La democracia se ventila en las calles
Si hay algo que la gente no puede dejar de hacer es salir a la calle a protestar contra lo que les viene mal. El pulso político se plantea en las calles, porque estas son de todos y ellas son la frontera democrática. Cuando se deja a los gobiernos el uso exclusivo de la calle, la situación se torna tan preocupante como un mal agüero.
El slogan favorito de la pereza o la evasión es que manifestarse no sirve para nada. Pero, a la postre, lo que realmente no sirve para nada es la inhibición. No hacer nada por nada y por nadie. Escurrir el bulto. Sin embargo, las élites sí que hacen. Están maquinando siempre. Las élites están violando el espacio vital y la soberanía ciudadana de uno cada día. No necesitan de un día específico para manifestarse. Lo están haciendo de continuo a través de la Bolsa de valores.
Se impone hacer algo cuando, por una especie de enfermedad epidémica, los gobiernos han dejado de ser administradores públicos para ser palafreneros de los poderes paralelos, Desde la sombra o la evidencia, los hijos de la gran banca son los que manejan los hilos del guiñol.
Y además se mofan, en sus salones tapizados de vanidad, mientras la mayoría de los hipotecados se aferra a la tabla del naufragio… eso cuando se encuentran tablas al alcance. O bien se hunden irremediablemente en el mar de las víctimas de las ruletas financieras. Los “nadies” engrosan el océano del olvido. En realidad es como si nunca hubieran existido, desde el momento en que los difumina su propio conformismo.