La crisis peruana como síntoma

La crisis peruana como síntoma

Por Oscar Ugarteche*. LQSomos.

En los últimos años en América Latina la votación ha ido a la izquierda y en Europa a la extrema derecha como expresión que el statu quo económico margina a una masa importante de la población

El voto a la izquierda ha sido muy frustrante porque los campos de acción económicos están reducidos por las consideraciones de la estabilidad del tipo de cambio y la inflación, y por las calificadoras de riesgo que impactan sobre el costo del crédito. De este modo presidentes, muchos ELECTOS con minoría en el Parlamento, inician sus labores de mejorar la distribución del ingreso en el país. Al mismo tiempo, en general, hay que revisar la razón de la pérdida de peso de américa latina en el mundo que descendió de 13% a 6% del PIB mundial entre 1980 y 2020 y sus implicancias.

El crecimiento de las emigraciones es síntoma de este bajo crecimiento acompañado de la importancia de las remesas en la economía. Las votaciones a la izquierda y la crisis peruana son en parte una expresión de la insuficiencia del crecimiento económico y la concentración creciente del ingreso en economías donde grandes porciones de la población no tienen empleo digno. Excepto por Chile, en todos los países revisados en la muestra, la emigración como proporción de la población total crece en el tiempo desde que se aplicaron las reformas de mercado. México es el país más extremo y es también uno de los que menos crecimiento tiene en las tres décadas de las reformas.

Las ideas económicas austriacas fueron pensadas durante las entreguerras frente al surgimiento de Hitler y Stalin; las alemanas frente a la necesidad de posguerra de construir un estado nuevo (de allí la noción de economía social de mercado) y la americana, desde la racionalidad económica estadounidense de segunda posguerra. En Europa y Estados Unidos los problemas de concentración del ingreso estaban presentes, pero no asemejaban lo que vivimos en las economías en desarrollo. Los salarios y los seguros de desempleo se encargaron de mejorar la distribución durante un periodo más o menos prolongado que dio pie al desarrollo del mercado interno tanto en Estados Unidos como Europa occidental. Luego llegó la crisis de productividad de las economías más desarrolladas y se transformaron todos hacia la corriente estadounidense del pensamiento neoliberal de racionalidad económica. Lo que importan son los mercados (financieros) y no la economía real, lo que abre lugar a una concentración del ingreso feroz. (“Mercados avalan economía de AMLO, pero la economía real no”, Diario El Universal, México, 30.11.2022)

Fue en el marco de los debates económicos de los años 40 que emergió la CEPAL representado por Raúl Prebisch con su cuerpo teórico anclado en el historicismo alemán. Los neoliberales tanto europeos como estadounidenses estaban entonces enfrentados al pensamiento de Keynes, donde la intervención del Estado en la economía tiene que ver con el contraciclo. Para Mises, en Qué es el socialismo, su definición comienza cuando el Estado tiene alguna función en la economía. De allí se pasa al estado totalitario irremediablemente, y el mercado es la solución al dilema “civilización o barbarie”. La lucha neoliberal contra Keynes y contra la CEPAL, es por esa razón. Es “comunista” cualquiera que crea en el Estado en cualquier función. Los ordoliberales alemanes también fueron anti keynesianos, pero pro estado en algunos asuntos como educación y salud y regulaciones del mercado de actividades que tienden al monopolio, lo que deriva, dicen, en mayor inflación. En la mirada ordoliberal alemana, el Estado organiza el capitalismo. En la mirada austriaca y norteamericana, es el mercado quien lo hace.

El Perú y su breve historia

El Perú tuvo quizás al primer economista neoliberal seguidor de Mises EN América latina, Rómulo A. Ferrero (RAF) quien junto con Pedro Beltrán hicieron educación económica a través del diario La Prensa y sembraron la idea del libre mercado, más ideológica que teórica a partir de 1938. Es la presencia de Ferrero y de Beltrán en los primeros años del gobierno del General Odría en 1948 lo que explica que el Perú no siguiera el camino de la CEPAL de moda en la época y que en cambio tuviera el país códigos de comercio, pesquería y minería liberales a ultranza. El país iba contra corriente hasta la llegada de la revolución cubana en 1959 cuando se puso al día con una cierta preocupación por el empleo, eje del pensamiento de Keynes. Urgía en 1959 tener políticas de empleo y de industrialización de algún tipo. La ley de promoción industrial de diciembre de 1959 – Beltrán era primer ministro – es singular en que el Estado no tiene ningún rol. Quien recomienda las actividades económicas donde llevar a cambio la industrialización fue la consultora (privada) Arthur D. Little y no la CEPAL.

Ante eso apareció en la justa electoral de 1962 la candidatura de Fernando Belaunde con ideas modernizantes. Las reformas del belaundismo empero se estrellaron en 1967 con una crisis económica que derivó en el golpe de 1968 cuando el pensamiento de las CEPAL cobró vida con el gobierno militar del General Velasco. El Perú creció entre 1950 y 1967 en promedio a tasas de casi dos dígitos acompañado de fuerza de trabajo sin remuneración monetaria en las haciendas de la sierra y sin derecho al voto, porque eran analfabetos. Recién con la reforma agraria se introdujo el salario en todo el campo y con la constitución de 1979, el derecho al voto de los analfabetos. Las huellas de eso junto con la dinámica económica acelerada de las dos décadas del 50 al 70 produjeron masas migratorias gigantes de la sierra a la costa. La constitución de 1979 definió al país como una economía social de mercado, noción social cristiana alemana de Eucken y Röpke, que fue dejada de lado a fines de los 80 por las ideas de De Soto y del Banco Mundial basadas en la racionalidad económica estadounidense. Esas ideas agarraron fuerza ante la contracción económica peruana del periodo 1978 – 1992.

Cincuenta años más tarde, el país tiene una dinámica económica fuerte a diferencia de gran parte de América Latina que escasamente crece. Su éxito se basa en minería y agroexportación, pero mantiene una economía informal que ocupa al 80% de la población. La población no remunerada de las décadas previas a 1970 son proporcionalmente las mismas que ahora se llaman informales, aunque la distribución poblacional sea distinta ahora. Ni entonces ni ahora el grueso de la población tuvo ni tiene derechos sociales; a la jubilación, al seguro de desempleo, a una educación básica y universitaria pública y gratuita de calidad, y a una salud de calidad. El derecho al empleo remunerado está restringido por estar el desarrollo concentrados en exportaciones de materias primas capital intensivos. La diferencia es que ahora los ciudadanos están más educados, tienen derechos políticos consolidados y ejercen el derecho al voto. Los ciudadanos ya no son siervos y demandan ser oídos y no ser matados, como otrora. La idea que cada ciudadano es el empresario de su propia vida, claramente es insuficiente cuando no tienen las condiciones de educación y salud básicas para enfrentar la vida. Los dos ejemplos límites de las ideas propulsadas en las décadas del 70 y 80 son Gran Bretaña, con Thatcher y Chile con Pinochet, ambos con crisis políticas y economías estancadas en la segunda década del siglo XXI. El Perú, es pues, un ejemplo más severo de algo que se ve en el mundo de hoy y que urge repensar.

* Oscar Ugarteche,  coordinador del obela.org
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