Algunos excesos en la humanización de los animales
Nònimo Lustre. LQSomos. Noviembre 2017
Los Siete Mandamientos
1. Todo lo que camina sobre dos pies es un enemigo.
2. Todo lo que camina sobre cuatro patas, o tenga alas, es un amigo.
3. Ningún animal usará ropa.
4. Ningún animal dormirá en una cama.
5. Ningún animal beberá alcohol.
6. Ningún animal matará a otro animal.
7. Todos los animales son iguales.
(George Orwell. Rebelión en la granja, 1945).
Hace pocos días, leí una noticia tan extravagante como sugerente (1): unas fotos tomadas en el famoso Parque Masai Mara de un par de leones machos encaramados uno encima del otro en posición aparentemente homosexual, había alborotado el caletre de un alto cargo del gobierno de Kenia quien inmediatamente declaró que: “Su conducta es extraña y creo que la única explicación es que los animales hayan visto a parejas homosexuales en conductas impropias cuando éstos visitan el parque”. Desde un punto de vista estrictamente lógico, este razonamiento me pareció imprudente puesto que, si el fenómeno es extraño, es más que dudoso que pueda tener una única explicación.
No sé ni me importa cuántas ‘parejas homosexuales’ (la noticia da por hecho que sólo masculinas) visitan el Masai Mara pero, sean pocas o muchas, me resulta inverosímil que una pareja gay tuviera un arrebato de deseo con unos leones cerca. En tal caso, habría que calificarlos no como una yunta gay (o hetero) sino como un par (o un trío o etc.) de redomados imbéciles. Por otra parte, discrepo sobre que los supuestos homoleones hubieran imitado la homosexualidad de los humanos. Etológicamente hablando, no dudo que los leones conocen al letal Bípedo Implume porque la evolución histórica de su comportamiento indica que han perdido buena parte de la espontaneidad agresiva que demostraban en la Antigüedad. Pero tampoco dudo de que igualmente conocen los hábitos sexuales de multitud de especies animales con escaso dimorfismo sexual, desde las hienas hasta los suinos. Teniendo en cuenta que individuos/as de muchas de esas especies, con dimorfismo o sin él, se abonan a prácticas homo, ¿por qué el sapiens destacaría entre ellas? Ay, adónde nos lleva la enseñanza antropocéntrica…
Por otra parte, el abc de la Lógica dicta que, a hechos complejos, explicaciones complejas. Sin embargo, el funcionario keniano ha encontrado una causa para la supuesta homosexualidad –repito, masculina- de los leones que, por su rareza o extrañeza estadística no sólo no explica nada sino que lo emborrona todo. Además, el susodicho chupatintas, despeñándose por el abismo antropocéntrico, sostuvo que los leones también pueden ser conducidos por “fuerzas demoníacas” debido a que los demonios “no sólo poseen a las personas”. Señor mío: los humanos sufriremos de vez en cuando los ataques del Maligno pero los leones son malignos. Como bien saben las mitologías y supersticiones universales. Más aún, en Twitter, expresó que los dos leones “necesitarían terapia, porque los animales no ven películas”, una posición muy tolerante si recordamos que Kenia es uno de los 18 países africanos que castiga la homosexualidad con penas de hasta 14 años… o con la pena capital. O sea, que no abogar por el exterminio de los homoleones ya es un avance moral. Pero, volviendo a la caverna ideológica, finalizaba que “Los científicos deberían estudiar este comportamiento. Como en las personas, el principal propósito del sexo es la procreación”, extremo que no necesita comentario.
La noticia original
Como es de obligado cumplimiento, visité el artículo original (2) que, como era de esperar, resultó ser más rico que el refrito de refritos que publicó la prensa española… menos en un detalle que esquivan ambas fuentes: si hubo o no penetración anal. La redacción original utiliza un término que en Europa se considera popularmente como sinónimo de penetración (affectionate love-making) pero, a renglón seguido, pasado el éxtasis lo diluye reduciéndolo no a un post-coito integral sino a un ambiguo ‘después de la monta’ (post-mount).
La desmesurada duración de la monta es otro detalle que nos sugiere que quizá no hubo penetración. Como explica el original, “el coito de los leones transcurre en pocos segundos mientras que en estos leones duró más de un minuto; además, su cariño mutuo se mantuvo ‘después de’, al revés que el violento desapego que ocurre en los encuentros con hembras”. Dicho en castizo, el león tiene el gatillo demasiado rápido de manera que, si se demoraban los homoleones, quizá se debió a que no encontraron en el otro el suficiente ardor visceral. En cualquier caso, no está de más recordar una obviedad: que la homosexualidad -masculina o femenina, humana o felina- no necesariamente exige la penetración.
