España: golpe, resistencia y guerra de conquista (1936-39)
José Steinsleger*. LQSomos. Julio 2018
En la primavera de 1936, la agitación política reinante en España fue minando al Frente Popular (FP) y la autoridad del gobierno republicano, presidido por el socialista Manuel Azaña.
Las advertencias recibidas en el sentido de que oficiales fascistas y monárquicos planificaban un golpe militar caían en saco roto, y el gobierno no reaccionó luego del asesinato del teniente José Castillo (acribillado a tiros el 12 de julio por un pelotón de falangistas) y el perpetrado al día siguiente por un grupo de republicanos contra José Calvo Sotelo, líder parlamentario de la derecha española (1).
Las divisiones entre derechistas, izquierdistas y centristas desbordaron todo límite, y así arrancó el drama que devino en la rebelión social más importante ocurrida en España desde inicios del siglo XVI, y en una de las contiendas fratricidas más crueles del siglo pasado.
Cuidadosamente montado hasta en sus más mínimos detalles, el alzamiento fascista empezó a las 5 de la tarde del viernes 17 de julio de 1936 en la guarnición africana de Melilla (pequeña ciudad española que limita con Marruecos, a orillas del Mediterráneo).
Allí, los aviadores republicanos de la base aérea resistieron durante varias horas el alzamiento, hasta ser doblegados y fusilados por la Legión Extranjera. Igual suerte corrieron los jefes sindicales de la ciudad, y personas que portaban armas o resultaban sospechosas de que podían resistir.
El golpe tomó por sorpresa al jefe de ministros Santiago Casares y a los militares leales a la república, confundidos por la alocución radial emitida por el general Francisco Franco desde Tenerife (Canarias), poco antes de embarcarse en un avión particular inglés, con rumbo a Melilla.
La nave y su copiloto habían sido contratados por Luis Botín, corresponsal del diario español ABC en la capital británica. De este modo, Franco se aseguró el transporte sin recurrir a las fuerzas aéreas españolas, que en su mayoría se oponían al alzamiento.
Franco expresó que la anarquía y las huelgas revolucionarias estaban destruyendo a la nación, asegurando que el alzamiento no anularía las conquistas sociales ni actuarían con espíritu vengativo.
Sin dar crédito a la arenga, los sindicatos de Madrid y Barcelona reaccionaron con rapidez, decidiendo esta vez que la república sería defendida con las armas. Y desobedeciendo lo dispuesto por el vacilante gobierno de Azaña, consiguieron que oficiales leales distribuyeran cinco mil fusiles entre los obreros de Madrid para enfrentar a las tropas del general Emilio Mola.
La mayoría de los alzados pertenecía a la clandestina Unión Militar Española (UME, 1933) y eran seguidores del general José Sanjurjo, jefe de la fallida sublevación de 1932. Sanjurjo moriría en un accidente aéreo a cuatro días del nuevo alzamiento, el 20 de julio. No obstante, la UME no era exclusivamente una organización reaccionaria, pues de sus filas surgieron oficiales y generales como José Miaja y Vicente Rojo (tío del gran pintor y diseñador hispano-mexicano), que más tarde lucharían en favor de la república.
Durante los primeros días, la sedición destruyó temporalmente el resto de autoridad del gobierno republicano. La policía desapareció de las ciudades, y los generales se convirtieron en la primera autoridad civil y militar. Se fusilaba metódicamente a los sindicalistas, prohibieron las huelgas, y a las tiendas y oficinas se las obligaba a permanecer abiertas para mantener el orden y la normalidad. La mayoría de los jueces, guardias civiles y hombres de negocios se pusieron gustosos al servicio de los militares fascistas.
No obstante, en Madrid y Barcelona la sedición fue derrotada. Entonces, el golpe tomó un cauce distinto al plan original. Los alzados tampoco tuvieron éxito en la Armada, ya que 46 buques de guerra permanecieron leales a la república, gracias a la oposición de la marinería. Esto significó que los rebeldes carecieran de naves dispuestas a escoltar al ejército de África, por el estrecho de Gibraltar. Y de 300 aparatos de que disponía la aviación, no menos de 200 quedaron en poder de los leales a la república.
Al cabo de cuatro días de lucha, los generales Franco y Emilio Mola comprobaron que el pronunciamiento sólo tenía éxito en zonas limitadas de España, y fue claro para ellos que su causa sólo podía ser extendida por medio de una abierta guerra de conquista. Los sublevados controlaban sólo un tercio del territorio, incluyendo zonas trigueras de Castilla la Vieja, pero las grandes ciudades industriales y las zonas económicamente más adelantadas estaban en manos republicanas.
Un mes después, en Burgos, los golpistas constituyeron la Junta de Defensa Nacional, que asumió los poderes del Estado en la zona ocupada por los alzados. En septiembre, Franco se quitó de encima a sus competidores y logró hacerse nombrar jefe de gobierno, proclamándose a sí mismo jefe del Estado español.
Notas:
1.- España, febrero de 1936: punto de inflexión
*.- Publicado en “La Jornada”