresión externa utilizando mercenarios, incluidos algunos sirios.
Ahora, por la presión social existente en nuestros países, podemos aplicar la disonancia cognitiva: pensar una cosa y exponer otra o incluso rechazar algo que contradice lo que se tenía por sabido, por tan seguramente sabido.
No obstante, no podrán cambiar los sucesos que han tenido lugar. Aunque pueden ignorarlo, claro, con sus consecuencias.
Notas:
1. Philip Davison. Propaganda and the American Revolution, 1763-1783. Norton. 1973.
2. Vaughan Famularo. Why the Syrian conflict is not a civil war. The Duran. 3.09.2016.
3. Madhi Darius Nazemroaya. Wiping out the Christians of Syria and Iraq to remap the Mid-East: Prerequisite to a clash of civilizations (II). Strategic Culture Foundation. 1.08.2014.
* ¿Es posible la paz?
@MikelItulain