El Manto
Patxi Ibarrondo*. LQSomos. Octubre 2015
Se celebró en toda España, por todo lo alto, aunque menos por las bajuras, El Día de la Hispanidad, también llamado el Día de la Raza. Esta fecha de otoño resume el destino en lo universal del nacionalismo español. Se trata de una de las fechas claves que conforman el carácter de los habitantes de este solar convulso y destartalado. España rinde culto a la Virgen del Pilar cantando jotas aragonesas y poniendo banderas borbónicas por doquier. Por si acaso alguien no se ha enterado todavía de que los catalanes, algunos muchos, pretenden dar la vuelta a la tortilla y marcharse del ruedo ibérico. No quieren participar de ese folklore de zarzuela.
Dicen que ellos tienen ya folklore propio. Luego, a ver si va a resultar que toda la metafísica del repudio es una cuestión de folklore y raudales de lastre demagógico repartido a partes iguales entre godos y visigodos. O tirios y troyanos.
Porque lo cierto es que todos vamos a seguir aquí, en la dura vida diaria, si no nos desahucian antes los que atizan las hogueras del odio y el malestar, teledirigido desde la elitista clandestinidad de los restaurantes de lujo. Los pueblos no son banderas o no solo eso. Y si les dejan los profesionales de la afrenta, tienden a entenderse con el intercambio de ideas, mercancías y músicas diversas.
En general, como una sabia norma para no sembrar malos vientos, la lógica nos dice que no se puede obligar a nadie a ser amigo o socio por la fuerza. Eso no es razonable ni conveniente. O, mejor dicho, se puede; pero desatando la convulsión de una inolvidable guerra civil. Es lo que hizo el general Franco en 1936; aunque desde arriba se pretenda ocultar la memoria, como si la masacre física y cultural nunca hubieran ocurrido.
Y, trascurrido el tiempo necesario para que las heridas del alma cicatricen, en lugar de pedir perdón y obrar con otras maneras, seguir empecinados en el erre que erre del dominio excluyente y en el aplastamiento a ultranza del otro y su otredad.
Aunque parezca mentira, España, a pesar de la sangre derramada en el aciago cauce de la esterilidad y el horror por tierra, mar y aire, todavía no ha sabido resolver su modelo de Estado. Han cambiado los decorados y los actores, pero el libreto sigue ahí, sin que nadie acierte a interpretarlo con sentido de concordia y mutuo consentimiento de libertad y justicia. Los mercaderes de la demagogia y la paranoia se han hecho exclusivos propietarios del discurso oficial. La ingente batalla de los símbolos causa estragos y anticipa más encono, más épica entusiástica, más represalias de oficio, menos lúcida tranquilidad y más aburrimiento (el tedio político visto como tiempo perdido, en una existencia que solo se vive una vez).
Lo cierto es que el fallecido banquero Botín fue, una vez más, en estos tiempos de dígitos financieros, paraísos fiscales y poco más, precursor de la realidad que trascurre por las alcantarillas de la Bolsa.
Para que no triunfe la desilusión, espero que en el manto de la sacrosanta virgen del Pilar del conmemorativo año borbónico 2.015 la imagen no aparezca vestida con el manto que don Emilio le regaló, con el pleno consentimiento de la autoridad eclesiástica. El manto tiene en su centro bordado, en rojo, el logotipo universal del banco Santander. La sesión de fotos se realizó en la mismísima basílica y a puerta cerrada. Así fue.