El artículo termina informando que ya se conocía la homosexualidad leonina y admitiendo que sólo es una más entre los cientos de especies en las que se ha demostrado empíricamente su existencia. Esta razonada confesión opera en contra de la sensacionalidad de la noticia, una rara honestidad muy de agradecer. Más aún, añade que también se acoplan las leonas aunque especifique que este hecho ha sido comprobado ‘casi siempre en cautividad’.
El fotógrafo
Las fotos fueron tomadas por Paul Goldstein, un londinense que trabaja como guía para Exodus Travels. Al parecer, PG no hizo videos por lo que, sobre otros detalles del amor homoleónico no podemos precisar más de lo que ya dijimos en el parágrafo anterior. Es de subrayar que PG hace unas afirmaciones muy sensatas cuando declara que “normalmente, yo detesto (loathe) cualquier forma de humanización de los animales, por mucho que los documentales prefieran presentárnoslos así”. Pero, como no podía ser de otra forma, se aferra a la excepcionalidad de sus fotos puesto que, pese a ‘haber oído’ que en Botswana es un hecho conocido, nunca lo había presenciado una escena representada con tanto ‘vigor’. Asimismo, se cura en salud reconociendo que la homosexualidad animal un fenómeno observado en los zoos y safari parks pero la achaca a que, en cautividad, los animales hacen ‘cosas extrañas’ por lo que se pregunta: ¿quién se atrevería a denigrarlos por ello? (3) .
Bien, todo políticamente correcto pero nos ronda una sospecha: ¿y si la repercusión de esta noticia ha sido trabajada por PG para ampliar su cartera de clientes?, ¿y si todo ello es una simple maniobra propagandística para incentivar la llegada de turistas gay? -ojo, lo estoy preguntando, no afirmando-. Podría ser puesto que, además de las consabidas ofertas de excursiones en globo y de convivencia con los Masai, su agencia de viajes ofrece aventuras a la medida (4) .
¿Leones racionales?
La noticia de los homoleones me recordó un caso no sexual pero sí más amplio e igualmente disparatado o, si se prefiere, androginocéntrico -escribir el habitual término androcentrismo sería reforzar el arquetipo viril como único posible en el Homo sapiens y, en el caso que hoy nos ocupa, escribir homocéntrico podría confundir-. Me refiero a un micro-reportaje firmado por Boyes, emerging explorer de la National Geograhic, en el que narra cómo su hermano y él se vieron sorprendidos en el Okavango por una pareja de leones. Inermes y lejos del campamento, el panorama era realmente oscuro. ¿Cómo escapar? En esa angustiosa situación, al intrépido –e imprudente- explorador se le ocurre que lo mejor es razonar con los leones. O, según sus palabras, dar ‘razones’ a la leona para hacerla entender que el negocio de los humanos no es el negocio de ella y que amenazarla está lejos de ser su intención (5) . En resumen, que los hermanos están allí porque quieren recoger una bosta de elefante (¡!).
Obviamente, me parece simplemente estrambótico -por no decir estúpido-, esto de suponer que humanos y leones comparten un lenguaje común y lamento que la leona no se lo haya demostrado ejercitando su razón animal -léase, devorándolos. Sin embargo, aunque parezca un exceso de Disney esto de creer que los leones coinciden con los humanos en alguna afinidad racional, en realidad no tiene nada de contemporáneo sino todo lo contrario: es un arcaísmo anclado en las raíces de Europa.
Excesos en la humanización de los Brutos
Desde tiempos ‘inmemoriales’, en Europa fue costumbre hipertrofiar y extender la moral cristiana hasta los animales. La Historia europea, especialmente la medieval, está plagada de episodios que narran los peores extremos a los que se llegaba en la ‘humanización’ de las bestias salvajes y de las domesticadas -pero, al revés de lo que dicta la moral contemporánea, poniendo mayor énfasis en las domésticas. Desde el asesinato hasta el hurto, es interminable la lista de los pecados y/o delitos por los que se encausó a todos los brutos. Se sentaron en el banquillo de los acusados desde las plagas del campo hasta gallinas y los gatos pasando, siglos después, por los elefantes. De entre todos estos ‘pecados delictuosos’ -pues no se diferenciaba entre pecado y delito-, destacarían por su extravagancia la blasfemia -máxima expansión de la religiosidad- y el bestialismo -una ilógica pirueta para acusar a la víctima.
