¿Feminismo Palaciego?

¿Feminismo Palaciego?

Por Nònimo Lustre. LQSomos.

Hace pocos días, me desayuné con un titular que me dejó turulato: ‘La emperatriz rebelde’, la película que da una bofetada feminista al cine de época; B. Piña, 01.XX.2022) Para empezar, eso de ‘emperatriz rebelde’ es una flagrante contradicción, un imposible oxímoron. Para continuar, el largometraje La emperatriz rebelde tiene un subtítulo en castellano, Corsage (COR, corpiño, corsé) que no sabemos si campea como título en otros mercados. La gacetilla nos añadía que la actriz Vicky Krieps era co-directora con Marie Kreutzer. Para la entusiasta Piña, “un audaz y subversivo biopic de aquella mujer… con inteligentes anacronismos.” No me atrevo a preguntar qué significa eso de anacronismos –mejor olvido lo de inteligentes. Anacronismos, hmm… dicho brutalmente, ¿a favor o en contra de la emperatriz? Tampoco lo sé porque todavía no he visto la película COR.

Por tanto, esta nota no puede comentar los aspectos cinematográficos de COR ni tampoco la intención de Kreutzer y Krieps. Sería absurdo habiendo visto sólo el tráiler y el aluvión de comentarios periodísticos. Lo único, pues, que pretendo es redactar un aviso a los navegantes narrando telegráficamente los actos públicos de aquella emperatriz. Su vida privada y, más aún, su vida interior, no nos interesaría ni conociéndola vicariamente a través de fuentes contrastadas. Aún más, sólo puedo hablar sobre la repercusión que puede impresionar al imaginario cinéfilo español –ni siquiera sé cuál ha sido su repercusión en el resto de Occidente pero no me preocupa porque seguramente es la misma.

70 años de la fotogénica Sissi

Elisabeth Amélie Eugénie de Wittelsbach, Isabel de Baviera alias Sissi (Munich 1837-Ginebra 1898) no fue ni rebelde ni feminista –simplemente, era una emperatriz absolutista, ególatra y católica a machamartillo. Con un lugar de nacimiento inverso al de Hitler –austríaco de la frontera-, Sissi no era austríaca ni alemana sino bávara –dícese que hablaba Boarisch, el dialecto bávaro. Otrosí, entre la aristocracia europea, el ius solis era menos importante de lo que luego lo fue con los nazis y de lo que es ahora.

Todos los comentarios sobre Corsage aluden a la trilogía de Ernst Marischka [Sissi, 1955; Sissi: Die Junge Kaiserin, 1957, y Sissi: Schicksaljahre einer Kaiserin, 1957], donde se representa a la soberana del Imperio Austro-Húngaro como “ingenua, bella y dulce”, una Cenicienta cortesana exactamente igual a la Aschenputtel del cuento de los Grimm. Y todos coinciden en calificar esas tres pelis como un engendro. Sin embargo, en los años 1950’s, la proyección de este bodrio llegó a ser vista por casi el 100% del público de la Alemania meridional –Baviera, incluida. Eran tiempos en los que Austria intentaba constituirse en una nación nada alemana pero el exitoso engendro enseñaba lo contrario (cf. infra, Gura) De hecho, la popularidad de la trilogía no cesa ni decae: hoy, el álbum completo de 200 cromos titulado El destino de Sissi (Ed. Bruguera, 1960) cuesta ¡90 euros!

Rebuscando entre novelas históricas, he encontrado una anécdota aparentemente irrelevante que apunta un retrato de Sissi muy diferente del hagiográfico: la emperatriz no era la oveja negra de los Habsburgo sino una belicista más. Veamos: la derrota y posterior fusilamiento del invasor más encopetado que ha sufrido México, subraya que Sissi era igualmente invasora. Tras su regia ejecución en Querétaro (19.VI.1867), el médico personal del ‘emperador’ Maximiliano de Habsburgo/México, llevó a Austria unos souvenirs asaz morbosos. “Entre ellos estaba, con o sin agujeros de bala, el escapulario destinado a su madre, y el anillo. Al Emperador de Austria, le entregó la cruz de caballero de la Orden del Águila, y una medalla de oro con la imagen de la Virgen María. A la Emperatriz Isabel, su cuñada, le tocó un abanico” (mis cursivas; Noticias del Imperio, F. del Paso, 1987) Ergo, como fiel Habsburgo-Lorena que coqueteaba con Napoleón III, Sissi participó en aquella Invasión. Quizá Maximiliano no la tuvo muy presente en su imprevisto testamento pero, ante el paredón del Cerro de las Campanas, ¿quién se acordaría de una cuñada caprichosa y narcisista?Collage A.P. Maxi a punto de paredón y su esposa Carlota, asustada por los bastoncillos de los hongos alucinógenos que (se dice), consumía

