Irán: El mayor número de ejecuciones por habitante, también de menores de edad
Por Selodi Gasan Adie. LQSomos.
La fotógrafa madrileña Sofía Moro, publicó un descarnado libro en el que retrata la realidad de la pena de muerte en cinco países que la aun mantienen en su código penal: Estados Unidos, Japón, Bielorrusia, Malawi e Irán. El libro “¿Quién merece morir?”, destaca que, independientemente de la localización geográfica o el régimen político del país que la practica , la pena capital es racista, clasista, oportunista, acaba con la vida de inocentes y puede ser utilizada por los Estados como una poderosa herramienta de control gubernamental y de represión. Pero, por encima de todo, es tremendamente inhumana y cruel y es absolutamente incompatible con la defensa de los derechos humanos.
LoQueSomos ha informado de recientes ejecuciones de menores en Irán. Esa teocracia inhumana y abyecta, condenó a muerte hace unos días a tres presos; uno de ellos Bahauddin Ghasemzadeh tenía 15 años en el momento de su detención, en 2009, acusado con otro joven de dos asesinatos por motivos tribales. Las leyes internacionales prohíben la máxima pena para los menores.
Pero, el Código Penal iraní establece que la mayoría de edad penal es de ocho años y nueve meses para las niñas y de catorce años y seis meses para los niños. Al llegar a esta edad, las personas son consideradas responsables de sus actos y pueden ser condenadas a muerte. Y aunque el uso de la pena capital contra personas que eran menores en el momento de cometer el delito está terminantemente prohibido por el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos (PIDCP) y por la Convención de la ONU sobre los Derechos del Niño, tratados ambos firmados por Irán, las autoridades de este país siguen ejecutando a menores y se calcula que en 2017 había más de 150 esperando su ejecución.
Lo que sigue, es una parte del capítulo dedicado a Irán por Sofía Moro en su libro:
” La condena a muerte de un menor, termine en la horca o no, supone un martirio inimaginable que comienza con la búsqueda de abogados que se atrevan a hacer una defensa efectiva de su causa. Ya que la reivindicación de los derechos humanos en Irán termina pagándose con hostigamiento, tortura, cárcel e incluso con la vida.
BEHNOUD SHOJAEE
Poco después las puertas de la prisión se abrieron y tras una pausa en una pequeña estancia nos llevaron a la sala de ejecuciones. Estábamos presentes los padres y los hermanos de la víctima, un médico, el fiscal, un fotógrafo, otros funcionarios de prisiones, Mostafaei y yo. Al llegar le dije al fiscal: “¿Cómo puedes permitir que esto ocurra? ¡Es la ejecución de un menor!” Entonces fue a solicitar de nuevo el perdón a la familia de la víctima, pero estos se negaron una vez más. La madre dijo que no tomaría una decisión definitiva hasta que la soga no estuviera en el cuello de Behnoud. Al momento trajeron al chico. La madre de la víctima tenía ya la mano sobre la palanca que liberaba las cuatro ruedas que harían que el banco metálico sobre el que colocarían a Behnoud se desplazara y quedara colgado. En ese momento me acerqué a ella, puse mi mano sobre la suya y le dije: “No lo hagas. Te vas arrepentir de esto y te va a crear un dolor y un resentimiento que te van a acompañar el resto de tu vida”. Pero ella de un manotazo me apartó la mano y volvió a poner la suya en el mismo sitio. Entonces el fiscal llamó al padre y le dijo que él también tenía la obligación de poner la mano sobre la palanca. Tenían que ser las dos manos las que accionaran juntas el mecanismo.
Yo miré a Behnoud y le dije: “¡Inténtalo por última vez. Ve a pedirles una vez más que te perdonen!” Los guardias se lo permitieron y Behnoud se tiró a los pies de la mujer y acariciándoselos, le dijo que él nunca había tenido madre. Le suplicó que fuera una madre para él y le perdonara. Ella no cedió. Seguidamente le colocaron sobre el banco y le pusieron la soga alrededor del cuello. Ahora sí, el hombre y la mujer presionaron con decisión la palanca. Fue un verdadero acto de odio y de venganza.
Cuando Behnoud quedó colgado oscilando como un péndulo, nos miramos un instante. Su cara cambió totalmente en cuestión de segundos. Murió enseguida. Estaba preparado para morir rápidamente. Había pasado cuatro años esperando ese momento. Nunca olvidaré esa mirada. Luego le bajaron y le hicieron unas fotos. Salimos. La gente fuera lloraba y abrazaba a los familiares de Behnoud. Marché a casa. Tuve fiebre alta durante las siguientes 24 horas.
Así es el procedimiento. Está diseñado para que la familia se vengue, es el propósito de todo esto. En Irán no hay justicia. No fue la familia de la víctima la que ejecutó a Behnoud, ellos solo fueron el medio empleado por el Poder Judicial para hacerlo.
Este trabajo muestra la absoluta imposibilidad de que la pena de muerte administre justicia. Las historias de las personas que aparecen retratadas en este libro son claros ejemplos de que no importa lo horrible del crimen cometido, la pena de muerte no imparte justicia sino venganza.”
Estos días se puede ver en los cines la película iraní “La Vida de los demás” del director Mohammad Rasoulof. Es una gran obra, premiada con el Oso de Oro en Berlín, que trata sobre la pena de muerte en Irán. Quien quiera adentrarse en el drama que vive el pueblo iraní no debe dejar de verla.
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