He viajado en avión y con botas nuevas

He viajado en avión y con botas nuevas

Por Domingo Sanz

Si, porque en el “Aeropuerto Adolfo Suárez Madrid Barajas” me han obligado a quitármelas por si hubiera metido dentro alguna bomba atómica. Recién estrenadas, he recorrido en dos días más de 40.000 pasos sin salir de la ciudad donde nací, pero sus creadores han fallado en lo del diseño de quita y pon y he tardado tanto que me han robado la mochila y el móvil. Bueno, esto no es verdad, pero me da la gana ponerlo aquí un instante porque podía haberme ocurrido, tales han sido la concentración y el tiempo que he necesitado para calzarme de nuevo sin fracasar en el intento ante miles de terceros que también quieren ser pasajeros.

Pero soy de los que piensan que hay que aprovechar con la cabeza cualquier momento durante el que tengamos entretenidas las manos y he dejado aterrizar en mi cerebro tres pensamientos de interés general.

El primero es que estoy seguro que las tecnologías ya permiten detectar cualquier peligro que alguien pueda llevar puesto sin necesidad de molestar tanto a todas las personas viajeras, que desde aquí pido que se publique el número total de amenazas reales para la seguridad en el aire que se han detectado en la última década en todo el mundo gracias a estos controles aeroportuarios. Y también, el de cientos de millones de personas que los han sufrido. Que lo pida la ONU, pues alguien tiene esos datos.

El segundo pensamiento es que no sé a qué viene considerar más peligrosos a pasajeros de un avión que a los de un tren, a los asistentes a una sala de variedades o a personas andando la calle, por citar tres ejemplos “descontrolados”. ¿Acaso no hemos tenido un 11M en Madrid, una Bataclán en París y un atropello con camión en Niza?

A ver, que yo no quiero que se produzcan atentados volando, pero tampoco paseando.

Y lo tercero en que también he pensado, esta vez mientras me ataba el cordón de la bota del derecho al ritmo del altavoz del aeropuerto recitando por enésima vez su nombre y primer apellido durante mi muy entretenida espera, es que si yo fuera la Isabel Díaz Ayuso que tanto entretiene a sus votantes con chistes malos sobre toros no pero sequía sí para reírse de los catalanes y así ocultar lo mucho que le impide a la Justicia lo de investigar la conversión en tanatorios sin amigos ni familiares acompañantes en el último viaje de los miles que dejó morir sin atención sanitaria durante la pandemia, que lo que estaba diciendo es que si yo fuera esta presidenta autonómica proclamaría que el culpable de todo lo que nos pasa, incluido el diseño difícil de calzar de mis botas nuevas, fue el mismo Adolfo Suárez que 19 años después de engañarnos a todos en 1976 (yo incluido, pues era mayor de edad), le confesó a la periodista Victoria Prego que nos había colocado la monarquía restaurada por el dictador a sabiendas de que los españoles de entonces queríamos república, pues las encuestas que encargó le dijeron que “perdíamos”. Él y el rey que lo había nombrado, se refería.

Insisto: yo solo diría esto si fuera ella, la presidenta IDA.

Y hablando de encuestas, hasta tal punto aquella estafa de masas llamada Transición ha sido capaz de estropear decencias, que el CIS de hoy ha decidido regalarnos unos sondeos de entonces que avalaban la prohibición de Superman por ser “poco humano y misógino” según leo en “La Vanguardia”. Lo hace para invitarnos a su 60 cumpleaños, pero se sigue negando a publicar los detalles de la que don Adolfo le confesó a doña Victoria (y que la periodista tardó 21 años en enseñarnos la entrevista, dicho sea de paso, pues no lo hizo hasta 2016 en La Sexta TV) y a pesar de que el día 5 de abril de 2023 el Gobierno le reconoció por escrito al entonces senador Vidal que la mantiene oculta con la vigente Ley de Secretos Oficiales en ristre, aprobada en 1968 por un gobierno de los muchos que presidió el golpista del 18 de julio.

¡¡Una encuesta oculta desde hace cinco décadas y malditas unas botas que tanto tardo en calzarlas!!

Todo esto lo estoy pensando por culpa, también, de un Adolfo Suárez al que no dejan de nombrar entre vuelo y vuelo y que nos colocó la monarquía urdiendo una gran mentira cuando, tan equivocado como interesado, pensó que Juan Carlos I nunca le montaría una amenaza de golpe de Estado para obligarle a dimitir porque se sentía seguro tras ganar dos elecciones consecutivas y aprobar una Constitución que, tantos años después, ni la Inteligencia Artificial se atreve a mejorar.

Y quien afirme lo contrario, que derogue antes la Ley de Secretos del Estado.

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