Lo que más me maravilla de la propaganda imperialista de hace 70 años es que insistía en presentar a la emperatriz como una suerte de franciscana enamorada de los Bambis y demás cervatillos. En realidad, Sissi era cazadora en una corte de cazadores apremiantes. Ejemplo, el archiduque Francisco Fernando, heredero del Imperio Austro-Húngaro hasta el ínclito atentado de Sarajevo, mató exactamente a 274.899 bestezuelas y los pabellones de trofeos de sus palacios apuntan a que no es una cifra exagerada sino todo lo contrario –en su vuelta al mundo asesinando a cuanto bicho estuviera a tiro, en los EEUU disparó incluso ¡a las ardillas!Franz Ferdinand, un matador compulsivo… hasta que, en Sarajevo 1914, Gavrilo Pincip cumplimentó el precepto “quien a hierro mata, a hierro muere”.

Ojito con el saber enciclopédico

En la ubicua enciclopedia de marras, cuando se informa sobre los palacios y los Imperios, predominan los edulcoramientos más exagerados, tendenciosos y hasta inverosímiles. Tal es el caso del esposo de Sissi, uno de los Habsburgos más crueles y cretinos de su tiempo. Algunas perlas: “El reinado del [emperador] Francisco José se desarrolló en medio de violentas conmociones internacionales que lo persiguieron toda su vida” –NB del abajo firmante: “conmociones que Él creó y/o azuzó para mantenerse en el trono”. Quienes se rebelaban son caracterizados con adjetivos tan denigrantes como meramente propagandísticos: los serbios son belicosos y “El odio de los separatistas serbios por la anexión de Bosnia-Herzegovina llevó al asesinato del archiduque Francisco Fernando de Austria (sobrino de Francisco José y heredero imperial) y de su esposa, Sofía von Chotek en Sarajevo” –claro, si los rebeldes son de natural belicoso, es lógico que terminen siendo odiosos regicidas.

Y continúa: frente a las ‘conmociones’, el Gran Sátrapa austríaco “intentó mantener una posición equidistante” -NB, lo intentaría en la intimidad porque, en público, era cerradamente absolutista y, por ende, feroz inquisidor de los que llamaba separatistas, nacionalistas, anarquistas, etc. Caso de aquellos húngaros que se sublevaban a diario dando al traste con su deplorable rebelión al infame lugar común de que el Imperio vienés (también llamado ‘austro-húngaro’) se mantuvo porque respetaba las variopintas características de las pequeñas naciones sojuzgadas –uno de los mitos caseros más mentecatos y más longevos de la historiografía occidental.

Item más: “Para poner fin a la revolución húngara, Francisco José se vio obligado a aliarse con Rusia.” –NB, ¿cómo se obliga a un emperador absoluto? En realidad, el tal Pancho Pepe se alió con su pariente, el también hiper-absoluto Zar. Y aprovechó a su familia, el Gotha europeo, para “En marzo de 1849, imponer una nueva constitución centralista y restaurar el absolutismo”. NB. La (ex)indestructible alianza entre austríacos y húngaros, seguiría mangoneando a la Europa central a condición de terminar con la autonomía de una de sus patas.

La enciclopedia habitual, lleva su hagiográfico imperialismo hasta el final. Llega incluso al colmo de la subjetividad: dar por hecha la bonhomía del sádico emperador Francisco José (1830-1916) cuando asegura –por supuesto, científicamente- que, tras 68 años destripando herejes, moros y descontentos políticos, “murió en paz y serenidad a mitad de la guerra, tras haber ido a comulgar y despachado los asuntos de Estado aquella misma mañana.” Aun así, es de agradecer que no mencione los 18 años que llevaba viudo puesto que, en tal caso, nos hubiera atragantado con una elegía sobre su tristeza lo cual habría acarreado una catarata del humanitarismo que esos infectos redactores asocian a la desgracia marital.

Imperio austro-húngaro e identidad austríaca

El apabullante éxito del engendro se enmarca en la (obligada) neutralidad de la Austria post III Reich que condujo a la alambicada búsqueda de una identidad austríaca propia. Tras la derrota en la II Guerra Mundial, Austria elevó a los altares un dogma de fe: los austríacos no eran alemanes. Al contrario, fueron la primera víctima del nacional-socialismo (Véanse los parágrafos “Inventing victimhood; Transitional Justice; y The making of an Austrian Nation in contrast to Germany” en Tschiggerl M. 2021. “Significant otherness nation-building and identity in postwar Austria”; en Nations and Nationalism, 27:782–796. https://doi.org/10.1111/nana.12677)

Pero es más cierto que, en la década del engendro, el cine vienés estaba copado por variantes del estilo teutón Heimatfilm: biografías de Mozart y romances imperiales aderezados con la romántica celebración del terruño, del campesinado y, en general, del arcádico poder de la Naturaleza. ¿Reminiscencias del extravagante ecofascismo analizado por Murray Bookchin? – ver aquella veterana denuncia actualizada por Janet Biehl y Peter Staudenmaier.

