En torno al centenario de la muerte de Lenin

En torno al centenario de la muerte de Lenin

Por Daniel Alberto Chiarenza*

Terminada en Rusia la guerra civil (1918-1921) comenzó la etapa de la reconstrucción del Estado para lo cual el indiscutible constructor fue Vládimir Ilich Lenin. Sin solución de continuidad, se puso en vigencia para la, en aquel momento, denominada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) la NEP (Nueva Política Económica).

Vládimir Ilich Uliánov, Lenin, se dedicó en forma ferviente al estudio del desarrollo económico, de la planificación, de los bienes de consumo, de la energía eléctrica, entre otras…

En 1921 el jefe soviético sufre los primeros ataques apopléticos. Por esta situación de salud es obligado a trasladarse a Nizhni Nóvgorod (luego, Gorki), lugar en el que permanece un mes.

En 1922, tras soportar una segunda crisis obstructiva cerebral, pierde el uso de las piernas y se le paraliza el brazo derecho. A pesar de todos estos avatares, su férrea voluntad lo lleva a reanudar el trabajo en octubre para, después, abandonarlo en diciembre.

Mausoleo de Lenin en Moscú. (1925)

En marzo de 1923 pierde el uso de la palabra. Víctima del deterioro producido por la enfermedad y de una última y fatal crisis murió el 21 de enero de 1924 a las 16,00 horas. Su cuerpo, embalsamado, -aún en contra de su criterio de repugnancia al culto a la personalidad- es reverenciado por el pueblo ruso en el mausoleo de granito rojo que se levanta en la Plaza Roja de Moscú, bajo los muros del Kremlin.

  • Y tenemos algunas interrogaciones: Cuando el pueblo avanza más rápidamente que las dirigencias políticas,
    -¿cuál es la experimentada función o praxis de los dirigentes o de las hipotéticas autodenominadas “vanguardias”?;
    -a ese pueblo ¿hay que contenerlo o encauzarlo (justifican: para que no se precipite en los horrores de la “anarquía”) en la aceptación de las instituciones, por más que éstas no reflejen las justas aspiraciones populares, contenidas o inmovilizadas durante siglos de explotación y miseria?;
    -¿o los intelectuales deben colocarse como árbitros o mediadores entre la sociedad y las instituciones?;
    -o al estallido social violento hay que interpretarlo, representarlo y ser, simple y lúcidamente, el instrumento verbal y escrito de todas las reivindicaciones –por más “descabelladas” que parezcan- que ese pueblo exige en la hora triunfal de su lucha?

Y allí, en la correcta respuesta a estos interrogantes históricos, encontraremos la esencia del intelectual orgánico –como diría Gramsci- y el “¿Qué hacer?”, en este caso, del proceso revolucionario ruso.

Vladimir Lenin en 1920

Hubo, tal vez, sólo un hombre que percibió cabalmente y ponderó correctamente la circunstancia histórica que estaba viviendo y lo resumió en su “AHORA O NUNCA”.

Ese hombre fue Lenin. Él, y sólo él, dejando de lado las interpretaciones más ortodoxas, verticalistas y dogmáticas del marxismo clásico –las que sugerían doctrinariamente y en forma de etapas- que solamente había llegado para Rusia el momento de la revolución democrático-burguesa (con, por lo menos, dos siglos de retraso), y, por lo tanto, los socialistas –como grupo de avanzada societaria- nada más deberían contentarse con ocupar algunos lugares en el parlamento. Pero Vládimir Ilich en sus revolucionarias Tesis de Abril, descartó esas falaces, retardatarias y erróneas argumentaciones, y exigió “todo el poder para los sóviets”.

Lenin fue el único de los líderes que supo acopiar intelectualmente el descontento popular, procurando acciones concretas que derribaran definitivamente el “orden” semifeudal existente, aunque no se dieran las “condiciones objetivas”.

Muchos creyeron que la revolución se hacía para cambiar a los hombres de la clase dirigente y no como un todo axiológico. Cambiar unos hombres por otros hombres simplemente significaría continuar conservando el sistema pre capitalista de explotación del pueblo y los medios productivos, a través de la reinstalación de las mismas instituciones zaristas.

Sin embargo, se equivocaban. El movimiento popular y la rebelión de las masas que se produjo entre febrero y octubre de 1917 superaron las expectativas aún de los dirigentes más perspicaces. De este modo Lenin será el único que gozará del favor y la confianza popular, ante la esclerotización de muchos de sus compañeros iniciales en la lucha por cambiar la sociedad rusa.

En el Primer Congreso Pan ruso de los Sóviets, el moderado menchevique (1) Iraki Tsereteli –ministro de Correos y Telégrafos del Gobierno Provisional- afirmó, desde la tribuna, que en Rusia no existía ningún partido capaz de asumir todo el poder.

“Una voz lo interrumpió. Una voz que todos conocían. La voz de Lenin que exclamó: ¡Ese partido existe! ¡Sí, ese partido existe! ¡El nuestro no renuncia! ¡Está dispuesto en todo instante a hacerse cargo del poder íntegramente!”.

Era la virtual declaración de guerra al Gobierno Provisional de Aleksandr Kerenski, que configuraba la continuidad del zarismo en la práctica.

En esa Rusia revolucionaria de 1917 quedará sepultado definitivamente el autocrático zarismo feudal. Pero también será la tumba de la democracia liberal-burguesa, sistema que nunca hizo pie, ni tan siquiera fugazmente, en Rusia. Hay dos componentes infaltables en las revoluciones del siglo XX: decisión y circunstancias.

Vladimir Lenin durante una inspección de tropas en 1919

Las circunstancias estaban objetiva y popularmente dadas.
La decisión fue de Lenin. Este paradigma del intelectual orgánico de la clase social a la cual inequívocamente representó. Rechoncho y de estatura un tanto más baja que la media –según una descripción de Stalin- tuvo el acierto de comprender profundamente al pueblo que en un futuro inmediato conduciría por la senda de la liberación nacional y social.

Dijo, con autoridad, el literato Máximo Gorki: “En Rusia, en este país donde se predica la necesidad del sufrimiento como vía universal de salvación, no he encontrado nunca un hombre que experimentase tan profunda, tan intensamente como Lenin, odio, aversión y desprecio a la infelicidad, el dolor y el sufrimiento de los hombres”.

Enero de 2024 – Centenario del fallecimiento de Lenin.

Notas:
1.- Menchevique: componente de la facción minoritaria del Partido Socialdemócrata ruso, por oposición a los mayoritarios o bolcheviques, que eran los seguidores de Lenin.
*.- Desde Burzaco (Buenos Aires). Daniel Alberto Chiarenza redactó unos 200 fascículos dirigidos por Don Pepe Rosa. Colaboró, desde la apertura democrática en 1983, con publicaciones como NotiLomas, Buenos Aires/17 y Volver a las fuentes. Comunicador de temas históricos en radios locales: FM Ciudades, FMB, AM 1580, FM Sueños. Relator de las Comisiones de Identidad Bonaerense, y otras en la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires. Redactor en los periódicos InfoRegión y La Unión. Docente jubilado, regente y director del Instituto Lomas y profesor de Adultos. Es autor de los libros Historia general de la provincia de Buenos Aires (1998); El olvidado de Belém: vida y obra de Ramón Carrillo (2005); Ramón Carrillo: vida y obra del ilustre santiagueño; Historia Popular de Burzaco T. 1 (2009); Santiago del Estero-Belém do Pará. Una vida, un destino: Ramón Carrillo (2010); El Jazz Nacional y Popular (2017). Más artículos del autor

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