Esperanza nuestra
El problema de montar la existencia sobre una tramoya de ficción bíblica es que tanta metáfora nos confunde y nos extravía de nuestro ser y estar. La Gran Mentira fundacional es la permanente promesa de felicidad, cuando la meridiana realidad nos muestra, desde que recibimos los primeros azotes por nuestro bien nada más nacer del útero protector, que de lo que se trata es de cuánto asco puede soportar un ser humano normal sin que se le desparramen las meninges. A eso le llamamos esperanza.