Entre la miríada de ejemplos y porque no ocurrió en el ‘oscuro’ Medioevo sino en el afamado Siglo de Oro español, hemos seleccionado uno no sangriento que sucedió en el año 1650, en la abadía de Santa María de Párraces (Bercial, Segovia; hoy, un local para bodas). En tal fecha, aquellas enormes fincas abadengas sufrieron una plaga de langosta. Suponemos que, vista la inoperancia de medidas más profanas, el abad decidió empapelar a la langosta con todas las formalidades exigidas por la ley. Durante el juicio, destacó el alegato del Procurador de la Langosta precisamente porque su defensa a ultranza del papel de la langosta en el orden natural del cosmos -‘tal y como lo diseñó Dios’-, fue una refutación total del proceso y, desde luego, la única muestra de modernidad que se escuchó. Por su parte, el acusador argumentó que el sustento de la langosta sólo debe ser “la yerba de los caminos y campos baldíos y otras partes que no sirven a los hombres” a lo que añadió que, en el caso de faltar sustento, debía tenerlo prioritariamente el Hombre. A la postre, se condenó a la langosta y así se redactó la decisión del tribunal:
«FALLAMOS que debemos condenar y condenamos a la dicha Langosta, así a la presente como a la venidera, a que sea desterrada de todos los términos y lugares desta Abadía, y de cualquiera parte que pueda hacer daño, y no vuelva jamás a los dichos términos y la damos de término tres días naturales (…) so pena de excomunión mayor latae sententiae trina canonica monitione en derecho praemissa».
Me llama la atención que, bien leída, la sentencia sugiere que la langosta no estaba previamente excomulgada ab ovo y per omnia secula seculorum -un error de la Patrística-. En todo caso, la langosta no leyó el auto judicial porque la plaga volvió al año siguiente y también en 1709. Huelga añadir que, contra ambas invasiones, volvieron a realizarse el proceso y la consabida excomunión (6) .
La criminalización literal de los animales con su ostentosa parafernalia jurídica, se mantuvo hasta épocas cuasi actuales –de ahí que antes mencionara a los elefantes. Ahora bien, como veremos más adelante, los elefantes también fueron ‘humanizados’ no para castigarlos sino para lo contrario: para que actuaran
como verdugos, generalmente por aplastamiento, una práctica extendida por Asia desde hace no menos de 4.000 años.
El ejemplo ortodoxo más reciente del que tenemos noticia es el de la ejecución de una elefanta asesina: hace un siglo, Mary, una elefanta que trabajaba desde hacía años en un circo, mató a un empleado del circo y por ese crimen fue ahorcada con la ayuda de una grúa. Según el diario local Johnson City Staff, Mary “golpeó con su trompa sobre el cuerpo de Eldrige [el ayudante de su domador], elevándolo 10 pies en el aire… Y con la fuerza de su furia animal hundió su gigante colmillo enteramente a través de su cuerpo.” ¿Gigante colmillo? Suponiendo que Mary fuera de origen africano, hay que subrayar que las hembras de esa subespecie tienen unos colmillos mucho más pequeños que los machos.
Damnatio ad bestias
Finalmente, la lista de las abusivas humanizaciones que padecen los animales estaría incompleta si nos olvidáramos de un aspecto apenas incluido en las banalidades al uso y abuso del vulgo. Es el caso de los animales empleados como verdugos; dicho de otro modo, el caso de las bestias elevadas a la categoría de funcionarios estatales como auxiliares de la Justicia.
La educación occidental está viciada por la imagen de los leones comiéndose en el circo romano a los cristianos. Lo que ya no es tan frecuente es recordar que los cristianos eran ejecutados en el anfiteatro porque previamente habían sido condenados a la pena máxima, especialidad damnatio ad bestias. Tampoco es común señalar que estas ejecuciones públicas, indicadoras de la gran perversidad del delito perpetrado.