Los hagiográfos de Sissi insisten en que la emperatriz era una campesina más porque no se había educado en las mansiones cortesanas y, asimismo, porque hablaba el citado dialecto Boarisch –para encontrar las claves de su comportamiento adulto, los recuerdos infantiles de las monarquía no sirven de nada pero, impertérritos, los publicitarios recurren a la dudosa disciplina de la psicología pediátrica. Y coronan su propaganda subrayando que, en los grandes salones, la emperatriz era “suave, tímida y se encontraba incómoda (awkward) en los palacios.” De ahí a la creación de la fábula de una Cenicienta revolucionaria, no había ni un paso. Lástima que la princesita de Wittelsbach se criara entre Bambis no por ruralismo y/o naturismo sino porque, al igual que los futuros Próceres de su generación, los ‘jardines’ de Possenhofen, su primer palacio, eran el enorme coto de caza de su familia.

En todo caso, la perversidad del engendro llegó a algunas sutilezas de mucho efecto sentimental –y nulo respeto por los hechos históricos. Ejemplo: en la trilogía se narra la visita a Venecia de la pareja imperial. La secuencia describe el júbilo de las tropas que les abrigaban al grito teutón de Hail! Pero también que la multitud local sólo aplaudió cuando Sissi apareció con su pequeña hija Sofía. La lectura popular fue que los venecianos aplaudieron a la madre, a la Mamma, no a la emperatriz. Muy sagaz el tal director Marischka pero las crónicas nos certifican que los italianos acogieron con un pesado silencio a la parejita invasora (vid Gura, Caitlin. 2013. “The Austrian Aschenputtel: Empress Elizabeth of Austria as Icon of Austrian National Identity”; en The Trinity Papers; https://digitalrepository.trincoll.edu/trinitypapers/20)

Cocaína palaciega

Con mucha desconfianza, me veo obligado a examinar lo que, en puridad, no pasa de ser otra anécdota: la inclusión en la ‘feminista’ película COR de una (o de varias) secuencias que escenifican cómo se drogaba Sissi. Esta (o estas) secuencias tienen un lado oscuro puesto que puede incitar al vulgo a creer que enfarloparse concienzudamente era una de las rebeldías de la ‘emperatriz rebelde’. Nada más lejos de la realidad: todos los ricos europeos consumían cocaína a espuertas.‘Cocaína imperial. Hipodérmica y frasquito que siempre acompañaban a Sissi’; en A.P. Sissi, cocainómana. Lucheni, no, 18.VI. 2016)

Pero, como decía al principio, la vida privada de Sissi “y, más aún, su vida interior”, no nos atañe –de ahí mi recelo a mencionar este tema. Pero, por eso mismo, creo que COR no puede ser “una bofetada feminista al cine de época”. Es psicología barata todo lo que no sea incidir en que la cabeza de un bicéfalo Imperio opresivo, belicista y catalizador de la I Guerra Mundial –aunque estallara con Sissi enfarlopando bambis en los prados de Baviera-, sólo puede ser militarista. O, peor aún, deriva en el blanqueamiento de unos cortesanos genocidas -es probable que Sissi fuera simplemente caprichosa pero, atención, los caprichos de palacio pueden ser letales.

Sissi fue un personaje público y sólo eso nos interesa, ¿Qué sabemos della?, ¿que fumaba ¿sólo tabaco? y que era cocainómana? Pues lo sería o no pero como todos los que se podían permitir no sólo un vicio carísimo –en las cortes europeas de entonces no lo era tanto-, sino también una asistencia médica y una absoluta impunidad penal. ¿Y qué hacía Sissi yendo a morir en Ginebra, junto con Zurich la madre de todas las cuevas de Ali Babá?

Finalmente, debo subrayar que, puestos a investigar la intimidad de los Imperios, lo más difícil, lo cuasi-imposible aparte de innecesario, es escudriñar en los palacios. Buscar en un terreno minado por la censura milenaria y por la publicidad monárquica, es perder el tiempo. Además de ser un monumento al subjetivismo, principal enemigo de la Historiografía. Hay bastantes pruebas de las rebeldías palaciegas –mortales en las cronificadas disputas familiares- pero ello no tiene nada que ver ni con las verdaderas rebeldías –que sólo pueden ser populares- ni tampoco con las posiciones de esposas y cuñadas, generalmente oportunistas y volátiles. El hecho de centrar la atención en las féminas royales no es ‘bofetada feminista’ sino, todo lo más, forraje para “revistas del corazón” –Letizia, calienta que sales- y apuntillar a un engendro de hace 70 años que estaba zombie pero que -quién sabe-, esta COR puede contribuir a su resurrección.

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