Julio Álvarez del Vayo: El Frente Popular, la guerra

Julio Álvarez del Vayo: El Frente Popular, la guerra

Segunda parte del artículo Julio Álvarez del Vayo: El Último olvidado, un artículo publicado en la revista Historia 16. Año XIV. nº 157, pags. 141-150 en Mayo de 1989. Por su interés recuperamos esta nota para el hilo de notas y colaboraciones, que estamos publicando a lo largo de este año 2019 en nuestro monográfico: Inolvidable: Julio Álvarez del Vayo

Vicente Pérez Plaza*. LQS. Junio 2019

Álvarez del Vayo es, en el círculo más próximo de Largo Caballero, partidario decidido de la unidad de los comunistas. El 16 de enero de 1936, los periódicos publican el acuerdo por el que nacía el Frente Popular el 29 de diciembre de 1935, en Málaga. Vayo había expuesto su posición:

-Cuando triunfemos, no les vamos a pedir a los republicanos que nos ayuden a instaurar la dictadura del proletariado, pero sí que se produzca una etapa intermedia de labor común, en la que, sin renunciar dichos republicanos a su programa, nos ayuden, mediante la disolución de los focos de reacción, a tender el puente que hemos de cruzar- (6)

Esta posición, entre ingenua y radical, subestimaba bastante el apoyo social que en España tenía la reacción y que, desde luego, no se reducía a unos cuantos focos.

El 16 de febrero Vayo sale elegido diputado a Cortes por Madrid. A primeros de julio viaja a Londres para tomar parte en el VII Congreso de la Federación Sindical Internacional. La delegación española al mismo estaba presidida por Largo Caballero e integrada, entre otros por González Peña, Wenceslao Carrillo, Amaro del Rosal, Delage, etc. En dicho Congreso y como correspondía al inminente peligro de fascismo y de guerra, se trató precisamente de los frentes populares y se puso como modelo al español (7).
Y llegan el 17 y el 18 de julio. Se produce la sublevación fascista y estalla la guerra. El papel de Vayo en la arena política española iba a cobrar un protagonismo de primera fila.
Mijail Koltsov, testigo de excepción en los primeros meses de guerra, escribe en su diario:

Julio Álvarez del Vao vino a verme al Florida, excitado, apacible, muy amistoso, muy periodista, aunque con pistola, un tanto desgarbado, con su mono caqui, inclinando su cabeza grande de intelectual, con las gafas caladas, con pasión me pone al corriente de las últimas noticias de las unidades, los sindicatos, los Ministerios. Vayo habla del viejo Largo Caballero con admiración (8).

Vayo convence a Koltsov, oficialmente corresponsal de Pravda y enviado secreto del Partido Comunista Soviético, para que se entreviste con Largo Caballero, lo que ocurre el 27 de agosto de 1936 en presencia de Luis Araquistain:

Largo Caballero, vistiendo mono, con pistola al cinto, quemado por el viento y el sol, tiene aspecto muy lozano y vivo para sus setenta años. Álvarez del Vayo organizó la entrevista, hacia de intérprete (8).

Los avances iniciales de los sublevados, la desorganización del Estado republicano y la escasa representatividad del Gobierno Giral, desembocan en la formación del Gobierno frentepopulista presidido por Largo Caballero, con participación de socialistas, republicanos, comunistas y nacionalistas vascos.
Vayo ocupa, en este Gobierno, la cartera de Estado (Asuntos Exteriores) y da un giro a la política exterior. Denuncia la no intervención y exige el levantamiento del embargo instituido sobre la exportación de armas destinadas al Gobierno español y la prohibición rigurosa del suministro de material de guerra a los rebeldes (7).

La no intervención

En esta línea y ante la Asamblea de la Sociedad de Naciones, que se abrió en Ginebra el 24 de septiembre, Álvarez del Vayo denuncio con fuerza la monstruosidad jurídica de la “No intervención”, que en la práctica se traduce en una intervención efectiva, directa y positiva a favor de los rebeldes (7).
Pocos días después, el 15 de octubre, e inspirándose en la práctica de los ejércitos revolucionarios. Largo Caballero firma el decreto por el que se crea el Comisionado General de Guerra.

El objetivo del Comisionado es efectuar el control político-social sobre los soldados, milicianos y otras fuerzas armadas al servicio de la República y establecer la coordinación entre los mandos militares y las masas en armas, para lograr una mejor utilización de las posibilidades de las citadas fuerzas. (Primer punto del decreto) (9).

Julio Álvarez del Vayo es nombrado comisario general.

