La asnada de Sisebuto
Los de este lugar cuentan, por tradición de los pasados, que José María Torrijos, general, antes de ser fusilado por haberse sublevado contra la autoridad real, sentado sobre una piedra tórrida, muy ardiente o quemada, en la zona de la superficie terrestre que está al norte y al sur del Ecuador, entre los 23 grados de latitud septentrional y meridional, leía el “Cuento de la coronación de Sisebuto”, emitiendo silbos o silbidos, entre párrafo y párrafo, con un silbatos o paloma provista de un silbato collo, manifestando por medio de los silbidos, la desaprobación de un ensalzamiento real tan sólo percibido en los oídos de un estado morboso y ruante, como el pavo representado en el escudo heráldico con la cola abierta. Leía:
“Hoy es el día. La colodra, vasija de madera usada entre pastores para ordeñar, cual corona, le va a ser entregada a Sisebuto, rey de los visigodos, persuadido de holgazanes, que le será puesta como cuerna en la cabeza que llevó su padre, o coloño, haz de leña, tallos secos, etc., que puede llevarse sobre la cabeza o a cuestas. Los zánganos y los obreros brindarán con residuos de la destilación de la trementina o resina dura cacofónica, de propósito y tarde.
Su reina consorte se llama Columba, y es la más virgen y mártir entre todas las putas. Se alquilan las cuadras y los balcones para ver desfilar los ajuares reales que se revuelven y mudan. El pueblo, cierta porción de gente cual colón, parte o miembro principal del período reinante irán con el ciego y el recto celebrando el talento y el amor a la ciencia que se oculta en el interior de las cagalutas de ovejas y cabritos.
Una vieja honrada de Las Vistillas, con Colpecele, hernia en la vagina, de Madrid, cuenta que, “cuando príncipe, Sisebuto llevaba siete asnos de recua, e iba caballero en uno; pasando por un lugar, porque no se le perdiese ninguno, los contó y, no hallando más de seis, porque no contaba el que lo llevaba, comenzó a preguntar por él, dando señas y meneando muy bien el hato, zurrando, dando golpes con una vara y el cabestro del asno, hasta que los otros, con risa, le dijeron que iba caballero en él, quedando por refrán La asnada y bobería de Sisebuto””.
Andan pos las calles los pies a caballo o en coche. Hay un milagrón o aspaviento extremo en el pueblo porquero, y malicia rústica o místico fascista en sus ojos, al ver pasar la comitiva. Un loco de Chamberí le está tocando el culo a una carabanchelera. Las perdices se degollaban solas en los cables de la luz, para luego caer al plato de amos e invitados. Y, un colorín, colorado, cual jilguero, estaba posado en la estatua de La Cibeles, mucho mayor que el natural”.