El salario y la ideología económica (y II)
Por Pedro Andrés GR*
Cada vez que el capitalista introduzca una innovación tecnológica que reduzca el valor de los medios de vida que determinan el valor de la fuerza de trabajo, para hacer efectivo el aumento de beneficios, el capitalista habrá de llamar a capítulo a los obreros para reducirles el salario…
⇒Ver primera parte: El salario y la ideología en la economía⇐
En la primera parte veíamos, apoyándonos en Karl Marx, cómo las teorías del salario de la moderna economía tienen más de ideología que de ciencia. En esta parte, gracias a los desarrollos de Juan Iñigo Carrera sobre la base de Marx, mostraremos que la práctica de control monetario de los bancos centrales también tiene una finalidad ideológica: la ocultación de la explotación capitalista y el apaciguamiento del conflicto laboral.
Marx expone que la fuerza de trabajo, la mercancía que el obrero vende al capitalista, tiene su valor determinado por la cesta de medios de vida (alimentos, vivienda, vestido, ocio, etc) que consume la familia del obrero. También demuestra que el capitalismo se caracteriza por el incesante desarrollo de las fuerzas productivas, una de cuyas expresiones es el crecimiento de la productividad. Este crecimiento de la productividad reduce el valor de las mercancías. Particularmente, en la medida que afecte a las producciones de la mencionada cesta de medios de vida, reduce su valor y, con el, disminuye el valor de la propia fuerza de trabajo. Manteniendo la jornada laboral, la reducción del valor de la fuerza de trabajo aumentará el plusvalor.
Esto lo ejemplifica Juan Iñigo introduciendo además el dinero, bajo su forma de signo de valor. Es decir, el papel moneda que emite el banco central, que no tiene valor pero lo representa (Marx dixit). Así, los precios serían las expresiones monetarias de los valores de las mercancías. El valor que representa cada unidad monetaria, en el caso de los signos de valor (el dinero actual) dependerá, dada la masa de valor necesaria para la circulación de las mercancías, de la cantidad de billetes o monedas (oferta monetaria). De tal manera que la duplicación de la cantidad de dinero reduce a la mitad el valor que representa la unidad monetaria. Veamos un ejemplo numérico para ilustrar lo que ocurre cuando aumenta la productividad y cuando aumenta la oferta monetaria.
Tengamos una cesta de medios de vida cuyo valor es de 4 horas. En la medida que responde al consumo diario de la familia obrera, determina el valor diario de la fuerza de trabajo (4 horas).
Como la jornada de la obrera es de 8 horas, el plusvalor que se apropia el capitalista serán 4 horas (8 menos 4). Para expresar en dinero tanto el valor de la fuerza de trabajo como el plusvalor partimos de que la unidad monetaria representa un valor de 3 minutos (20 euros representan el valor de 1 hora de trabajo). Por tanto, el valor diario de la fuerza de trabajo se expresará monetariamente como un salario de 80 euros, ascendiendo la plusvalía a otros 80 euros.
Si la productividad del trabajo se duplica. Tendremos que la misma cantidad de bienes se producen en la mitad de tiempo. En el caso que nos trae, la cesta diaria de bienes de consumo de la familia obrera reduciría su valor desde 4 hasta 2 horas; y con la cesta disminuye el valor de la fuerza de trabajo que pasa a ser 2 horas. Como la jornada sigue siendo de 8 horas, el plusvalor será 6 horas. Al no modificarse la oferta monetaria, el dinero sigue representando el mismo valor, por lo que el salario, o expresión monetaria del valor de la fuerza de trabajo será de 40 euros, y la plusvalía, o expresión monetaria del plusvalor, de 120 euros.
Detengámonos aquí. El crecimiento de la productividad ha provocado una bajada del salario nominal, de 80 a 40 euros, sin que se modifique la cesta de bienes que consume la familia obrera (salario real). La plusvalía por su parte ha pasado de 80 a 120 euros. Pero, para que se dé esta bajada del salario nominal, y el consecuente aumento de la plusvalía, el capitalista ha de llamar al obrero y notificarle la mencionada reducción salarial. Ni que decir que al obrero no le va a hacer ni chispa de gracia y protestará.
Cada vez que el capitalista introduzca una innovación tecnológica que reduzca el valor de los medios de vida que determinan el valor de la fuerza de trabajo, para hacer efectivo el aumento de beneficios, el capitalista habrá de llamar a capítulo a los obreros para reducirles el salario. Abriéndose un período de conflicto laboral.
Pero, el capital ha encontrado la manera de esquivar esta amenaza a la estabilidad del modo de producción capitalista: la inflación moderada o rampante resultado de la continua emisión de moneda por encima de los crecimientos de productividad.
Veamos con el ejemplo anterior. Partimos de la situación de una fuerza de trabajo con valor de 4 horas que se expresa dinerariamente en 80 euros y un plusvalor de 4 horas que se expresa en una plusvalía de 80 euros. De nuevo se duplica la productividad del trabajo, pero ahora, además, el banco emisor cuadruplica la oferta monetaria.
Por un lado, el doble de productividad reduce el valor de los medios de vida a la mitad, por tanto desciende el valor de la fuerza de trabajo a 2 horas y el plusvalor a 6 horas, como ya veíamos.
Miremos cómo se expresan monetariamente tanto el valor de la fuerza de trabajo como el plusvalor, teniendo en cuenta que la cantidad de dinero se cuadruplica. Esto último significa que cada euro representa una cuarta parte del valor de antes. Así la hora de trabajo antes estaba representada por 20 euros y ahora lo estará por cuatro veces más de dinero (80 euros). Por tanto, el salario ascenderá a 160 euros (2 horas por 80 euros) y la plusvalía a 480 euros.
En este caso, aumento de productividad (doble) y de oferta monetaria en mayor medida (cuádruple), el salario nominal debe pasar de 80 a 160 euros para que se mantenga el salario real, mientras la plusvalía, en consecuencia, pasa de 80 a 480 euros. Ahora el capitalista no tiene tanto interés en llamar al obrero para actualizar el salario. Pero, para los trabajadores es vital porque si no la pérdida de poder adquisitivo y con ello el propio salario real está garantizado. El capitalista puede hacer grandes esfuerzos por incrementar el salario de su plantilla con subidas del 40, 60, 80 y hasta 100 por cien y con ello está aumentando su plusvalía.
Este planteo tiene diversos aspectos en los que no nos detenemos para no alargarnos (papel de las organizaciones de solidaridad de la clase obrera, negociación colectiva, protección legal e institucional de los mismos, entre otros). Pero, queda claro que no solo la teoría salarial, como vimos en la primera parte, sino también la práctica de la política económica, el control de la política monetaria, sirven para ocultar la explotación capitalista, apaciguar la lucha de clases y defender el orden capitalista, QED (Quod Erat Demostrandum).
⇒Ver primera parte: El salario y la ideología en la economía⇐
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Autor del blog Criticonomia
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