Ante la gravedad de la situación militar que suponía el avance de los sublevados sobre Madrid. Largo Caballero tomaría tres decisiones: 1) incorporar al Gobierno a cuatro representantes del movimiento anarco-sindicalista: García Oliver, Peiró, Juan López y Federica Montseny: 2) trasladar la residencia del Gobierno a Valencia, y 3) constituir el Consejo Superior de Guerra, órgano operativo, especie de Gobierno permanente presidido por Largo Caballero. Lo formaban además: Prieto, Álvarez del Vayo, Uribe, García Oliver e Irujo.
Vayo se convierte en una figura central por su triple posición constitucional en el Gobierno, el Consejo Superior y el Comisionado, por la proximidad con Largo Caballero, por sus amistades entre los comunistas españoles y los dirigentes de la URSS destacados en España y por sus intervenciones en la Sociedad de Naciones.
Uno de los capítulos más controvertidos de la guerra se refiere a los sangrientos sucesos de mayo de 1937 en Barcelona. La frontera franco-española fue ocupada en abril por fuerzas de carabineros adictas al Gobierno de la República, lo mismo que Telefónica de Cataluña, que habían quedado en manos de los anarquistas desde julio de 1936. Las fuerzas de la FAI y el POUM, se sublevaron en Barcelona y durante tres días trágicos hubo combates generalizados entre dichas fuerzas de un lado y los Guardias de Asalto, las fuerzas de la Generalitat y las milicias del PSUC.
Pocos días después, caía el Gobierno Largo Caballero.
Según la versión oficial del Partido Comunista, las cosas ocurrieron así:

Los ministros comunistas preguntaron al presidente y al ministro de la Gobernación, qué medidas habían sido tomadas para desarmar a los “incontrolados” y castigar a quienes atentaban contra la República…
Largo Caballero eludió dar explicaciones al Consejo de Ministros y declaró que se oponía a tomar medidas contra los responsables de los sucesos de mayo en Cataluña…
Los ministros comunistas declararon que en tales condiciones, ellos no podían continuar participando en el Gobierno. (8 Tomo III).

La retirada de los comunistas era la crisis: el Gobierno no podía continuar deliberando. Largo Caballero hubo de suspender la reunión. La crisis estaba abierta.
Por el contrario, para el viejo líder ugetista lo que estaba ocurriendo era que los comunistas, utilizando las simpatías hacia Rusia de las masas, monopolizaban los ascensos y nombramientos militares de forma abusiva. Largo Caballero publicó órdenes anulando ciertos nombramientos y fue acusado por los comunistas de tratar de desorganizar el Ejército.

Respecto a Álvarez del Vayo, Largo Caballero escribió:

Uno de los responsables (de los ataques contra L.C.) era Álvarez del Vayo, afiliado al Partido Socialista, ministro de Estado y comisario, que hasta entonces se había manifestado como amigo mío incondicional.
Se titulaba socialista, pero se hallaba incondicionalmente al servicio del Partido Comunista y auxiliaba todas sus maniobras esperando, sin duda, sacar de él el mejor partido para sus aspiraciones personales. Era uno de los jefes de la cábala (6).

Álvarez del Vayo, por último, afirma en sus memorias que de todos los ataques que recibió durante la guerra, el que más le dolió fue el de Largo Caballero, que le presentaba como traidor:

Yo había querido a don Francisco como a ninguno de mis jefes. Yo era indudablemente uno de los socialistas en quien él más confiaba al comienzo de la guerra. Cuando siendo ya ministro de Estado en su Gobierno, se trató de crear el Comisariado de Guerra, insistió en que yo fuese comisario general a pesar de mis argumentos de que con el Ministerio tenía bastante.
De cara muy noble y con unos ojos azules muy juveniles, sabía ganarse el afecto de las masas, entre los cuales, al empezar la guerra, era mucho más popular y querido que cualquier otro dirigente. Yo estaba con él ciento por ciento, pero a veces me preocupaba su terquedad… (1)

Largo Caballero es obligado a dimitir el 15 de mayo y para sustituirle en la presidencia del Consejo se nombra a Juan Negrín.
Largo Caballero –escribe Vayo- no me perdonó nunca que una vez nombrado Negrín, yo le diese mi apoyo. Pero el apoyo no era a Negrín, sino al pueblo español en guerra.
Al salir del Gobierno –continúa-, Largo Caballero rompió sus relaciones conmigo, lo cual me apenó extremadamente. Pero he tenido la satisfacción del restablecimiento de nuestra amistad antes de su muerte (1).
Se refiere a que tras la liberación de Largo Caballero del campo de concentración, volvieron a escribirse y, finalmente, estando éste muy enfermo, Vayo fue a visitarlo a un hospital de París.

Once meses después de la crisis que nos ha ocupado, a primeros de abril de 1938, Juan Negrín reorganiza el gabinete y vuelve a llamar a Julio Álvarez del Vayo para la cartera de Estado, en la que seguirá como titular hasta el fin de la guerra. Pocos meses después, a primeros de agosto, Vayo participa en el Pleno del Comité Nacional del PSOE, que toma el acuerdo de incorporar a la Ejecutiva a los ex presidentes del partido (Besteiro y Largo Caballero), y a los ministros socialistas, mientras lo fuesen.