“tenían su propio espacio en la agenda de diversiones: el medio día, dando así oportunidad a los asistentes más aprensivos para volver a sus casas, comer y regresar por la tarde a ver las luchas de gladiadores. Si al principio se trataban de meras ejecuciones, con el tiempo pasaron a realizarse complejos espectáculos, denominados por algunos autores como «dramas mitológicos», en los que se escenificaba una obra teatral. El único objetivo de todo este montaje era la muerte final del reo. En estas representaciones eran necesarios básicamente tres elementos: la persona que iba a morir, la puesta en escena y, a modo de actor secundario, el animal que iba a realizar la ejecución, siendo la obra simplemente una excusa para llevar a cabo la pena de muerte.” (7) .
Por lo demás, la damnatio ad bestias podía ser de dos tipos: condenados a las fieras (bestiarius) y condenados a las fieras con ensañamiento, castigo especial para aquellos que habían cometido un delito especialmente importante (noxius) Es plausible suponer que la calificación impuesta a los (pocos) cristianos que murieron en el circo, variara según la época.
La enumeración de los animales que el Sapiens ha utilizado como verdugos es interminable y tan antigua que, en el Mediterráneo, se remonta a Prometeo, el único dios griego amigo de la Humanidad, el mismo que, para castigar tan nefando delito, fue condenado por Zeus a que un águila le devorara de día el hígado para que lo regenerara durante la noche y así poder reanudar el suplicio al día siguiente por los siglos de los siglos.
Pero, además de su ancianidad histórica, los verdugos animales forman parte de otra tradición no menos milenaria: la hipocresía del Tirano. Léase, que el asesino delega las ejecuciones en terceros negando su culpa gracias a tan burdo ardid. Negar su responsabilidad directa fue precisamente el deporte preferido de los frailes y obispos de la Inquisición; aquella congregación presumía de no haber matado nunca a nadie y era verdad porque al reo torturado y medio muerto no le quemaba un familiar de la Cruz Verde sino que era ‘relajado al brazo secular’ para que el funcionario verdugo le diera la puntilla. “Verdugos voluntarios” los hubo en el III Reich y en el genocidio franquista. Y los hay en la actualidad. Pero, por favor, que no se escondan detrás de los animales.
Notas:
1.- “Kenia culpa al turismo gay de un encuentro sexual entre leones machos” (elpais.com, 11.IX.2017) Evidentemente, este ex prestigioso panfleto da por comprobado que se trataba de un intercambio sexual y, además, que la entera república de Kenia -y no uno de sus funcionarios- caía en el dislate.
2.- “He’s my mane man: Gay lions are spotted putting on very rare public display of affection in Kenya” (Sara Malm, Daily Mail, 01.XI.2017) Aunque mane sea un término polisémico, en este contexto podríamos traducirlo como melenudo. Ver el reportaje original, clic aquí.
3.- Sus palabras exactas son: “After a while they stood together [los dos leones], in perfect symmetry. What then happened was remarkable. I have heard of this happening in Botswana but with nothing like this vigour, and indeed at various zoos and safari parks, but incarcerated animals will do strange things, who can blame them” (mis cursivas)
4.- Una de sus promociones extraordinarias se titula Or why not try a Tailormade Adventure? dentro de la cual podría ubicarse el turismo gay –con el premium de los homoleones-. En todo caso, el ascenso o la caída de ese turismo no me interesa. Sin embargo, me preocupa que otra de sus ofertas sea el turismo étnico; según proclama el folleto empresarial, “Visiting a Maasai village gives some insight into their way of life, though be prepared to spend some money – they know how to drive a hard bargain!”. Bueno está que incordiar a los indígenas implique un costo económico aunque ¿quién podría asegurar que la agencia no tiene a sueldo a algunas aldeas masai? Sea como fuere, Exodus te lleva al exotismo africano por un precio mínimo de 1.500 libras esterlinas.
5.- Sus palabras exactas son: “we had to give her [a la leona] a reason for us to be there that didn’t involve her. We didn’t want her to perceive us as a threat”. Ver Steve Boyes, “Curiosity and a Cat”, en National Geographic, marzo 2014.
6.- Ver Juan Cosme Sanz Larroca. 2009. “Excomuniones y procesos judiciales contra seres irracionales en la España del siglo XVII”, en UNED. Espacio, Tiempo y Forma 45, Serie IV, Historia Moderna, t. 22, 2009.
7.- Véase, María Engracia Muñoz-Santos. 2016. Animales exóticos como actores secundarios en las dramatizaciones mitológicas de la Antigua Roma: Verdugos en los espectáculos”. En TYCHO Revista de Iniciación en la Investigación del teatro clásico grecolatino y su tradición; nº 4, pp. 147-166 ISSN: 2340-6682.