‘Fisahara’: Diez años de cine y compromiso

‘Fisahara’: Diez años de cine y compromiso

"El festival de cine más mágico del mundo en el lugar más inhóspito del planeta". Así definía uno de los participantes de este año el certamen de cine internacional 'FiSahara', celebrado a lo largo de toda la semana pasada en los campamentos de refugiados saharauis en Tindouf -Argelia- y que esta edición celebraba además su décimo aniversario.

Un festival donde los premios son pura anécdota. Donde la alfombras rojas son sustituidas por la arena de las dunas; los cocktails, los tacones y el glamour por las melfas de colores y el rito de los tres tés; los hoteles de cinco estrellas por las jaimas…y donde el fulgor de las estrellas de carne y hueso; de los directores, actores y actrices que acuden cada año al festival, languidecen ante las estrellas importantes aquí. Las que pueblan esas noches espectaculares del desierto y que dan esperanza al pueblo saharaui. Esto es el 'FiSahara'. El festival de cine de la solidaridad. Y del compromiso.

El festival y sus semillas solidarias

Porque eso es lo que supone , además de una gran fiesta del cine, este proyecto hecho posible gracias al esfuerzo de la Coordinadora Estatal de Asociaciones Solidarias con el Sahara (CEAS), y al trabajo de cientos de voluntarios: directores de cine, actores, productores, subtituladores, periodistas, ciudadanos anónimos… Una inyección de moral y de esperanza para todo un pueblo que sobrevive a duras penas en un contexto tan hostil como injusto. Por aquí han pasado a lo largo de estos diez años rostros de la talla de Javier Bardem, y su hermano Carlos, Willy Toledo, Manu Chao, Victoria Abril, Icíar Bollaín, Aitana Sánchez Gijón, Elena Anaya o Juan Diego Botto, entre otros muchos. “El efecto reclamo es algo muy necesario para atraer los focos hacia la realidad del pueblo saharaui y hacia su causa” afirmaba un miembro de la organización.

La comunidad saharaui vive acogida por Argelia en Tindouf, una zona desértica y con unas condiciones climáticas extremas -las temperaturas llegan a superar los 50ºC en la temporada estival-. Allí llevan esperando desde hace más de 37 años, tras la tristemente famosa Marcha Verde llevaba a cabo por Marruecos y que significó la ocupación violenta de su territorio, entre 120.00 y 170.000 personas , en su gran mayoría mujeres y niños -las cifras oscilan dependiendo del organismo emisor- a las que habría que sumar la colonia de exiliados que escaparon del infierno del desierto a países europeos, y todos los saharauis que permanecen en los territorios ocupados por Marruecos bajo fuertes condiciones de represión. Esperando una solución que nunca llega a pesar de que las propias Naciones Unidas reconocen que la ocupación marroquí viola la legalidad internacional. Todos los países implicados incluido España como potencia excolonizadora, parecen mirar hacia otro lado.

A lo largo del festival las familias saharauis alojan y dan manutención a los visitantes en sus hogares con lo que se aprovecha para fomentar la convivencia y el intercambio cultural. Además a lo largo de toda la semana, se desarrollan numerosos actos en combinación con las proyecciones de las producciones cinematográficas: una velada con música y danzas tradicionales en las dunas, carreras de camellos, mercados solidarios, conciertos, y el ya tradicional partido de fútbol entre la selección oficial del Sahara y un equipo formado por asistentes al festival -algunos siempre recordaremos con cariño a Miguel Ángel Silvestre , más conocido como "El Duque" o a Luis Tosar el "Mala madre" de Celda 211, corriendo la banda y sudando la gota gorda- Paco Robles, activista almeriense recién regresado del festival y que acudía por segunda vez al certamen, nos confirmaba a modo de chascarrillo de esta edición, que, por fin, tras años de empates en el marcador, la selección saharaui se ha impuesto claramente a la foránea. Anecdótico. Porque todos y cada uno de los actos tienen como único objetivo estrechar lazos entre los asistentes y los refugiados. Lazos que después de una semana de convivencia y tal y como afirma Paco "se tornan indisolubles".

Pero no solo se fomentan los vínculos afectivos alrededor del festival. Sino que se desarrollan y consolidan los proyectos solidarios. El más importante la Escuela de Formación Audiovisual 'Abidin Kaid Saleh' que nació al calor del 'FiSahara' y que ya iniciara sus clases en 2010 con la "idea de formar en cine y televisión a los jóvenes saharauis; de preservar y difundir su patrimonio cultural, y para generar producciones que participen en festivales dentro y fuera de los campamentos de refugiados". Todo con el apoyo de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y el Instituto de Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA).

FiSahara en datos: palmarés de la presente edición

Quizás en un festival como este, ciertos datos pasen a un segundo plano en pro de otros parámetros medidos en términos humanitarios. Pero por supuesto aquí también hay cine. Y de calidad. En la edición de este año han tomado parte más de 320 participantes de 20 países distintos entre cineastas, directores, medios de comunicación y activistas de diferentes nacionalidades. Se han exhibido un total de 65 producciones cinematográficas entre ellas producciones como "La vida de Pi", "Astérix y Obélix al servicio de su majestad", "Lo imposible", "La semilla de la verdad", etc. De ellas además, 25 películas abordaban la cuestión saharaui.

'Mayibuye. (Retorno al Sáhara Occidental)', del sudafricano Milly Moabl, fue quien consiguió la 'Camella Blanca', el máximo galardón del Festival de cine 'FiSahara', y que esta décima edición concedió un Premio especial a '5 cámaras rotas', codirigida por el israelí Guy Davidi y el palestino Emad Burnat.

El festival, que culminaba el pasado sábado 12 de octubre, se cerró con una gala de clausura y con la entrega de premios al ritmo de la música del cantante navarro Tonino Carotone. En la ceremonia la ministra de cultura saharaui Jadiya Hamdi agradeció a todos su participación y destacó el papel activo que tiene el cine al servicio de causas como esta, llamando a todos los participantes a transmitir el sufrimiento de su pueblo a toda la comunidad internacional.

Todo esto y más es 'FiSahara'. Diez años recién cumplidos de cine y compromiso. Un festival que mantiene viva la llama de la esperanza en un pueblo necesitado de ella. Y que quizás consiga con esa magia inherente al cine, que por unos momentos, este pueblo carente de libertad pueda "viajar" más allá de las arenas de este desierto de exilio e injusticia.

* Publicado en elcorreo.com

 

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