¿Es, de verdad, la religión católica la religión del amor?
Arturo Seeber Bonorino. LQS. Abril 2019
La palabra amor viene de la raíz “am” que significa juntar, unir. La más alta manifestación es aquella que los griegos llamaban “ágape” y los romanos “caritas”
Del rabí Jesús poco sabemos de cierto ya que no dejó nada escrito. De momento, la mayoría de los historiadores parecen coincidir en que fue el líder de una de las tantas sectas de la Judea de entonces que se oponía a la hipocresía de los que tenían el poder de la religión judía, los fariseos y saduceos. Y por meterse con el poder así le fue, lo llevaron a la una muerte ignominiosa, la de la crucifixión, método habitual entre los romanos para ejecutar a los delincuentes.
También concuerdan los historiadores en que no creó religión alguna, la Religión Católica que padecemos hasta hoy en día parece provenir de uno de las tantas interpretaciones de la figura del Maestro, la del grupo de Pablo, la que terminó imponiéndose, por las buenas y por las malas, desde la conversión del emperador Constantino quien la impone como religión del Estado.
Liberado el rabí Jesús de tan mala fama, su deificación y el nacimiento y asentamiento de la Religión Católica es un hecho bastante tardío. No se escribe su primera biografía sino cuarenta años después de su muerte, el evangelio de Marcos, y el primer texto cristiano se considera que es la primera epístola a los Tesalonicenses de Pablo. Mucho más se había escrito, mucha agua pasó bajo el puente, pero hemos de atenernos a esos textos que los cristianos llaman “inspirados”, los textos “canónicos” que conforman el Nuevo Testamento de la Biblia Católica.
Pero esta religión, que a sus devotos enmiela su lengua afirmando que es “la religión del amor”, ¿lo es realmente?
La palabra amor viene de la raíz “am” que significa juntar, unir. La más alta manifestación es aquella que los griegos llamaban “ágape” y los romanos “caritas”. Es el amor desinteresado, es el amor universal. Por ello sus acólitos hablan de la “caridad cristiana”.
Vamos por partes, el Jesús evangélico ¿ama a la Humanidad?, ¿ha venido a la tierra para repartir su amor entre todos?
Parece ser que no. Parece ser que sólo canta su canción a quién con Él va. Y va con Él quien sigue su visión moral, la ley mosaica, a la cual no ha venido a abolir sino a dar cumplimiento.
¡No penséis que he venido a derogar la Ley de los Profetas! No he venido a derogar, sino a dar cumplimiento. (Mateo 5, 17/18.
Pero la glosa un poco: no sólo amar a Dios, sino al prójimo como a uno mismo. Pero la palabra prójimo o próximo significa el que tenemos al lado. No a todos.
El que no está conmigo está contra mí. (Mateo 12, 31)
Y para más inri, veamos lo que le espera al que no:
…este Hombre (Jesús) enviará a sus ángeles, escardarán de su Reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y el apretar de dientes (Mateo 13, 41/42)
Lo mismo sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separaran a los malos de los buenos y los arrojarán al horno encendido. Allí será el llanto y el apretar de dientes. Mateo 13, 49/50).
Seguir tras Él, sin condiciones, vendiendo todo para dárselo a los pobres, renegando de su padre, madre, esposa, hijos (Mateo, 10,34/39. Marcos, 6, 34/38; 10, 17/22)
Él mismo, por seguirse a sí mismo, llega a renegar de su madre y de sus hermanos (Mateo 12, 49/50)
Y guay del que se le ocurra pasarse de listo. En los Hechos de los Apóstoles (Hechos 5, 1/11), el matrimonio de Ananías y Safira vende todos sus bienes para seguir a los seguidores de Jesús, pero comenten una torpeza que les costará la vida, se quedan con una parte. Los descubre Pedro (Hechos 5, 1/11), enfrenta primero a Ananías y, tras una dura regañina, se lo carga, lisa y llanamente: “A esas palabras Ananías cayó al suelo y expiró”. Aparece luego Safira, y por mucho que se quiera mandar la misma historia de la princesa Cristina de Borbón de que ella no sabía nada de los asuntos de su marido, se la carga igual.
Visto lo visto, no es de extrañar el fanatismo y la intolerancia de las distintas sectas cristianas que las ha llevado al sistemático exterminio a sangre y fuego de los impíos, de los judíos, de los herejes (la palabra griega herejía, háiresis, sólo tenía el significado de un punto de vista), y a la legalización de un Tribunal de exterminio del opositor. El Santo Oficio, o Inquisición.
Cuando en el siglo XII desde Francia se va imponiendo la herejía cátara, en el siglo XIII, la iglesia organiza una cruzada de destrucción. Entre sus lindezas, Simón de Monfort entra en uno de sus reductos, la ciudad de Béziers, y pasa a degüello a sus 30.000 habitantes. Se le reprocha diciéndole que no todos allí han de ser cátaros, que muchos inocentes habrá. Yo los mato a todos, que en el Cielo Dios separe justos de pecadores.
En el siglo XV una herejía logra imponerse, la del monje agustino Martín Lutero, que dará pie a otras rebeldías que se irán imponiendo bajo el nombre de protestantismo. ¿Representó eso algún cambio en la visión que hasta entonces tenía la Iglesia Católica de Jesús? Esencialmente ninguno. Jesús seguía siendo considerado Dios, seguía siendo un tirano que imponía su voluntad por cojones. Sólo se ven unos algunas modificaciones en la liturgia y poco más.
¿Cómo extrañarnos, entonces, del grado al que llegan algunos fanatismo de los seguidores de Jesucristo.
¿Puede entonces asombrarnos que el pastor Jim Jones, en su centro de la Guyana obligase a suicidarse a sus fieles con un cóctel de cianuro?
¿Qué David Koresh, líder de su secta los Davidianos, encerrado en su rancho de Monte Carmelo, en Waco, con sus acólitos y un arsenal de armas de guerra recibiese a la policía a tiros y que, como resultado, muriesen ochenta y cinco fieles en el incendio del rancho?
¿O qué, más sofisticado, Marshel Applewhite, líder de la secta Puerta del Cielo, lleva al suicidio a sus treinta y nueve fieles para que lo acompañen el Cielo pero, esta vez, transportados en una nave espacial?
Eso, por citar algunos ejemplos nada más, que si nos ponemos…
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