Con Negrín: resistir es vencer

Álvarez del Vayo, Uribe, Negrín, Prieto, Hernandez. Valencia 1937

Los acontecimientos adversos para el bando republicano se precipitan. A finales de septiembre se firma el Pacto de Munich, percibido como una capitulación de los gobiernos democráticos (Chamberlain, Dadalier), ante Hitler y Mussolini. Vayo fue de los que propugnaban mantener la unidad socialista y comunista y resistir indefinidamente en el terreno militar, mientras el curso de la guerra se precipitaba hacia la derrota republicana. El 26 de enero de 1939, los camisas negras italianos y las brigadas navarras ocupaban el Tibidabo, mientras el aparato administrativo del Gobierno republicano se dispersaba en dirección al norte.
De acuerdo con el relato que hace de estos días Tuñón de Lara, Negrín se esforzaba por reunir en Figueras a todos los miembros del Gobierno. Azaña se había instalado a seis kilómetros, en el castillo de Perelada. Álvarez del Vayo consiguió del Gobierno francés, que había cerrado herméticamente la frontera, la autorización para el paso de heridos y de población civil.
El mismo día 9 de enero de 1939, se reunió el Gobierno en el Consulado español de Toulouse y se decidió su reinstalación en la zona Centro-Sur.
El 13 de febrero, los ministros fueron a Madrid. Desde allí lanzaron una proclama al país, llamando a la resistencia para asegurar la independencia de España y evitar que nuestro país se sumerja en un mar de sangre, de odio y de persecuciones…

La política de resistencia no era un acto de locura, sino el intento de jugar las últimas cartas posibles. Pero esa política preconizada por el Gobierno , y particularmente por Negrín y Álvarez del Vayo, no la sostenía en su totalidad más que el Partido Comunista. Las demás organizaciones tenían su fracción partidaria de resistir y la que sostenía el criterio opuesto, si bien la mayoría de la dirección del PSOE defendía igualmente la tesis de la resistencia.
Sin embargo, los meses de guerra, las derrotas en los frentes y el desgaste político, presionaban en sentido adverso. Por ejemplo, un hombre de la autoridad de Besteiro afirmaría ante la Ejecutiva del PSOE el 15 de noviembre de 1938:

Yo veo la situación de este modo, si la guerra se ganara, España sería comunista. Todo el resto de la democracia nos sería adverso y contaríamos con Rusia nada más. Y si fuéramos derrotados, entonces el porvenir sería terrible (8. Tomo IV).

Negrín apela a la URSS, pidiendo urgentemente a Stalin más material de guerra. Para Negrín y Vayo, resistir es vencer. Ambos se conocían bien desde mucho antes de la guerra. Vayo habla de Negrín como la gran revelación de la guerra y en sus memorias recuerda:

Junto con él y con Luis Araquistain, mi cuñado, gran polemista y escritor, fundamos en los años veinte la –Editorial España-, que estuvo a punto de hacernos ricos gracias a la publicación de Sin novedad en el Frente, de Erich Remarque, la primera gran novela alemana contra la guerra (1).

En uno de sus libros, La guerra empezó en España, Álvarez del Vayo trata de reconstruir las vicisitudes de los últimos días de la guerra hasta que con la formación de una Junta en Madrid opuesta al Gobierno y favorable a negociar la rendición. La situación se hace insostenible y, el 6 de marzo, Negrín, Vayo y otras personalidades, ante el peligro de ser detenidos por fuerzas de Casado, salen en avión desde Elda, con destino a Francazal (Francia). Era el fin de la guerra y el comienzo del exilio. De este aciago período no está de más recordar aquel artículo de Antonio Machado, evocando al ministro de Estado republicano:
La voz de España ha sonado serena, cortés y varonil en boca de Álvarez del Vayo…

(Continuará)

Ver: Julio Álvarez del Vayo. El Último olvidado

Notas:
*.- Historiador, nota publicada en la revista Historia 16. Año XIV. nº 157, pags. 141-150 en Mayo de 1989.
1.- J. Álvarez del Vayo, En la lucha-memorias, Grijalbo, 1973
2.- M. Aznar Soler y L.M. Schneider, II Congreso Internacional de Escritores Antifascistas (1973); 3 tomos, Editorial Laia, Barcelona, 1978.
3.- Emilio Mola Vidal, Memorias, Editorial Planeta, Barcelona, 1977.
4.- Anónimo, En memoria de Julio Álvarez del Vayo, Ediciones Frente Unido, Madrid, 1976.
5.- Fernando Díaz Plaja, La historia de España en sus documentos (1923-1936), Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1964.
6.- Víctor Alba, El Frente Popular, Editorial Planeta, Barcelona, 1976.
7.- Amaro Del Rosal, Los Congresos Obreros Internacionales en el siglo XX, Editorial Grijalbo, 1975.
8.- Mijail Koltsov, Diario de la guerra española, Madrid, Aveal, 1978.

Inolvidable: Julio Álvarez del Vayo

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