Hasta la victoria siembren y después también

Hasta la victoria siembren y después también

Por Silvia Ribeiro*

Llegaron de varias regiones de México, con los ojos cargados de experiencia y curiosidad, ansiosas de encontrarse y compartir anhelos y preocupaciones. Se reunieron en Guelatao, Oaxaca, México, en la Asamblea de la Red en Defensa del Maíz, un amplio tejido de comunidades indígenas y campesinas y junto a algunas organizaciones de sociedad civil e investigadores, que trabaja en defensa de los pueblos del maíz.

“Sabemos que en nuestras herencias, en nuestra historia, hay algo muy poderoso, por lo que vamos entendiendo que nuestra articulación como Red, de más de veinte años, es más y más pertinente ante un mundo donde la violencia quiere imponerse como regla y método. En este camino, reconocemos todo lo que nos ha iluminado, la palabra de las y los zapatistas, sus comunidades y sus proyectos de autonomía. En la Red existe la palabra común, pero sobre todo el reconocimiento de nuestro ser con la milpa, con las semillas, en comunalidad, con nuestros ámbitos de vida que son nuestros territorios. Exigimos entonces el respeto de estos territorios”, expresaron en su declaración.

Fue la primera asamblea presencial después de la pandemia, del 12 al 14 de noviembre de 2024. Pese a las muchas amenazas y dificultades que se viven en todas las comunidades, el ambiente fue cálido y de contento por el encuentro. Contento también por estar juntos en el nuevo salón comunal construido por la Unión de Organizaciones de la Sierra Juárez (Unosjo), que funciona como una de las sedes del Instituto Agroecológico Latinoamericano México, IALA México. Llegaron también representantes de organizaciones de Costa Rica y Honduras, que se unieron en una especie de continuidad del reciente Encuentro Mesoamericano en Defensa del Maíz y las Semillas, en abril 2024 en Costa Rica.

Como a menudo cuando se reúnen comunidades y organizaciones de abajo, la radiografía del México actual, especialmente rural, fue detallada, rica y profunda. Podrían parecer retazos de lo cada una vive y piensa desde su territorio, pero con el fluir de testimonios, luchas, propuestas, se conformó un mapa complejo, donde los hilos rojos de luchas y agresiones comunes se trazaron como arterias en un extraordinario tejido de comunalidad.

Archivo Enrique Pérez S. / LJC

Organizaciones de diversos pueblos y lenguas, integrantes de la Red Estatal en Defensa del Maíz de Oaxaca, relataron como las comunidades siguen manteniendo sus asambleas, cultivando la milpa, la apicultura, con plantaciones tradicionales de café y otros productos, creando formas cooperativas y autogestivas para beneficio y comercialización, junto al cuidado y aprovechamiento de los bosques, aguas y territorio, a menudo con iniciativas para motivar y recuperar las raíces de la cultura, historia y experiencias de los pueblos con niñas, niños y jóvenes.

Afirmaron que seguirán en la defensa del maíz y contra los agrotóxicos y no permitirán que entren transgénicos de ningún tipo en los territorios, ni en el consumo ni distribución, tampoco disfrazados con nuevas tecnologías como los llamados impulsores y otros organismos de edición genética, aunque el T-MEC los quiera imponer.

En su declaración, rechazan también “la minería, las hidroeléctricas, la construcción de megaproyectos, los monocultivos e invernaderos agroindustriales repletos de agrotóxicos. Rechazamos el acaparamiento de nuestras fuentes de agua, el incendio de nuestros bosques y su reconversión a monocultivos de agave, aguacate o de pino, pero también los programas de bonos de carbono, los servicios ambientales y todo tipo de “conservación”. La promoción de la digitalización de más y más órdenes de la vida, en particular la agricultura, y las supuestas energías limpias como las masivas granjas de eólicas y fotovoltaicas, así como la energía nuclear, que tras de sí cargan una enormidad de zonas de colapso ambiental invisibilizadas.”

Fue clara asimismo la crítica a los programas de gobierno, como Sembrando Vida, diseñado desde fuera de los saberes y costumbres, por lo que ha tenido múltiples impactos negativos al intentar establecer cultivos que no son de su región y formas de trabajo que no son las de las comunidades. Entienden que el estado debe apoyar a las comunidades por su alta relevancia social, cultural, económica y de sustento, pero rechazan “cualquier programa de supuesto ‘desarrollo’ que no sea soñado, diseñado, gestionado y administrado por las comunidades”.

Una de las trampas recientes que aparecieron en varias de las comunidades, sobre todo en las forestales, son los espejitos de colores que ahora se llaman proyectos para obtener bonos o créditos de carbono. Aunque se parecen a proyectos anteriores como REDD+ y servicios ambientales, cada vez es más agresiva la intromisión en las comunidades de ONGs e intermediarios “expertos”, a menudo de la mano de agencias gubernamentales como Semarnat y Conafor, para aprovecharse del buen manejo que hacen de los bosques. Con la promesa de algún dinero, empresas y especuladores financieros pasan a controlar miles de hectáreas de bosques para lucrar con la supuesta “captura de carbono” de sus territorios. A menudo comienzan con decretos de áreas protegidas, como una forma de disputar el ejercicio de la autonomía de las comunidades, como acaba de ocurrir en once comunidades de Michoacán, en la que el gobierno estatal decretó, sin consulta y son consentimiento de la comunidad, que gran parte del territorio de la Comunidad del Municipio Autónomo de Cherán y de otras comunidades será incluido en la llamada área protegida del río Duero.

La asamblea de la Red sirvió para identificar entender mejor las amenazas, incluso aquellas que no necesariamente se veían como tales, y también reafirmar las resistencia y construcción.

“A veces las resistencias son visibles y fáciles de identificar, son organizadas y tienen efectos contundentes. Las resistencias a veces son casi invisibles y con frecuencia pasan desapercibidas hasta para las personas que las emprenden. Hacer posible la vida no surge de la nada, son acciones entramadas en un tejido de saberes, habilidades, compromisos, sueños, esperanzas y deseos: vivos en territorios concretos. Son posibles gracias a las relaciones que nos sostienen y a los territorios que nos nutren. Son posibles por las historias de donde venimos, y por los imaginarios que nos convocan. Tenemos que reconocer lo que hacemos para resistir y proponer otro futuro y nombrarlo, narrarlo con mucha entereza. Eso que está al alcance de nosotros y nuestras fuerzas es nuestro camino más certero”, concluye la declaración de la Red.

* Periodista y activista uruguaya, directora para América Latina del Grupo ETC, con sede en México.
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