Impedido en Francia ‒ Posible en Italia

Impedido en Francia ‒ Posible en Italia

Por Cornelia Hildebrandt*. LQSomos.

En Francia, más de 13 millones de personas han votado a la candidata presidencial Marine Le Pen del partido de extrema derecha Rassemblement National (RN). En Italia, el partido postfascista Fratelli d’Italia (Hermanos de Italia) está a punto de hacerse con el gobierno en una alianza de las derechas, con Lega y Forza Italia. ¿Cómo es posible?

En Francia, mucho antes de las elecciones, se había formado un movimiento reaccionario en el que participaban funcionarios del gobierno, medios de comunicación y personalidades de renombre de todo el espectro político, y que dominaba cada vez más la agenda política, dando a la narrativa xenófoba del “Gran Reemplazo” una posición sólida en el discurso social. Además, la candidatura de Éric Zemmour contribuyó a desplazar el foco de los debates hacia la extrema derecha y, a través de la coexistencia de varias corrientes de extrema derecha, diversificó y normalizó este espacio ideológico, al tiempo que demonizó la alianza de izquierdas NUPES de Mélenchon. A esto se sumó la negativa de Macron a hacer una orientación del voto a nivel nacional en el contexto de los duelos entre NUPES y RN.Como consecuencia, el Frente Republicano se hundió en las 200 circunscripciones en las que RN se había clasificado para la segunda vuelta. Ahora, Le Pen es también la tercera fuerza en el Parlamento.

La campaña de Le Pen se centró en cuestiones sociales, como el aumento del salario mínimo y el mantenimiento de la edad de jubilación en 60 años. Pidió apoyo para los estudiantes universitarios y las familias, así como el mantenimiento del poder adquisitivo frente a la subida de los precios de la energía. Pero también era una cuestión de valores republicanos, de identidad francesa y de soberanía del país en su antigua grandeur y, por tanto, de Marine Le Pen como patriota “social” de Francia. Su programa electoral es coherente con las reivindicaciones ya conocidas: se opone a la inmigración a gran escala y a que los delincuentes vivan a costa de los franceses; presiona para que se celebre un referéndum sobre un control más estricto de la inmigración; pide que se reduzcan las prestaciones sociales para los ciudadanos no franceses; quiere mejorar la seguridad pública y apoya la ampliación de los CIEs y el aumento de las dotaciones policiales. Los que consideraron este programa demasiado moderado votaron inicialmente por su versión radicalizada en las elecciones presidenciales: Éric Zemmour, la opción que engloba a la extrema derecha más defensora de la “tradición”.

El éxito de Le Pen también motiva a la derecha italiana, aunque la situación del país evolucione de forma diferente. Desde la crisis financiera de 2009, Italia ha tenido nuevos gobiernos, remodelaciones gubernamentales o gobiernos tecnócratas cada dos años. Desde la perspectiva de la derecha italiana, el sistema presidencialista francés parece casi deseable. En consecuencia, la derecha en Italia aprovecha sin piedad cualquier desestabilización del sistema político y, si es necesario, mueve los hilos tras bambalinas para derrocar a los gobiernos.

La derecha puede aprovechar la “caída” de Draghi después de que las demandas del Movimento 5 Stelle (Movimiento 5 Estrellas; M5S) fueran todas rechazadas. Estas demandas buscaban una distribución más justa de los fondos económicos para aliviar las cargas de las familias y las empresas ante los altos costes de la energía, en favor de las familias pobres. El M5S había exigido, entre otras cosas, salarios mínimos y un mes más de sueldo para los que no tienen trabajo. El hecho de que estas demandas fueran completamente ignoradas llevó a una votación de confianza, que Draghi acabó perdiendo también, porque el Partito Democratico (PD) esperaba una nueva y más amplia alianza de centro-izquierda que incluyera al partido de centro Azione. Sin embargo, Azione, dirigido por el ex ministro Carlo Calenda, rechazó a los partidos de la alianza responsables de la caída de Draghi y abandonó la alianza. Por su parte, el presidente del PD había descartado una coalición con el Movimiento Cinco Estrellas.

Sin embargo, esto deja poco margen para evitar el éxito de una amplia alianza política de derechas con Fratelli d’Italia, Lega y Forza Italia de Berlusconi como partidos principales. Según el sistema electoral italiano, un tercio de los escaños se elige por circunscripciones y dos tercios por listas electorales basadas en la representación proporcional. Actualmente, los sondeos sitúan a los Fratelli d’Italia en el 24%, a la Lega en el 14% y a Forza Italia en el 7%. Esto significa que, 100 años después de la Marcha sobre Roma, un partido postfascista que todavía lleva la llama de Mussolini en su logotipo no sólo lidera el campo de la derecha, sino también las encuestas electorales. Esto demuestra por sí solo el desencanto de los votantes en Italia con su espectro de partidos políticos y el giro a la derecha de la sociedad, que también está -en gran medida- impulsado por los medios de comunicación. Alrededor del 40-50% de los votantes siguen indecisos o no tienen intención de votar. Esta tendencia no es nueva; la participación de los votantes lleva años disminuyendo. Por ejemplo, en las últimas elecciones locales en Roma, fue del 48%.

Pero, ¿qué se puede esperar de los posfascistas? Giorgia Meloni está comprometida con la OTAN y condena la guerra de Ucrania. Según recientes declaraciones de Berlusconi, con su coalición de gobierno de derechas, está luchando por una enmienda constitucional a favor de una democracia presidencialista, como en Francia. Defiende los valores cristianos, la familia “natural”, y se opone al aborto y a los derechos del “lobby LGTB”. Exige fronteras seguras contra la inmigración masiva y la violencia islámica, y hace campaña por la independencia del pueblo frente a los burócratas de Bruselas. Con su eslogan “Dios, Patria, Familia”, se describe, al igual que Orbán, como una conservadora de derechas que defiende la tradición. Se opone a la introducción de un salario mínimo y pide la supresión del actual régimen de subsidio de desempleo italiano (“Reddito di cittadinanza”; similar al régimen alemán Hartz IV), que protege a un millón de personas de la pobreza absoluta.

Queda por ver qué supone todo esto para Italia a largo plazo, sobre todo porque Meloni puede contar con el apoyo de fuertes movimientos sociales de la derecha italiana, como CasaPound, clubes deportivos y eventos culturales de la escena cultural de derechas.

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