Este perro mundo
Hace muchos años llamó la atención, o sea, tuvo éxito en el hemisferio de la industria y el desarrollo comercial, un documental titulado “Mondo cane”. Aquí, como somos dados a la osadía de la traducción, tuvo por título “Este perro mundo". Y, hablando de perrerías, otro día que estemos por las disquisiciones nos preguntaremos los porqués de atribuir, en el lenguaje cotidiano humano, lo más chungo o insultante de lo que nos sucede a la estirpe canina. Los perros llevan conviviendo con el hombre alrededor de 15.000 años. Algo sabrán de nuestra idiosincrasia y buen carácter.
Mecidas por una música de empalagosos violines, las escenas espectaculares de “Mondo Cane” se sucedían, entre lo sorprendente y lo truculento. La banda sonora, titulada se titulaba “More”, estuvo varias semanas en la cumbre de los hit parade (los 40 Principales). Por la pantalla desfilaban personajes anónimos, como unas tribus salvajes que aún vivían en la edad de piedra y otros exotismos. Seguramente terminaron, con el tiempo y gracias a la labor civilizadora del hombre blanco, en un piso subvencionado. En opuesto contraste se ofrecían otros espectaculares fotogramas de la curiosa civilización avanzada.
Nueva York, mediodía. La gente se peleaba y utilizaba influencias para conseguir reserva de mesa en un restaurante de moda. El zoom de la cámara acercaba el menú. La gente esnob estaba comiendo con tenedor ¡hormigas! Crescendo impetuoso de violines.
Han pasado, como queda dicho, muchos años por este mundo absurdo. Las crisis han desembocado en la Crisis. Hay más de 7.000 millones de bocas en un planeta de recursos limitados y este número se multiplica a gran velocidad. Y mientras unos se preguntan con zozobra si sacan del garaje un Ferrari o un Lamborghini para ir a juego con el traje, muchos millones de gentes se ven asoladas por el hambre más reincidente y cruel.
Ante esta trágica situación se imponen soluciones. Y alguien ha soltado la burra a pacer: La solución del hambre en el mundo pasa por emprender una dieta de insectos. Hablan y abundan en la cuestión expertos nutricionistas. Según parece, Los insectos están por doquier esperando pasar a la posteridad como pisto y ensalada. Se aduce que ya, en muchos países del mundo pobre, las larvas, saltamontes, lombrices, arañas, etc forman parte de su alimentación cotidiana.
Así pues, lo que en “Mondo Cane” era un lujo esnob, ahora mismo se presenta como una necesidad imperiosa para los parias de la tierra. Una manera de evitar que sucumban por las hambrunas.
Pero masticar saltamontes no es lo mismo que degustar jamón de puerco ibérico cinco bellotas de la serranía de Huelva. También se ha pensado en eso. Se editará un sugestivo manual multicolor para superar el asco inicial a las orugas y demás invertebrados. Al igual que en otras épocas se profanaban cadáveres para las prácticas forenses, se podrían desenterrar tumbas como contrabando de abundantes colonias de gusanos para comer.
Aunque, en el fondo ¿qué sería del ser humano sin sus inveteradas costumbres? Las clases siempre serán las clases y la tropa la tropa. Los insectos no serán adecuados para menú habitual de ricos.
En el documental de la vida real del "Mondo cane" de hoy, para conseguir mesa en un restaurante de moda con estrellas Michelín también hay que mover amistades y esperar meses. Una vez sentados y con los cinco sentidos en ascuas, se produce el momento eucarístico de abrir la Carta. Los platos que propone el chef, bien pueden ser metafísica, poesía y arte plástico sobre una vajilla de porcelana molona.
Por supuesto, la factura de esos restaurantes es una fractura. Para los ricos una insignificancia. Esos son los que no quieren ni ver que el hambre no es cuestión de limosnas, ni de exterminar insectos comestibles, ni de emplear semillas transgénicas. Sino de reparto de los recursos existentes y controlar la excesiva natalidad. "Mondo cane".“Porca miseria”…
* Director del desaparecido semanario "La Realidad"